Actualmente los ritos de pubertad se establecen con una variedad de cicatrices, púas de gomina en el pelo, tatuajes, piercings, con los que escarifican su cuerpo los adolescentes camino de la discoteca o del botellón de fin de semana donde les espera el primer alcohol, el primer sexo y tal vez la última droga de diseño.
Los héroes de hoy, como los antiguos, también van armados con una lanza para matar al dragón que tiene cautiva a una bella princesa. En este caso la lanza es el teléfono móvil, que concede al adolescente un gran poder.
El whatsapp transforma al cobarde en valiente, al tímido en audaz, al tonto en listo, al tipo duro en un castigador ilimitado, solo que en estos ritos de iniciación también las princesas cautivas usan la misma arma y ya no necesitan ayuda de ningún héroe para escapar del dragón. Tanto ellos como ellas saben que sin el móvil no son nada.
No creo que exista ningún adolescente que al darse cuenta en medio de la noche que ha olvidado el móvil no se sienta un guerrero desnudo, desarmado y trate de recuperar a toda costa su lanza. La esencia de esta nueva arma es la inmediatez. En los whatsapps la rapidez en responder a las llamadas es más determinante que el contenido de los propios mensajes. Si no contestas de forma instantánea puedes quedar fuera de combate, puesto que los mensajes de la amiga, del amante, del novio, del descocido se acumulan, se superponen y serás inmediatamente suplantado. Tener el móvil apagado engendra una suspicacia morbosa en la pareja, que puede desembocar en una tormenta de celos si no estás permanentemente conectado.
Antes los enamorados se eternizaban en la despedida por el viejo teléfono. Cuelga tú; no, cuelga tú; anda, cuelga tú. En cambio, hoy los móviles se diseñan para poder expresar una idiotez cada día un segundo más rápido.
La neurosis de los mensajes superpuestos, inmediatos ha llegado al extremo que muchos adolescentes y también adultos perciben que les vibra el móvil en el cuerpo aunque lo hayan dejado en casa. Esta falsa vibración es un síndrome de la necesidad de esa llamada, de esa respuesta, real o imaginaria, que se espera con angustia, sin la cual uno se siente solo en el mundo.
Manuel Vicent
Me ha gustado mucho la reflexión de Manuel Vicent, y me gustaría añadir
ResponderEliminarmi granito de arena contrastando mi opinión acorde y disacorde con
algunos aspectos.
En primer lugar, sí que es cierto que se ha producido tal incremento en la frecuencia del uso de las tecnología (móviles, ordenadores, playstations, ipods, ipads...) que se hace difícil desvincular cualquier actividad (social o no) de esas
tecnologías. De hecho, cada vez se hace más frecuente, para mi sorpresa, las reuniones donde, estando cara a cara, nos comunicamos a través de la pantalla de algún operador (móvil, ordenador, etc.). Esto produce, según mi punto de vista, un desgaste en esas relaciones y un menor desarrollo y adquisición de las diferentes habilidades sociales. Además,nos dificulta encontrar un lugar, a veces muy necesario, donde desconectar de nuestros todos nuestros problemas para centrárnos en nosotros mismos. Muchos dicen: "siempre puedes desconectarte", pero sí lo haces, como tú afirmas, podré perder gran parte de la información que
se está tramitando segundo a segundo.
Sin embargo, esas tecnologías no presentan tantas desventajas como creemos. Para algunos, supone un modo de comunicar nuestros sentimientos y emociones, de superar nuestra timidez. Para otros, supone acortar distancias (de una forma más eficaz que con las antiguas tecnologías) con aquellas personas que residen cerca de nostros. Para otros tantos, les permiten organizar y planificar mejor su tiempo...
Con esto quiero decir que las tecnologías, en sí, no son malas, sino que lo que las hacen malas es el empleo que nosotros hacemos de ellas. Así, antes de culpar a éstas de lo que nos pasa deberíamos de culpar a la sociedad y a la educación.