En una conferencia en el Club Siglo XXI José Oneto aboga por la reforma de la Constitución para ‘mejorar la calidad democrática del país y de los ciudadanos’
El periodista, profundo conocedor de la Transición, cree necesaria una
decidida reforma democrática en España que incluya iniciativas y cambios
como los que propone el decálogo de republica.com
José Oneto,
consejero editorial de republica.com, ha pronunciado este martes una
conferencia en el Club Siglo XXI sobre uno de los temas que mejor
conoce, la Transición, sobre la que ha escrito numerosos libros, todos
ellos convertidos en best-sellers. Su conferencia se enmarca en el ciclo
que el Club Siglo XXI ha organizado con motivo del 35º aniversario de
la Constitución Española para hacer balance de los 35 años de democracia
española con la participación de destacados periodistas, encargados de
llevar a cabo un análisis de cada una de las 10 legislaturas completadas
desde 1977.
Posteriormente, los ex presidentes del Gobierno Felipe
González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero también
subirán a la tribuna del Club para cerrar los actos. A continuación,
reproducimos el texto íntegro de la conferencia que lleva el título "35
Años de Constitución: De la Transición a la democracia plena".
José OnetoQuiero, en primer lugar, dar las gracias a los responsables
del Club Siglo XXI, por haberme ofrecido esta tribuna para reflexionar
sobre lo que han supuesto, 35 años después, la Transición Española,
cuando tan de moda está denostarla y, también, intentar aproximarme a la
realidad actual española, en unos momentos, en los que hemos entrado de
lleno en la mayor crisis que ha vivido el país, desde la aprobación de
la Constitución española en 1978.
Una crisis que no es solo una
crisis económica, de Deuda o financiera, sino una crisis profunda, de
las Instituciones, de los políticos, de los partidos políticos, de la
propia Constitución que hay que reformar cuanto antes, a pesar de todos
los problemas que puede crear, de los valores en los que está anclada
nuestra sociedad y la democracia española, de la propia unidad de la
nación española, del modelo autonómico que ha dado ya de sí , todo lo
que podía. Una crisis que si no se afronta pronto, y con decisión, no se
sabe cómo puede terminar, con todo lo que supone eso de peligro y de
aventura, dado el actual estado de indignación de la calle y de los
ciudadanos. Una crisis que ha tocado, incluso, a la Jefatura del Estado.
Una crisis, en fin, de la que, por sus formas de reaccionar, parece no
darse cuenta ni quienes gobiernan, ni quienes legislan, ni quienes hacen
oposición.
Hacemos bien en recordar en estos momentos
críticos, la Transición, aunque ese periodo excepcional de la vida
española no le diga nada a gran parte de la sociedad española que no la
ha vivido, o que la conoce solo de referencias, y de la que hay que
decir que, probablemente, sea una de las etapas más brillantes de la
reciente historia española, en la que, con la generosidad de todos, fue
posible en el país la Monarquía parlamentaria, la reconciliación entre
los españoles, la recuperación de las libertades, y el periodo más largo
de paz, prosperidad, y desarrollo que ha vivido este país en los dos
últimos siglos.
Es verdad que a lo largo de estos años, decenas
de libros, artículos, series de Televisión y ensayos de todo género, se
han dedicado a recordar el drástico cambio que experimentó la vida de
nuestros ciudadanos, cuando desapareció la dictadura que encarnaba el
general Franco que, además , murió en la cama víctima del equipo médico
habitual.
Los españoles han sufrido lo que podríamos llamar un
bombardeo masivo de información, a veces rigurosa, a veces no tanto, y
en muchas ocasiones, contradictorias, sobre aquellos tiempos que parecen
ya tan lejanos y que de ninguna manera lo son tanto, aunque los
ciudadanos menores de 30 ó 35 años, no tengan por desgracia esa
percepción. Se han revelado secretos, se han reivindicado figuras, que
hasta ahora permanecían en la penumbra histórica, y se ha producido una
curiosa batalla dialéctica, en la que muchos parecían reclamar para sí, o
para los suyos, la autoría, el pilotaje o el diseño general o
detallado, de esa época a la que todos llamamos Transición.
