La especie que dejó el monte.


Medio Ambiente se compromete a modificar la normativa 'ultraconservadora' que ha impedido el crecimiento económico de los municipios de la zona protegida.

"Estimada consejera, ruego olvide el proyecto sobre la yeguada presentado decenas de veces por escrito, ya que he sopesado que, aunque tenga dinero para acometerlo, no me quedarían años para verlo hecho realidad" . En esos términos se dirigió Augusto Aulet, presidente de la Asociación de Fomento Caballar y uno de los criadores más reputados en el mundo del turf nacional, a la Consejería de Medio Ambiente. Era su manera de renunciar a su millonario plan para criar caballos ingleses de carreras dentro del parque de Los Alcornocales, un lugar ideal en el triángulo de las carreras de Pineda, Mijas y Sanlúcar. ¿La razón? La finca en la que se había fijado no llegaba a las 50 hectáreas. En Los Alcornocales, por una extraña directiva de 2004, o tienes 50 hectáreas o no puedes poner ni una cerca; o tienes 50 hectáreas o tienes que estarte quieto. Aprobada con el decidido apoyo ecologista, única en su género en los parques naturales de Andalucía, protege al latifundio y condena al minifundio.

Antonio Lozano, nacido en Algar, quiso honrar la memoria de sus padres. Restauraría la casa en la que nació, volvería a habitarla, a darle vida. La respuesta: no. ¿Tiene su finca 50 hectáreas? Naturalmente que no, es una casita y poco más. No hay nada que hacer.

Juan El Pelusa, un filósofo del monte, cuenta una historia mientras acaricia a sus mulas morenas, las mulas con las que los habitantes del monte extraen el corcho: "Los políticos que han salido de aquí, los Blanco, los Pizarro, los Perales, escuchaban de chicos, absortos, a un cabrero. Yo he visto al cabrero contarles lo que era el monte, cómo el hombre creó el monte, cómo el hombre era la principal especie del monte. Y ahora los políticos vienen a echar al hombre del monte".

Así es. Alcalá de los Gazules, cuna del socialismo gaditano, es uno de los pueblos que se quedan sin habitantes. No tanto en el pueblo, sino en el monte. Ya muy pocos viven en él. El monte se ha vuelto hostil, se ha "funcionariado". Están los trabajos forestales, con los que se alimentan unas doscientas familias. Egmasa, de titularidad pública, ha gestionado esos empleos. Pero ahí se acaba todo. Al contrario que en otros parques naturales, Los Alcornocales se ha ensimismado. No hay casas rurales, no proyecta ninguna otra riqueza que la (poca) que da el corcho. Los senderos son pedregosos y sólo los carteles anuncian caminos poco acondicionados en comparación con los que se pueden ver en otros parques naturales que han dado mucha riqueza a sus pueblos de cabecera, como los de Grazalema o Cazorla.

En la Venta Los Gallos, arrinconada por el trazado de la autovía, Francisco, uno de los propietarios, cuenta la escena de "decenas de personas con sus mulas pidiendo trabajo para el corcho. Los patios están llenos del corcho del año pasado y no hay trabajo ni para la mitad de los que emplearon hace un año. La gente se tira a los lazos, incluso al robo de ganado. El monte nos da la espalda. Aquí vino la Junta y lo único que nos trajo fue multas y más multas".

"Se transformará el paisaje. Sin la presencia del hombre, por pura acción de la naturaleza, el bosque se hubiera inmolado. Es el hombre el que ha legado este parque por mucho que haya ecologistas que crean que es más importante el vuelo de un alimoche que la vida de una persona". Quien habla es Javier Gómez, ingeniero de montes, un segoviano que se enamoró de Los Alcornocales. Tiene una pequeña finca en el borde del parque, en la carretera hacia Benalup. Él ha recogido las 800 firmas que tiene sobre la mesa el Defensor del Pueblo Andaluz para que se elimine la normativa que protege a las grandes propiedades. "Lo que ha sucedido es que los pequeños propietarios han vendido a los grandes, a sus vecinos, porque no tenían nada que hacer con su terreno; pero el grande tampoco hacía nada, ya que lo tiene para el corcho y los cotos privados de caza".

El plan protector de 2004, el más estricto de Andalucía, no ha impedido que los alcornoques sigan muriendo, que el paisaje esté cambiando por un fenómeno climático que se ha ensañado con este bosque. Es la prueba microscópica de un cambio climático universal. El alcornoque se asfixia en su soledad.

"Meteré un cerillo y el fuego empezará por Alcalá y saldrá por la sierra de Cabra y a tomar por culo el parque, ni pa ti ni pa nadie. Todavía no ha llegado el gran incendio de Los Alcornocales", nos cuenta un apocalíptico lugareño.

Hay propietarios que consideraban la junta rectora del parque, la misma en que hace una semana se escucharon voces de hartazgo contra los retrasos en los cambios de la normativa, un club social. Ahí se vetó cualquier desarrollo en fincas menores de 50 hectáreas. Hoy muchos miran atrás y no se lo explican. El consejero de Gobernación, el alcalaíno Luis Pizarro, ya se ha mostrado favorable a que se cambie lo que en los cuadros socialistas se considera, sin más, "un disparate".

El alcalde de Alcalá es el socialista Arsenio Cordero. Tiene el compromiso de la consejera de Medio Ambiente, Cinta del Castillo, de que, después del verano, se volverá a lo razonable y las localidades podrán llevar a cabo el desarrollo sostenible en el que le sacan varios cuerpos de ventaja decenas de pueblos de monte. Crespo levanta su protesta: "Está bien el chóped, pero también quiero comer jamón. Es verdad que los trabajos forestales dan empleo. Así debe ser y así debe seguir, pero dadme otras posibilidades", explica el regidor.

Leído en: http://www.europasur.es

22 de junio de 2009
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