Ibn `Âshir Al Andalusí, un jimenato del Siglo XIV


TANDALUCES: IBN ‘ÂSHIR AL-ANDALUSÍ
Su nombre era Abu l-’Abbas Ahmad ibn Muhammad ibn ‘Umar al-Ansari al-Andalusí. Sufi de la época marînî, enterrado en Salé donde murió en el 764 o 765, correspondientes al 1362/3.
Era originario de Jimena de la Frontera. Por razones desconocidas, abandonó su ciudad natal y se instaló en Algeciras. Ahí se ganó la vida enseñando el Corán. Un sabio personaje de la ciudad al que frecuentaba y con el que tenía plena confianza le aconsejó abandonar al-Andalus antes de que se apoderaran de ella los cristianos. Emprendió entonces la peregrinación a Meca. A su vuelta de Oriente, se detuvo en Fez y después se trasladó a Meknes donde vivía una de sus hermanas. Sintiéndose incómodo en la ciudad retomó su camino y fijó su nueva residencia en Shâlla sobre la orilla izquierda de Bu Regreg.


Un sufi, Abu ‘Abdallah Muhammad al-Yâburî, del que se hizo discípulo, le ofreció una jalwa en la zawiya que había fundado en el interior de un cementerio. A la muerte de su maestro, abandonó ese lugar tranquilo y tan propicio para la meditación, por otra zawiya que se encontraba en Salé, sobre la orilla derecha del río, cerca de la gran mezquita. Más tarde, con algunos ahorros duramente amasados, adquirió una casa modesta situada en la parte oeste de la ciudad, frente a la puerta al-Mu’allaqa que se abre sobre el cementerio donde fue edificado posteriormente su actual mausoleo.

Ibn ‘Ashir, a pesar de su saber, no era un intelectual, ni era tenido por ‘alim (sabio). Sobretodo enseñaba Corán y sólo, con el objeto de poder subsistir, pues siempre se impuso a sí mismo como regla inquebrantable, vivir del trabajo de sus manos.

Un historiador, Ibn Qunfudz de Constantina relata que en la época en que se encontró con él (1361/2), alrededor de dos años aproximadamente antes de su muerte, se procuraba el alimento cotidiano copiando una obra de hadiz, la ‘Umda, uno de sus libros preferidos. Releía cada copia que hacía y la vendía exactamente por el precio del trabajo. Su aversión hacia el mundo le valió reputación de solitario y malhumorado.

El año 1356, el Sultán de Marruecos Abu ‘Inan al-Mârinî intentó vanamente atraerlo hacia su corte. Es por lo que los modos atentos y amables con los que acogió al historiador Ibn Qunfudz fueron objeto de sorpresa general entre sus discípulos.

Su propensión hacia la soledad, el gusto por el silencio y la meditación se fueron acentuando en él con la edad. No amaba en absoluto la práctica del samâ’. Soportaba lo justo las reuniones con los fuqarâ que siempre rehusaba presidir y durante las cuales raramente tomaba la palabra y aun con mucha reserva cuando lo hacía. Vestía muy sencillamente, era difícil de abordar, sombrío, amante de la compañía de los muertos, así era Ibn ‘Ashir en su última época.
Publicado hoy en : http://identidadandaluza.wordpress.com

17 de octubre de 2009
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