De
todas formas, el Debate ha sido, si no siempre, del todo honesto, sí
interesante y enriquecedor. Pero yo echo de menos una mayor atención
sobre un elemento que en, aquellos días, fue la verdadera y más eficaz
punta de lanza para la consecución de las libertades: la actitud y las
iniciativas que la Prensa de entonces tomó para romper la barrera legal
de la censura y del silencio impuesto. El papel que cierta prensa
desempeña en la normalización democrática del país y en una sociedad
ansiosa de reformas y de cambios, y la capacidad de pacto con el poder
político para que la aventura de las libertades llegase a buen puerto.
Un consenso no escrito que no ha vuelto a producirse en la historia
española de los últimos años.
Hagamos memoria. Cuando Adolfo
Suárez es designado presidente del Gobierno, y antes de su primera
legislatura, España padecía un sistema de representación política
prostituido, unos cauces de representación ciudadana que no merecían el
nombre de tales, y la ausencia absoluta de instituciones que pudiesen
ejercer la crítica al sistema. El culto a la personalidad del general
Franco llevaba tantos años de inercia que se había convertido en
religión para quienes detentaban el poder y, en costumbre, para quienes
lo padecíamos.
Pero, entre todos, fue posible la elaboración de
una Constitución, que es la que más tiempo ha estado en vigor, la
reconciliación entre los españoles y, como digo, el mayor periodo de paz
y prosperidad que ha vivido este país en siglos. Y fue posible con
hombres y mujeres, procedentes algunos, del Régimen anterior, con una
nueva clase política que quería olvidar la guerra civil y la dictadura, y
con los propios exiliados y perseguidos de la guerra civil. Es verdad
que todo el proceso estuvo condicionado por el miedo, y que el miedo,
ese miedo por ejemplo al Ejército, hizo que no se profundizara en lo que
debería haber sido una democracia más representativa, más avanzada, y
con más controles sobre el poder.
La primera legislatura
democrática de Adolfo Suárez, la más fructífera de las dos que vivió el
expresidente, y cuya glosa hizo aquí brillantemente la semana pasada
Victoria Pego, da paso a una segunda (1979-1982), realmente dramática,
que comienza con la investidura de Adolfo Suárez el 30 de marzo de 1979,
y termina el 31 de agosto de l982, con otro presidente de Gobierno,
Leopoldo Calvo Sotelo, su sucesor, que disuelve las dos Cámaras y
convoca elecciones para el 28 de octubre de ese mismo año. Una
legislatura que abre Adolfo Suárez y cierra Calvo Sotelo para, a finales
del mes de diciembre de 1982, entregar el poder a Felipe González. Un
traspaso de poder dramático, en tanto supone el principio del fin de
UCD, el partido fundado por Adolfo Suárez para hacer la transición, y
que no resistió al Cambio, aunque en la investidura de esa segunda
legislatura, todo su discurso va dirigido, precisamente a prometerlo, a
promoverlo, y a anunciarlo, esperanzado.
“Acaba de empezar un
nuevo periodo político -anuncia Suárez en esta su segunda investidura-.
Comienza una etapa de transformación profunda de la sociedad. Se trata
de saber realizar el cambio social con sinceridad, conjugando prudencia y
audacia. Y eligiendo, también, el camino de la reforma responsable y
gradual que conforma la realización del cambio político. Porque, tal es
ni más ni menos, la expresión última de la voluntad del próximo Gobierno
de UCD. El cambio político se ha realizado en torno a un eje de
sensatez, consistente en ajustar los ritmos de tiempo, sin regatear o
eludir los contenidos. Nos proponemos ahora realizar el Cambio social en
una búsqueda constante de la justicia, demostrando en el terreno de los
hechos que la vía reformista es la más adecuada para la transformación
de la sociedad.”
Sin embargo, no pudo cumplir su deseo, porque
su segunda legislatura fue un infierno. Un infierno personal, familiar y
político. Acosado por su propio partido, con problemas familiares
provocados por el temor de que sus hijos creyesen en esa imagen
deformada que los medios presentaban de él, asediado por una prensa que
le apoyó como nunca, pero también, fue innecesariamente cruel con él (y
aquí tengo que hacer examen de conciencia y dolor de corazón),
desgastado ya por la moción de censura socialista de mayo de 1980,
temiendo en todo momento la ruptura del grupo parlamentario, Adolfo
Suárez dimitía ante el Rey, y ante el país, en la última semana del mes
de enero de 1981, cuando ya solo sus leales, los que también tanto daño
le hicieron, creían en él, porque deseaban su propia supervivencia.
