Mari Luz Cortes, la niña desaparecida en Huelva, es familiar de una jimenata.



Nos comentan que Mari Luz Cortés , la niña de 5 años desaparecida en Huelva el domingo es familiar de una jimenata.
Es sobrina de Milagros Cortés la mujer de Gabriel Jimenez.
Mari Luz desapareció el domingo en el barrio onubense de El Torrejón.La policia y decenas de vecinos y familiares de Mari Luz continuan batiendo las calles en busca de la pequeña

Batida general en Huelva.
El Cuerpo Nacional de Policía, la Policía Local, la Guardia Civil y los bomberos, más de 100 personas en total, buscan a Mari Luz Cortes, una niña de cinco años, de cabello rubio y ojos verdes, que desapareció el pasado domingo después de comprar una bolsa de patatas en un quiosco próximo a su casa. Mari Luz vestía un suéter fucsia, una falda vaquera y botas cuando salió de su casa en el barrio onubense de El Torrejón, hacia las 17.30, según relató ayer su madre, Irene Suárez. La niña llevaba un euro en la mano, que le habían dado para comprar las patatas.
Los padres, Juan José Cortés e Irene Suárez, ambos de etnia gitana, han trabajado en la venta ambulante. Desde hace poco, él, que es militante socialista y pastor evangélico y ha sido entrenador de los infantiles del Recreativo de Huelva, montó una empresa de construcción. "He vivido momentos muy difíciles en mi vida, pero éste es el peor", dijo.

El día anterior, él, como el resto de su familia, pensó que la demora de Mari Luz se debía a la habitual visita que la niña hacía a la casa de su abuela o a la de sus tías, muy cercanas a la suya. Pero al llamar al domicilio de estos familiares y comprobar que la niña no estaba con ellos el terror les invadió. Mari Luz no aparecía. La amarga búsqueda comenzó en ese mismo momento. La familia denunció de inmediato la desaparición ante la policía.

La pista de la chica se pierde el domingo, poco después de salir de la vivienda familiar. Tras la compra de las patatas, que fue confirmada por el quiosquero, nadie más la volvió a ver. "Mi hijo fue quien la atendió el domingo", recordaba José Salazar, el dueño del puesto donde se vio por última vez a Mari Cruz. "La niña vino, compró una bolsa de patatas y se fue", añadió.

"Muchas veces salía para comprar golosinas o lo que fuese. Pero el quiosco está al lado de casa y nunca le había pasado nada. A veces iba con alguno de sus dos hermanos mayores, otras sola", recordaba ayer la madre de la niña. Irene Suárez añadió que su hija es muy tímida y que nunca se hubiese ido con nadie a quien no conociese.

El padre, por su parte, no se explicaba lo sucedido. Hundido en el salón de su casa pedía que, por favor, le devolviesen a su hija. "No tenemos rencillas con nadie. A lo mejor ha sido un malentendido. A cualquiera le puede pasar si ve una niña sola y piensa que no tiene a nadie. Pero, por favor, que nos la devuelva, que no le pasará nada".

Decenas de vecinos y familiares de Mari Luz salieron a las calles, bajo la lluvia y el viento que azotaban Huelva la fría tarde del domingo. Batieron calles y parques cercanos sin resultado. Poco después se le unieron efectivos de la Policía Local, la Policía y la Guardia Civil, que mantienen, desde entonces, un amplio dispositivo de rastreo al que ayer se unieron los bomberos. La búsqueda se realizó en los barrios cercanos a la residencia de la niña.

La familia vivió ayer la angustia arropada por los vecinos de la barriada, que repartían y colgaban fotografías de la menor con dos números de teléfono para contactar.

Según contaba ayer su madre, Irene Suárez, la niña salió con un euro en la mano para comprar una bolsa de patatas en un quiosco cercano. Tras adquirir su chuchería -según confirmó el quiosquero-, nadie más volvió a verla. Entre los vecinos se especula con que la menor estuviese acompañada de otras dos niñas algo mayores que ella, pero la policía no lo ha confirmado.

"Muchas veces salía para comprar golosinas o lo que fuese. Pero el quiosco está al lado de casa y nunca le había pasado nada. A veces iba con alguno de sus dos hermanos mayores; otras, sola", recordaba ayer la madre, rota por el dolor. Irene afirma que su hija es una niña "muy lista", pero también "muy tímida" y que nunca se hubiese ido con alguien al que no conociese.

Juan José Cortés, el padre de la pequeña, hundido en el salón de su casa, pedía ayer, junto a su mujer, que le devolviesen a su hija. "No tenemos rencillas con nadie. A lo mejor ha sido un malentendido. A cualquiera le puede pasar si ve una niña sola y piensa que no tiene a nadie. Pero, por favor, que nos la devuelva, que no le pasará nada al que lo haya hecho". Los padres, de etnia gitana, han trabajado en la venta ambulante. Hace poco, él, que es militante socialista y ha sido entrenador de las divisiones infantiles del Recreativo de Huelva, montó una empresa de construcción. "He vivido momentos muy difíciles en mi vida, pero este es el peor", decía, casi en voz baja, frente a una nube de periodistas que invadían el salón de su casa.

El padre de la pequeña sostenía ayer una foto de su hija. El día anterior, él, como el resto de su familia, pensó que la demora de la pequeña se debía a la habitual visita que la niña hacía a la casa de su abuela o sus tías, muy cercanas a la suya. Pero al llamar al domicilio de estos familiares y comprobar que la niña no estaba, cundió la preocupación.

La familia presentó denuncia en la Policía Nacional y decenas de vecinos y familiares, bajo la lluvia y el viento que azotaban Huelva la tarde del domingo, comenzaron a buscar a la pequeña. Poco después, se le unieron efectivos de la Policía Local, la Policía Nacional y la Guardia Civil, que mantiene un amplio dispositivo de rastreo al que ayer se unió el cuerpo de bomberos. Las labores de ayer para buscar a la niña Mari Luz Cortés, desaparecida el domingo en Huelva, incluyeron un helicóptero, una unidad canina de bomberos y otra de buceo del mismo cuerpo. El rastreo se centró en calles cercanas, el vecino parque Moret -el más grande de la ciudad-, y edificios en obras, pozos y colectores de agua.

La familia vivió ayer la angustia arropada por sus vecinos, que repartieron y colgaron fotografías de la menor con dos números de teléfono para contactar. Y es que todo el mundo se conoce en el Torrejón. Por eso nadie temía que la niña, conocida por todos, corriese ningún peligro en el centenar de metros entre su casa y el quiosco; un trayecto en el que no tenía que bajarse de la acera. "Mi hijo fue quien la atendió el domingo", recordaba el dueño del quiosco donde se vio por última vez a Mari Cruz. "La niña vino, como otras veces, y compró una bolsa de patatas. Y se fue", relata.

Cronica de El País.

15 de enero de 2008
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