La incultura del ritmo por...Enrique Alcina


Llama la atención que las viejas glorias del rock tengan que salvar el cuello a muchos practicantes del culto al ladrillo, convenientemente disfrazados de promotores musicales. En un país siempre abandonado a la cultura musical, cuyo presidente se vanagloria en público de ser admirador de Melendi y Supertramp -son sus favoritos, tiene delito-, hace un par de décadas surgió la primera burbuja del rock, en este caso rock hispano, en plena ascensión y caída de la edad de oro del pop español. Los ayuntamientos sobredimensionaron a unos, pagaron cachés abusivos, pincharon el globo, y desde entonces no hubo recuperación. Se abre un paréntesis en la provincia gaditana, huérfana de grandes acontecimientos que no sean taurinos, siempre al margen de los circuitos musicales y culturales, viviendo de las migajas, poniéndose la venda. Aquí los ochenta también fueron un espejismo. Y la actualidad, una quimera. Los festivales de bandas de nuevo cuño pasan de largo, los hay por toda España menos en este rincón. Por algo será. Quizá influya de igual modo la cultura del gratis total, la cultura gratis y lo demás a precio de oro. De hecho, la generación de nuevos grupos, que este siglo aporta obras y figuras de gran calidad pero ajenas al público de la radiofórmula en que se ha convertido la vida, se bandea en los límites de la presunta independencia.El imperio de la amnesia, jaleado por la incomprensión y el desdén de los medios, no hace ni caso a las nuevas propuestas (hay grupos y cantantes tan buenos o mejores como los de antes: Quique González, Iván Ferreiro, Lori Meyers, Sunday Drivers, Deluxe) y mantiene en el olvido a las leyendas de décadas anteriores, aquí no hay viejas glorias, aquí se jubila a la mal llamada movida, enterrada en suplementos dominicales y desprecio colectivo.

Este verano asiste también a cierto resurgimiento, ya intuido meses atrás, la recuperación de la memoria reciente: grupos señeros vuelven a la carga con mayor o menor fortuna. Que el tiempo no te cambie es la pieza actualizada por los resucitados Tequila, que vuelven a la carga con su extraordinaria colección de canciones, que tanto influyeron a músicos latinoamericanos y que en España quedó sepultada por la prisa mediática, la enfermedad de los sentidos, nadie escucha, nadie habla, todos consumen nada. Aquí, a partir de los cuarenta, al histerismo dermoestético. Este año han regresado a los escenarios grandes cuarentones del rock hispano: ni caso. La historia, por ventura, está plagada de excepciones y, además, permite revanchas y guiños, certezas e ironías. Ni Dylan, ni Springsteen, ni leches. En agosto, la barbacoa... Georgie Dann en Castellar de la Frontera.

18 de julio de 2008
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