Tal día como hoy, 22 de enero, de hace treinta y dos años, comenzaban
sus días finales. A esta misma hora, de este mismo día, de hace treinta y
dos años, Adolfo Suárez, estaba cenando en Sevilla con el presidente de
México, López Portillo, en visita oficial a España. Había tenido un día
de locos y agotador. Por la mañana, en la toma de posesión de Antonio
Truyol, como miembro del Tribunal Constitucional, había coincidido en el
Palacio de la Zarzuela, con el presidente del Congreso, Landelino
Lavilla, después de días y días de tensiones y de no dirigirse la
palabra, se había abrazado a él, como solo Adolfo sabía abrazar, a pesar
de las diferencias y las luchas internas que se habían establecido
entre ambos, y esa foto, ocuparía la portada de todos los periódicos al
día siguiente. “Adolfo Suárez y Landelino Lavilla -diría “Diario 16″ en
su primera pagina- enfrentados por discrepancias sobre el liderazgo y el
futuro de UCD, coincidieron ayer en la a Zarzuela, y su encuentro ante
las cámaras fue tan efusivo como muestra la fotografía .Enfrentados, con
intenciones políticas diversas, y sin embargo amigos”.
Después
del acto oficial de Palacio, había almorzado en el comedor privado del
Rey con Don Juan Carlos un menú sencillo (verduras, carne a la plancha,
queso y café) y fue allí, cuando informaba al Jefe del Estado de los
preparativos del primer viaje oficial del Rey a Euskadi a principios de
febrero, cuando dio la primera señal de cansancio político y personal, y
sobre todo de abandono.
Tan de abandono que ese abandono se
produciría una semana más tarde y no pudo siquiera terminar su mandato
para el que fue elegido. La descomposición del partido, la ofensiva de
demócratas cristianos, socialdemócratas y liberales, contra lo que
calificaban personalista forma de gobernar; el intento de que Landelino
Lavilla fuera el candidato para las elecciones del año 1983; la ofensiva
de la Iglesia Católica por la ley del divorcio, elaborada por Francisco
Fernández Ordoñez; la desconfianza del Ejército hacia un presidente que
consideraban un traidor y un entreguista; su ruptura con quien fue,
durante años, su hombre de confianza, el vicepresidente económico,
Fernando Abril Martorell; el creciente malestar militar por el tema
autonómico, que se acentúa con los graves incidentes que se producen en
la Casa de Juntas de Guernica durante la primera visita oficial del Jefe
del Estado al País Vasco, crean un ambiente irrespirable y van minando,
día a día, la fortaleza de un presidente del Gobierno que se ve
abandonado por todos. Abandonado, incluso, por el propio Rey que, poco a
poco, y Suárez se da cuenta, comienza a poner distancia con su
presidente de Gobierno. Es, entonces, cuando empieza a darle vueltas a
su dimisión. A él no le pueden cesar como a Carlos Arias, porque es un
presidente Constitucional. Pero, sobre todo, es su obsesión, a él
tampoco, le pueden echar, como la criada que se ha llevado las joyas de
la casa.
Lo tenía claro y este cronista se lo oyó decir en
alguna ocasión: “Mi misión no es solo profundizar en la reforma, y en el
cambio, sino asentar a la Monarquía, pero no la Monarquía de Don Juan
Carlos, sino la Monarquía de don Felipe. Con el convencimiento añadido,
de que a mí, no me pide nadie la dimisión de mi cargo de presidente
constitucional de España, porque yo me marcharé en cuanto intuya el
menor “guiño” del Rey”.
