Ahora toca ser su eco... por Alberto P. de Vargas.


Sobre el padre Martín Bueno,que desde la cima de su ancianidad, siguió mirando el mundo con los ojos abiertos de aquel niño que nació en Jimena de la Frontera.
Ahora toca ser su eco.
ME lo decía Ángel Sáez Rodríguez en un escrito breve y me ha parecido tan a la medida de la pérdida que he adoptado la frase a modo de título. Ojalá que podamos ser su eco, el eco de un hombre generoso que ha unido a su legado de hacer el bien, un trabajo sistemático de observación y estudio. El padre Martín Bueno Lozano se marchó el lunes a la Casa del Padre y ya andará por allí preparándose algún borriquillo para montándose en su lomo, andar observando el horizonte de los paisajes del Cielo.
Porque allá no hace falta que ejerza su ministerio como hizo en esta tierra nuestra. "La última vez que hablamos -me escribe Ángel Sáez- fue una llamada telefónica desde Medina Sidonia, donde vivía retirado. Y es que había recordado de repente, con ochenta y muchos años, que, después de la guerra, cuando ejercía de cura por aldeas de pescadores desde Bolonia hacia Zahara, había visto una de las torres que yo estudiaba y el dato podría interesarme. Como recorría aquellos pagos a lomos de una mula, de ermita en oratorio, pasaba por senderos olvidados y quiso hablarme de la Torre del Cabo de Plata". Con motivo del duocentésimo septuagésimo quinto aniversario de la creación de la Parroquia de Nuestra Señora de la Palma, en Algeciras, que precedía en dos siglos a la Proclamación Canónica del Patronazgo, fui invitado a participar como pregonero en los actos conmemorativos. El padre Martín pronunció una conferencia magistral titulada: Orígenes de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Palma. Era el día 5 de agosto de 1998 y nuestro admirado maestro en bondad y saberes nos habló de cómo se repoblaron los solares de Algeciras, allá cuando la armada angloholandesa ocupó pérfidamente la plaza de Gibraltar, y de cómo aquellos gibraltareños acudían a la ermita dedicada a San Isidro Labrador recién abierta en el cortijo de Tinoco, asentamiento que se convertiría en Los Barrios. Con motivo de su nonagésimo cumpleaños, allá por el mes de mayo, José A. Hernández Guerrero escribía: "El pasado lunes, día cinco, el padre Martín Bueno cumplió noventa años. A pesar de que siente el cuerpo fatigado por el largo viaje, este hombre bueno mantiene el espíritu despierto por las luces que siguen inundando su dilatada vida y que han guiado sus múltiples tareas pastorales: la luz de las verdades en las que él cree, la luz de las promesas en las él que confía y, sobre todo, la luz del amor -de los amores- a los que él ha entregado toda su existencia. Nos sorprende cómo, desde la cima de su ancianidad, sigue mirando el mundo con los ojos abiertos de aquel niño que nació en Jimena de la Frontera". Su formidable El Renacer de Algeciras se ha quedado anclado entre mis lecturas permanentes.

13 de noviembre de 2008
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