Todavía sigo con la sorpresa de cuando leí las primeras declaraciones que nos anunciaban la subida de impuestos y cuya
Todavía sigo con la sorpresa de cuando leí las primeras declaraciones que nos anunciaban la subida de impuestos y cuya pronunciación sin embargo parecen tener prohibida los miembros del Gobierno. Decía que «los que tengan más recursos deberán apretarse el cinturón para garantizar las políticas sociales y de inversión pública». Que paguen los ciudadanos, tal y como se hacía en la Edad Media.
Ahora tenemos la retaila de impuestos: IRPF, Patrimonio, Sucesiones, IVA, IBI, etc... Sin contar el coste de la vida en las distintas regiones y que nos convierte en ciudadanos de distintas «divisiones». Esta situación ha sido provocada por las políticas económicas de estos últimos años, que mientras penalizan a ciudadanos de algunas zonas, benefician a los de otras, siempre condicionado a la influencia de votos según la autonomía. Y esto sí que no es «café para todos». Somos un país de grandes paradojas y, a la vez, «parajodas» (perdón).
¿Pero, hacia dónde navegamos? Pasas toda la vida trabajando con enorme esfuerzo para con tus ahorros hacer un patrimonio que ceder con ilusión y resulta que esto no es solidario, que parte debe quedárselo el Estado para repartirlo a un albedrío que prefiero no saber. Será que lo idóneo en este país es que alguien te regale lo que no te has ganado con tu trabajo. Pero en el ínterin pagas tus impuestos religiosamente, con un IRPF que se lleva una muy buena parte de tus ingresos (el Estado es el socio de todos los españoles, pero con un pacto de accionistas ventajista para él). Gracias a ello no podremos ni ahorrar ni consumir lo necesario, y creo que así no es como se crea riqueza. ¿Será posible que aún estemos cuestionándonos políticas anticuadas y demagógicas, más propias de países como Cuba o Venezuela? Desalentador.
Estas manifestaciones de miembros del Gobierno me recuerdan a Robin Hood. Hasta ahí, poco que objetar, pues también acepto que cuando un país no va bien hay que buscar fórmulas entre todos para corregir el mal estado económico, a la vez que tratar de no perder los principios de solidaridad que permitan mantener la redistribución justa de los recursos. Y para mí, justicia es que quien se lo merece reciba su justa compensación y, quien no, que apechugue. Por supuesto, excluyo a todos aquellos que por causas justificadas no puedan acceder a un bienestar determinado, y entonces sí que el Estado debe velar por ellos. Pero sin triquiñuelas, pues no olvidemos que somos descendientes del Lazarillo de Tormes.
La teoría, que en los libros siempre suele ser buena, a veces no lo es en algún sistema político cuya gestión se basa en redistribuir aplicando «sus» cuotas de solidaridad de tal modo que al final todos acaban siendo más pobres. Es lo del «café para todos», que beneficia a los que viven del cuento y perjudica a los que tiran del carro. Ahora, eso sí, en estos países la redistribución también crea unos pocos nuevos ricos. Y supongo que imaginan quiénes son, ¿verdad?
Traten de no descapitalizar al país y llevarlo a límites insostenibles de déficit, con una situación que puede tardar años en recuperarse y perder en meses lo ganado en años. Este último aspecto es el gran indicador del estado de madurez y civismo de un país y por el que hay que velar para que todos estemos protegidos. Pero sin matar la gallina de los huevos de oro (ya tal vez de plata o bronce).
Yo les diría a los gobernantes que estas medidas pueden ser necesarias, amén de muchas otras, pero siempre que ellos cumplan con su obligación de administrar con rigor y honestidad. Y que las cuentas cuadren, pues de su cumplimiento depende el futuro del país. Prediquen con el ejemplo, gestionen bien y consigan que las contraprestaciones sean mejores y los gastos se reduzcan, como hacemos todos a nivel doméstico. Porque en algunas ocasiones no solo no se aplican los recursos adecuadamente, sino que se malversan los caudales públicos. Con una mano te quito a través de los impuestos y con la otra te doy subvenciones varias -esta segunda muy populista y en algunos casos inservible-. Los 400 euros del IRPF, los 210 euros de ayuda al alquiler, los 420 para los desempleados.... El «pan para hoy», mal gestionado, suele conducir al «hambre para mañana». Y además, ¿no podría hacerse de forma más simple y regularizarlo en una sola operación?
Señores gobernantes, sean también ustedes más austeros y eficientes. Los ciudadanos les hemos elegido para que administren lo mejor posible nuestro dinero. Si todos tenemos que apretarnos el cinturón, ustedes los primeros. Al ciudadano se le puede pedir, hasta exigir, pero no se le puede tratar como si fuera un analfabeto. Ya es hora de que entiendan lo que son las sinergias. Este es el mandato que les hemos encomendado. Administren eficientemente los recursos fomentando la inversión empresarial. No pierdan más el tiempo. Déjense de acusaciones continuas, de pelearse entre ustedes los políticos y expliquen claramente cómo gestionan nuestros dineros. ¿Lo intentamos y empiezan ustedes? Nosotros seguiremos su ejemplo y entre todos recuperaremos el bienestar que este maravilloso país merece. Si todos ponemos nuestro granito de arena, lo conseguiremos.
Gabriel Masfurroll.
Empresario,presidente y consejero delegado de USP Hospitales
Vuelve Robin Hood ... por Gabriel Masfurroll.
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