No solo intuyó el guiño, sino que lo
pudo comprobar cuando el miércoles 28 de Enero de 1981 a las once y
media de la mañana le explica al Rey que ha perdido la confianza de la
opinión pública, después de los fracasos electorales en Andalucía,
Cataluña y Euskadi, que ha perdido la confianza de la prensa, que ha
perdido la confianza del grupo parlamentario porque, en contra de su
criterio, ha elegido como portavoz a Miguel Herrero y Rodríguez de
Miñón, frente a su candidato, Santiago Fernández Miranda, que la lucha
por el poder dentro de UCD es implacable, que cuenta con el odio de un
Ejército que sigue sin perdonarle la legalización del Partido Comunista,
que cuenta con la oposición de la Iglesia Católica por la Ley del
Divorcio, que los empresarios están convencidos de que está realizando
una política económica que les perjudica y que la Gran Banca conspira
contra él.
Se encuentra solo y asediado, con una imagen pública
deteriorada, la imagen de un político aferrado al poder, y como última
instancia, no encuentra en el Rey la mínima receptividad. Comprueba que
no le insiste para que siga. Para él, eso, es algo más que un guiño. Es
la comprobación de que ha perdido la confianza del Monarca.
Constitucionalmente no le puede pedir la dimisión, y él prefiere
presentársela, facilitándole la tarea. Ni siquiera le dice que lo
piense. Solo comenta con el Jefe de la Casa, Sabino Fernández Campo, al
terminar la Audiencia “Adolfo se nos va”. Frase idéntica a la que
pronuncia cuando, en un almuerzo en el restaurante Horcher de Madrid, el
día del Santo de Sabino, y delante de él, le comunica a la Reina el
relevo del Jefe de la Casa Real “Sabino se nos va”. Es la primera
noticia que Fernández Campo tiene de su relevo.
En efecto,
Suárez se va, se nos va, y en su despedida, deja en el fondo, el motivo
final de su marcha:”No me voy por cansancio. No me voy porque haya
sufrido un revés superior a mi capacidad de encaje. No me voy por temor
al futuro, Me voy porque ya las palabras parecen no ser suficiente y es
preciso demostrar con hechos lo que somos y lo que queremos, y yo no
quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un
paréntesis en la Historia de España”.
Suárez se va. Luego
vendría la elección de sucesor en la persona de Leopoldo Calvo Sotelo
como aspirante a la Presidencia del Gobierno y Agustín Rodríguez
Sahagún, como Presidente del Partido; el disparatado Congreso de UCD en
Mallorca, con una huelga de controladores de por medio que lo convierte
casi en una noticia de orden público, los graves incidentes en la Juntas
de Guernica ante Su Majestad el Rey, el nombramiento de Alfonso Armada,
como segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército, a pesar de la
oposición de Suárez, las cada vez más frecuentes reuniones de militares
convencidos de que había que intervenir ante lo que consideran el
desmadre de las Autonomías, raíz de los incidentes en el País Vasco y
cómo no, el Golpe en la tarde del 23 de febrero de 1981, que para muchos
solo es, a estas alturas, escenas de una mala película que ocurrió
hace, ahora, dentro de poco, treinta y dos años, pero que pudo terminar
con el sistema democrático.
Una película, que estuvo a punto de
convertirse en sangrienta tragedia, que duró diecisiete horas y media y
que en ella, faltan todavía, treinta y dos años después, muchas otras
fotos fijas, muchos otros fotogramas que expliquen ese final feliz que
se produjo y que supuso la consolidación de la Monarquía en España, su
prestigio como Institución y, la desaparición definitiva de esa
tradición golpista del Ejército español desde el siglo XIX.
Hubo a partir de entonces una “reconducción” del proceso autonómico con
la LOAPA (Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico), una
voladura controlada de la UCD (Unión de Centro Democrático) uno de los
partidos que más se dejó en la transición, una pérdida de influencia del
Ejército hasta la desaparición por completo del llamado “poder militar”
que, con su miedo tanto condicionó la transición, una presión creciente
para la entrada de España en la OTAN, especialmente por parte de
Estados Unidos, cuyo papel en el golpe está todavía por aclarar, y
finalmente, un triunfo por mayoría absoluta, meses más tarde, del
partido socialista , que permaneció en el poder durante catorce años.
Las imágenes y las otras fotos fijas que faltan, contribuyen a que
muchas incógnitas sigan sin resolverse, a que muchos temas permanezcan
en la obscuridad, a que algunas piezas no encajen en ese complicado
puzzle que es el 23-F…y que todavía se intenten buscar esas piezas en
los más recónditos lugares porque, desde el poder, se quiso en su
momento, enterrar todo lo más rápidamente posible, y con los menores
daños colaterales.
