Extraña euforia
Lo he visto sentado en un banco de la plazuela y, al volverme, ‘qué tal, cómo estás’, ha reproducido con una mueca la resignación de sus días de parado, va ya para un año.
—Así que nada, tieso, cómo voy a estar... Fíjate que antes mi mujer me mandaba todas las noches a tirar la basura y ahora me manda a recogerla…
Cuando me alejaba, me he vuelto a mirarlo otra vez, sonriendo aún por la ocurrencia y maravillado, sobre todo, por la capacidad inmensa de hacer chistes de todo, incluso de situaciones penosas como la suya; un tipo cincuenta y seis años, un obrero de la escala básica, se diría, que ha vagado por distintas empresas durante toda su vida, alternando rachas de paro con contratos de varios años, horas extras y chapuces en la economía sumergida. Y ahora, que de nuevo está en el paro, mira su alrededor, olfatea el calado de la crisis que tenemos encima, se mira las manos arrugadas, encallecidas, y comprende que, aunque se recupere la situación algún día, es muy difícil que vuelvan a contar con él. No sabe cómo va a tirar para adelante cuando se le acabe el paro, dentro de un año, ni cómo se las va a ingeniar para seguir cotizando hasta que se jubile, pero nada de eso le ha quitado la sonrisa, este humor negro del paro.
Es fácil de entender, por tanto, la perplejidad de hace unos días de The Wall Street Journal, que no se explicaba cómo es posible que en España no haya explotado ya en conflictos sociales, que el Primero de Mayo se haya limitado a manifestaciones institucionales, la fiesta de los liberados sindicales, mientras que el personal de a pie, el trabajador precario y el parado desahuciado, ajeno a todo, se la montado como ha podido para pasar el puente con la familia, unas cervezas y una siesta al sol. «Pese a las disparatadas tasas de desempleo, los españoles no pierden la calma», dice el diario norteamericano. Lo lógico, para la mentalidad americana, es que con un 17 por ciento de paro (¡qué diría el analista si se fijara sólo en Andalucía, que rebasará este año el 27 por ciento de paro!) el país tuviera los síntomas sociales de la gran depresión, pero no. «Los españoles no están durmiendo en masa debajo de los puentes y en las afueras de las ciudades no se divisan asentamientos espontáneos de tiendas de campaña. Todavía no se ha convocado ninguna gran huelga general», relata el diario en su asombro.
En la explicación del por qué ocurren así las cosas en España, The Wall Street Journal se centra en las características de la economía española, escasa movilidad de los trabajadores, baja productividad, economía sumergida y rigidez del mercado laboral. Y todo eso junto, que en tiempos de bonanza se traduce en un menor crecimiento, «ayudan a amortiguar el impacto de una crisis».
El diario neoyorquino podría haber ampliado incluso su perplejidad si, antes de redactar el artículo, el comentarista hubiera tenido acceso a los últimos sondeos de optimismo ciudadano, que ha subido en casi ocho puntos. Somos más optimistas después de la peor racha de subida del desempleo de la historia y a pesar de que todos los organismos internacionales afirman que España será de los últimos países desarrollado en salir de la crisis. Que lo diga el gobierno, como ocurrió ayer, vale, pero que lo piense el parado, ciertamente no tiene explicación. Como el tipo aquel de la plazuela. Quizá donde otros ponen ingenio contra la crisis, aquí se le pone humor. Será.
Leído en:El Blog de Javier Caraballo
Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula", y en la tertulia andaluza de esta misma cadena "Ruedo Andaluz".
Extraña euforia ... por Javier Caraballo
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