Ricardo:
Como te dije, estoy colaborando habitualmente en el blog Global Galicia del periódico gallego La Voz de Galicia. Actualmente están en pantalla dos artículos míos. Uno es, por título y por contenido, eminentemente Jimenato. Se titula "Piñonate y Agua del Regüé". Te lo adjunto con el ruego de que lo reproduzcas en Tiojimeno. Si alguien quiere alguna aclaración o tiene alguna información que aportar sobre su contenido, con mucho gusto lo aceptaría.
Gracias. Un saludo
José Regueira
PIÑONATE Y AGUA DEL REGÜÉ
Hoy siento la necesidad de contar una historia. Empezaría así: “En el día de hoy, vencido y desarmado el ejército rojo… la guerra ha terminado…”. Este año 2009, concretamente el 1 de abril, se cumplirán setenta años desde que Francisco Franco pronunció esa frase triunfalista para los vencedores y dramática para los perdedores. Para los componentes de ese ejército rojo, “vencidos y desarmados”, empezaría la segunda parte de una enorme tragedia. Seguramente todos tenemos en la retina las imágenes de la huida por los Pirineos hacia Francia de una masa interminable de gente hundida, famélica y agotada. Otros se agolparon en el puerto de Alicante, el último reducto en poder de la República, en espera de un barco que los rescatara de una muerte casi cierta. Pocos lo lograrían porque sólo un barco, el Stanbrook, cumplió heroicamente su promesa de venir a Alicante a salvar a miles de personas.
Muchos de esos combatientes, vencidos y desmoralizados, fueron condenados a campos de trabajo donde realizaron obras faraónicas tales como el Valle de los Caídos, el Canal del Guadalquivir y otras similares, en las que muchos perdieron la vida. De estas obras, las más urgentes eran la fortificación de las fronteras terrestre y marítima, en evitación de que el ejército derrotado, apoyado por otros países aliados, intentase de nuevo penetrar en España. Así se construyeron miles de fortines o búnkeres en los Pirineos y las costas españolas, especialmente las más próximas al Estrecho. Más de quinientos fortines se construyeron en los ochenta kilómetros que van desde la desembocadura del río Guadiaro a la del Barbate. Algunos todavía se pueden ver, por ejemplo, en La Línea de la Concepción, a apenas cien metros de la entrada a Gibraltar.
Para la construcción de estas fortificaciones y de caminos, pistas de aterrizaje y otras instalaciones llegaron al Campo de Gibraltar miles de prisioneros, transportados en vagones de ganado y atados por las manos de dos en dos con alambres. Dos de estos hombres así unidos llegaron a la estación de Jimena de la Frontera, se dejaron caer agotados, sedientos y hambrientos en la explanada inmediata a la estación. Se acercaron dos jovencitas, a las que les pidieron agua. Las dos chicas les trajeron agua y seguramente piñonate, el dulce típico del pueblo. No sé si las chicas conocían la leyenda local: todo soltero que llegue a Jimena, tome piñonate y beba agua del Regüé (una fuente próxima) se casa en Jimena. Se cumplió a rajatabla: las dos chicas se casaron con los dos prisioneros.
Uno de estos prisioneros era poeta. Se llamaba Leopoldo Urrutia. Fue destinado a la oficina del destacamento, a donde llegaba la correspondencia, entre la que venían las condenas definitivas de muchos de aquellos soldados derrotados. Un día vio su nombre. Le entró pánico de que fuese una sentencia muy dura, porque su nombre ya era conocido por haber escrito numerosos poemas de apoyo al bando republicano e incluso un libro junto a Miguel Hernández, con el que tenía amistad. Tomó una decisión heroica: se comió el papel. Literalmente, se lo tragó. Allí moriría el poeta Leopoldo Urrutia, el conocido defensor de la República. En lo sucesivo adoptaría otro nombre literario. Con ese nuevo nombre llegó a ser Premio Nacional de Literatura, Premio de las Letras Españolas, medalla de oro de Córdoba, Hijo Predilecto de Andalucía. Entre otras distinciones.
Dije al principio que contaría una historia. No un relato de ficción. Porque lo que aquí cuento es pura realidad, por muy literario que parezca. En algunas ocasiones la realidad supera la ficción. Este autor en 1945 publicó su primer libro con el nuevo nombre: Leopoldo de Luis. Este libro se titulaba Alba del hijo, dedicado al único hijo que tuvo de su matrimonio con María Gómez, la chica del piñonate y el agua del Regüé.
Lo publico hoy por cumplirse setenta años de esta hermosa historia, prácticamente inédita, que cambió la vida de un ilustre poeta español. Pero sobre todo lo hago porque acabo de cumplir un viejo deseo de ese único hijo de Leopoldo de Luis, el destinatario de Alba del hijo: que yo lo acompañase a conocer la mágica fuente del Regüé, situada en un paraje idílico, hoy Parque Natural, por el que su padre paseó innumerables veces en busca de inspiración.
Este hijo sí conservó el verdadero primer apellido de su padre. Se llama Jorge Urrutia, es también un destacado escritor y poeta, catedrático de literatura de la Universidad Carlos III y hasta hace unos meses fue el director académico del Instituto Cervantes. Muchos de vosotros seguramente conoceréis al padre y al hijo. Ésa es otra razón de haber escrito esta historia con inicio dramático y final de cuento de hadas.
José Regueira Ramos
Piñonate y agua del Regüe por .. Jose Regueira
comentarios gestionados con
Disqus
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)