Se decidió limitar al máximo las
responsabilidades penales, sentando en el banquillo de los acusados a
solo treinta y tres militares y guardias civiles que habían participado
directamente en la asonada… Se evitó extender esas responsabilidades a
varias Capitanías Generales que a lo largo de la tarde estaban
dispuestas a seguir a Tejero y Milans del Bosch. Se extendió un manto de
silencio sobre la trama civil que durante meses, habían estado
estimulando a los militares a poner fin a un Régimen que llevaba al país
al desastre y a la ruptura de la unidad nacional. Se decidió liberar al
servicio de inteligencia, el CESID, de todo tipo de responsabilidad e,
incluso, absolver a uno de sus principales mandos, al comandante
Cortina… Se claudicó ante muchas evidencias para que el juicio pudiese
llevarse a cabo, cuando la mayoría del país pensaba que ese juicio jamás
se celebraría.
Y muchos episodios quedaron sumidos en la oscuridad más absoluta, al tiempo que muchos detalles claves dejaron de investigarse.
No se sabe, porque nadie investigó todo en torno a la contraseña
aparecida en el diario ultraderechista “El Alcázar” el día anterior al
golpe, anunciando que todo estaba dispuesto para la sesión del lunes
“antes de que suenen las 18, 30″ (la hora del golpe) ni la otra consigna
publicada con el texto “no es cierto que yo quiera dar un golpe militar
el lunes 23 de Febrero por la tarde…”
Se ignora por qué el
capitán de la guardia civil, Sánchez Valiente, adscrito al CESID y
colaborador del comandante Cortina, que huyó de España horas después del
golpe, con un supuesto maletín con papeles comprometedores, solo fue
juzgado, años más tarde, simplemente por “abandono del servicio”.
Se ignora el trasfondo de dos frases del Rey contenidas en el télex
enviado a Milans del Bosch: “Después de este mensaje no puedo volverme
atrás” y, otra realmente dramática, “Ni abdico, ni me voy, tendréis que
fusilarme”.
Sigue sin conocerse el nombre del “portavoz
parlamentario” que iba a servir de interlocutor entre los golpistas y
los diputados; la totalidad de las conversaciones grabadas aquella noche
a través de las centralita telefónica del Congreso y en otros centros
neurálgicos, que rebasan las cien horas, donde puede haber datos
reveladores de la actitud de muchos; el papel con la lista del Gobierno
que iba a proponer Alfonso Armada al Parlamento, que en un momento
determinado Tejero y que, ahora años más tarde, Armada dice que es el
papel que nunca existió; la actitud de varios capitanes generales como
el de Valladolid, Ángel Campano, que encerrado en su pabellón oficial,
tardó horas en hablar con el Rey porque se negaba a hacerlo, el de
Barcelona, Pascual Galmez, que llegó a decirle a Armada “Alfonso tu leña
al mono, tu zúmbales ahí bien ¿Qué se han creído esos diputados” o , el
de Zaragoza, Elicegui Prieto, que se había atrevido a decirle a su
Estado Mayor, en un auténtico mitin político, que España se encontraba
como en el 36 y que era posible que pronto iba a ser necesario una
intervención militar similar a la cruzada para reconducir la nave del
Estado, o de otros varios , jefes de regiones militares, que estaban al
tanto de todo,o de casi todo.
Casi todos ellos han muerto, no
han querido hablar nunca de aquella intentona, y algunos incluso, han
quedado para la historia como demócratas y defensores de la legalidad
constitucional.
Por otra parte, muchos de los personajes claves
de aquel día como Milans del Bosch, el general Aramburu Topete,
director de la Guardia Civil, o el mismo Sabino Fernández Campo,
secretario general de la Casa Real, (el primero que se dio cuenta del
doble juego de Armada y que aconsejó al Rey que no se presentase en la
Zarzuela lo que le permitió anunciar a los indecisos que “ni estaba en
Palacio ni se le esperaba”), también han desparecido y se han llevado
algún que otro secreto a la tumba. Especialmente Sabino Fernández Campo
que, en pequeñas fichas, anotaba detalles, anécdotas e informaciones
claves y curiosas.
