Arenas movedizas


Arenas movedizas
Debe ser un trauma que arrastro desde la infancia, pero si hay una muerte a la que tema es la de ahogarme en arenas movedizas. Ahora no recuerdo en qué película vi esta secuencia por primera vez, pero siempre que pienso en ella me entra un repelús inevitable. Morir abrasado tampoco debe ser plato de buen gusto, pero, qué quiere, cada uno da rienda suelta a sus miedos como puede.
Quizá por esa repulsión atávica, cuando veo algo que está sobre arenas movedizas, me echo a temblar, más cuando el peligro se cierne sobre muchos, tal es el caso de los ayuntamientos y las autonomías en cuanto el gran Solbes les corte el grifo. ¡Cuántos van a quedarse en el paro!

De momento y para abrir boca, ha empezado en el extranjero, que es donde empiezan todas las catástrofes sin importancia que luego aquí se convierten en tragedias irremediables. El gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, actor de palo en sus tiempos, ya ha dado el primer paso: 22.000 funcionarios a la puta calle. La crisis es la crisis y lo demás son ejercicios de supervivencia.
Esta situación, contemplada desde este país, antes o después, rayará el aquelarre, más que nada porque si se empezara quitándole la teta a los mamandurrios, quizá la cosa no llegara a los funcionarios pata negra que son los que se merecen todas las seguridades del orbe. Es decir, prescindiendo de los concejales inútiles, de los consejeros inútiles, de los asesores inútiles aunque sólo fuera en un 25 por ciento en la primera tacada –después llegarían otras–, piense en la cosecha que se recogería en los 8.111 municipios que hay en España (censo de 2007). Bueno, pues súmele otras partidas presupuestarias que también se llevan una pasta gansa, por ejemplo las destinadas a fundaciones varias o variopintas, asilos de políticos pasados de moda. ¿Y dónde me deja usted a los partidos políticos, ministerios, sindicatos y otras obras benéficas sin justificar? O sea, que no hay que irse a California, que con darse un garbeo por Celtiberia people se enmendaba la cosa.
En cambio, lo que es la vida, una parte de todo ese dinero que se ahorraría, debiera emplearse en pagar un seguro de responsabilidad civil para sufragar las meteduras de pata de los dedicados a la cosa pública. Piense sólo en la cantidad de veces que podríamos ser indemnizados por retrasos, imprevisiones y debacles generales que acarrean estos príncipes impunes. No tiene más que darle un repaso a su pueblo. Primero, ¿cree usted que sobran algunos de los que están abonados a la sopa boba? Segundo, ¿no recuerda ningún desliz que no haya costado una pasta gansa al contribuyente? Eso sin contar lo que usted y yo sabemos y que, por falta de papeles, se queda sólo en fundadas sospechas, ¿o no?
Pues esas, esas son las arenas movedizas que aludía al principio. También se llama equilibrio inestable; o sea, estar en tenguerengue. ¡Con la que tenemos encima!

p. c.
Leído en la sección de opinión de El faro Información.
Foto: Tiojimeno.

8 de septiembre de 2008
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