Otros, están prácticamente enclaustrados,
como el coronel Antonio Tejero, que vive entre la Costa del Sol y
Madrid, que se dedica a la pintura y al cultivo del aguacate y que sigue
preguntándose que todavía nadie le ha explicados lo que realmente paso
el 23 F. Y dentro de su lógica lleva razón.
O el general
Armada, 93 años, prácticamente ciego, que sigue insistiendo en que fue
él, el que salvó la situación y que lo que quería era simplemente
terminar con el secuestro del Parlamento, reivindicando su inocencia e
insistiendo en que para él, primero es la Religión, después España y en
tercer lugar la Monarquía. “Yo fui al Congreso -insiste a todo el que
habla con él- a buscar una solución que permitiese salir de aquel
embrollo, (embrollo estimulado por él) para que no hubiese sangre y que
se liberase a los diputados. No he tenido ni tengo ambiciones políticas.
Solo he querido salvar a España y al régimen monárquico que lo
encarna”.
En efecto, él quiso salvar a España, de una
democracia que, según él era la causante del terrorismo de ETA, de la
ruptura de la unidad nacional con las Autonomías, del relativismo moral
del divorcio y de leyes que iban contra la doctrina católica, del caos
que habían provocado los partidos políticos y los sindicatos, y sobre
todo de su gran enemigo Adolfo Suárez. Y de paso, salvar al Rey, aun en
contra del propio Rey.
Por eso existen lagunas, enigmas, contradicciones y, sobre todo muchos misterios por resolver.
Treinta y dos años después de un golpe ideado por Armada, el que
siempre dice que quiso salvar a España y a la Corona, y apoyado por un
sector de los servicios de inteligencia y ejecutado por Tejero y por
Milans, las verdaderas claves solo las tienen Armada y el comandante
Cortina, que ocultan parte de la información a Tejero y Milans. Otras,
se mueven en el mundo de las interpretaciones personales y de
testimonios de parte interesados.
Por eso, la historia del
23-F, hay que reconocerlo, es una historia oral, ya que el golpe se hizo
sin papeles, sin planeamientos serios, rigurosos y unificados, con
datos que no conocen dos de los principales implicados (Tejero-Milans), y
los únicos documentos relacionados con el golpe que existen, son
posteriores a la toma del Congreso: el bando de Milans del Bosh por el
que se declara el toque de queda y la supresión de las garantías
constitucionales, el telegrama del Rey a los capitanes generales, donde
Don Juan Carlos confirma que ha ordenado a las autoridades civiles y a
la Junta de Jefes de Estado Mayor, que tomen todas las medidas
necesarias para mantener el orden constitucional, dentro de la legalidad
vigente, el comunicado que Tejero y Pardo Zancada intentan publicar en
“El Alcázar” y difundir por la emisora “La Voz de Madrid” justificando
la toma del Congreso; el “Pacto del capó” firmado antes de la liberación
de los diputados por el cual se libera de cualquier responsabilidad
penal a los implicados que tengan una graduación por debajo de teniente,
entendiendo que están actuando por “obediencia debida”, y el comunicado
de la retirada del bando de Milans en el que se declara el toque de
queda en Valencia , en la madrugada del día 24.
Es una historia
oral, reconstruida sobre todo, por periodistas y algunos historiadores,
por testimonios orales, con versiones antagónicas y contradicciones,
con intoxicaciones y datos con los que se ha intentado ocultar la
verdad, con declaraciones de los implicados, juzgados y condenados, que
no se han podido comprobar en todos sus extremos, ya que incluso, siguen
existiendo restricciones para poder investigar, desde el punto de vista
estrictamente judicial, determinados aspectos de aquella intentona.
Nadie puede sospechar que lo que son las Actas Judiciales, los
testimonios, las declaraciones, -aunque gran parte de ellas se
reproducen en libros como el que publiqué en Planeta en el año 1982 (“La
verdad del Caso Tejero. El proceso del siglo”)-, lo que es el grueso
del sumario, está en poder del Tribunal Supremo, que no permite su
consulta hasta que hayan transcurrido veinticinco años después de la
muerte de todos los procesados, o cincuenta años a contar desde la fecha
del fallido golpe de estado, es decir, en el año 2031.
No sé
lo que pasará en España en el 2031. Se lo que está pasando ahora Y lo
que está pasando es que estamos viviendo una de las mayores crisis que
ha vivido este país en siglos. Una crisis en la que, la ciudadanía,
puede estallar en cualquier momento harta de la corrupción y de la
inutilidad de algunos políticos, del poder y de la oposición, por
combatirla y ponerle freno.
España está en crisis, en una
crisis económica. Social, moral e institucional, y los españoles no
podemos permanecer impasibles ante tan grave situación y a la espera de
soluciones mágicas o de acontecimientos imprevisibles. Los ciudadanos,
cada vez más alejados de sus gobernantes y representantes, deben
reaccionar con iniciativas que exijan la reforma del sistema político
para mejorar la vida democrática, lograr la recuperación de la economía y
reforzar la cohesión nacional y el prestigio de España en la escena
internacional.
La grave crisis institucional y económica de
España nos ha llevado a seis millones de parados -un drama social y
familiar con alta repercusión en los jóvenes- a una juventud sin trabajo
y sin esperanzas, a intentos de escisión de la unidad nacional como los
que comienzan mañana en el Parlamento de Cataluña con la aprobación de
lo que será el inicio del Referéndum de independencia, y al deterioro de
la vida pública donde la escasa competencia y calidad de muchos
gobernantes (y los escándalos de corrupción) han provocado un creciente
alejamiento de los ciudadanos con respecto a los partidos políticos y la
clase dirigente.
En esta situación, que impide vislumbrar un
horizonte de recuperación y esperanza, han influido la crisis financiera
y el obsoleto modelo productivo español -centrado en los sectores
inmobiliario y de servicios- pero, sobre todo, el mal gobierno de la
nación, la debilidad de la oposición y la falta de acuerdos entre los
primeros partidos del país que no están a la altura de los graves
problemas planteados. Carencias flagrantes bajo las que subyace la
necesidad de la reforma del modelo político español para culminar el
paso de la “Transición” a la “Democracia” plena, una vez que el vigente
sistema político español de corte partidocrático, que sirvió bien para
facilitar el paso de la dictadura a un régimen de libertades
democráticas, carece de elementales reglas del juego democrático como
son:
1. La separación de los poderes del Estado (Ejecutivo,
Legislativo y Judicial) que en España no existe como tal, lo que impide
el control democrático de los gobernantes, permite su incompetencia y
facilita su impunidad frente a la corrupción y el abuso de poder.
2. Un sistema electoral justo y representativo, porque el vigente en
España que incluye graves fallos que impiden: por una parte, la justa
representación de todos los españoles en el Parlamento, en beneficio de
los dos grandes partidos y de minorías regionales y nacionalistas; y por
otra, la capacidad de los ciudadanos de elegir directamente a sus
representantes -y no a través de listas cerradas de los partidos- lo que
conduce a que nuestro país sea el único de nuestro entorno europeo
donde los ciudadanos no eligen directamente a ningún gobernante o
representante, empezando por el Jefe Estado y siguiendo por el
presidente del Gobierno, los presidentes autonómicos, los alcaldes y los
parlamentarios.
Para superar estos importantes problemas y
carencias, a las que se añaden otras sobre la calidad de gobernantes,
los parlamentarios y las instituciones, creo que es necesaria una
decidida reforma democrática en España que incluya iniciativas y cambios
como los que ha presentado a la opinión pública el periódico digital www.republica.com.
Por eso les traslado este manifiesto de diez puntos que deberían
debatir todos los que están interesados en la Reforma para evitar lo que
ya se está calificando fuera de España como “Un escenario de Final del
Imperio”.
1.- El presidente del Gobierno de España debe de ser
elegido por el sufragio universal de todos los españoles por solo dos
mandatos, y no a través del Parlamento que controlan los aparatos de los
partidos.
2.-Urge la reforma de “ley electoral” para favorecer
las listas abiertas, con circunscripciones y ajustes proporcionales
para “los restos” de los votos nacionales.
3.- Los órganos
gestores del Poder Judicial deberán ser elegidos por los cuerpos
jurídicos del Estado y no por el Gobierno y Parlamento. El Tribunal
Constitucional debe desaparecer para integrarse en una Sala especial del
Tribunal Supremo.
4.- El Parlamento debe garantizar el derecho
de palabra a todos los parlamentarios, y el Senado debe tener
competencias legislativas.
5.- Los Alcaldes deben ser elegidos por sufragio directo de todos sus ciudadanos, y las Diputaciones deberían desaparecer.
6.-Los partidos políticos, los sindicatos y las organizaciones que son
financiadas por el Estado deben ser auditadas y sus créditos, impuestos y
financiación publicitados.
7.- Los ministros, secretarios de
Estado, embajadores de alto nivel, presidentes autonómicos y
responsables de los órganos reguladores del Estado deben pasar, en el
Parlamento, un examen o consulta previa que certifique su idoneidad para
el cargo al que aspiran.
8.- La Universidad debe recuperar los
exámenes y oposiciones para garantizar la excelencia de sus
catedráticos, “sufrir” una profunda reforma tecnológica para su
expansión global y ofrecer contactos y canales de acceso al primer
trabajo de los jóvenes licenciados, para los que se ha de facilitar un
modelo de contrato de “primer trabajo”.
9.- Se ha de crear una Alta Escuela de la Administración del Estado.
10.- La lengua castellana debe ser obligatoria e ineludible en la vida
pública y especialmente Enseñanza, Administración, y la Justicia. El
Estado debe promocionar en el mundo global, a través de Internet, la
cultura y el idioma español.
Entre las consecuencias más notorias de esta reforma de la que hablo estarían:
1.-La separación definitiva de los poderes del Estado, una vez que al
ser elegido el presidente del Gobierno (Ejecutivo) por sufragio
universal directo, y en comicios diferentes el Parlamento (Legislativo),
la legitimidad de origen y las funciones de ambos Poderes del Estado
serán bien distintos y delimitados. Y a su vez, al margen del tercer
poder (el Judicial), cuyos órganos gestores serán elegidos solamente por
los cuerpos jurídicos del Estado.
2.-La elección del
presidente del Gobierno por sufragio universal con mandato limitado a
dos elecciones cohesiona la Nación -lo pueden votar todos los españoles-
y garantiza la presencia en los comicios presidenciales de candidatos
de indiscutible prestigio y experiencia, eliminando el riesgo de la
mediocridad que permite el “coladero” del aparato de los partidos en el
sistema actual.
3.-El Poder Judicial queda al margen de las
intrigas y las influencias políticas y mejorará su independencia y la
calidad de sus órganos reguladores, lo que garantizará la calidad y
excelencia de los altos magistrados del Estado, eliminando la insufrible
competencia entre el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional.
4.-Los ciudadanos elegirán directamente a sus representantes en el
Parlamento y estos responderán personal y directamente ante sus
electores. Y el Parlamento podrá ejercer su función de control del
Ejecutivo, y no como ocurre ahora donde el Ejecutivo quien somete y
controla al Legislativo y al Judicial.
5.-La elección directa
de gobernantes y parlamentarios sumada al que ha de ser preceptivo
examen de los que aspiran ser ministros y altos cargos de la
Administración, mejorará la calidad y la eficacia de los gobernantes y
representantes. Lo que sin duda favorecerá la creación de la Alta
Escuela de la Administración del Estado y la recuperación del prestigio
de la Universidad.
Una reforma que va más allá de la Ley
electoral y que, treinta y cinco años después de la aprobación de la
Constitución de 1978, necesitaría, por lo menos de un amplio debate
nacional, seguido de propuestas concretas que mejoren la calidad
democrática del país y de los ciudadanos y que ponga freno a una
corrupción que está a punto de terminar con el sistema democrático que
nos hemos dado los españoles…
No podemos permitir lo que está
pasando porque España no se lo merece Y porque esta, es una gran Nación a
la que le sobra talento, ilusión, ganas de vivir, historia y recursos
suficientes como para seguir ocupando un lugar privilegiado en Europa y
en el mundo. Ahora todo depende de nosotros y no solo de los políticos.
Muchas gracias y Buenas noches.