José Bono no es un político mal pagado; ni en sueldo, ni de sí mismo. Como presidente del Congreso, cobra 169.000 euros anuales. Tampoco le va mal a su mujer, que lleva unas franquicias de joyería. Y como hay apellidos con suerte, también tienen fortuna los cuatro hijos; uno de ellos gestiona una hípica familiar. El patrimonio del afortunado clan, según desveló Alicia Gutiérrez en Público, suma al menos seis millones de euros. La mayor parte llegó después del año 2000, una década prodigiosa en la que han comprado nueve casas, un local y tres parcelitas para los caballos. Esto no significa que Bono haya robado.
Son pocos, pero también hay ricos honrados. Aunque hay al menos un par de operaciones inmobiliarias bastante feas que Bono debería explicar.
La primera, ese ático que ha comprado uno de sus hijos, con su ayuda, en el Madrid de los austrias: 162 metros, cerca del Palacio Real y la plaza Mayor. Ha pagado 450.000 euros, a 2.777 euros el metro; un chollo espectacular, incluso para las gangas que ha dejado el ladrillazo.
La segunda también es cosa de áticos (se ve que los Bono son una familia de altura): cómo convenció a una constructora, Reyal Urbis, para que le cambiase un viejo piso de 137 metros en Madrid por dos nuevos áticos de lujo en Estepona que suman 267 metros cuadrados. La permuta es legal, claro que sí. Pero, ¿para qué quiere una constructora un piso de segunda mano? Reyal Urbis, casualmente, no sólo construye en la costa del Sol. También levantó sus buenas urbanizaciones manchegas cuando la comunidad la presidía Bono. Así que viendo lo bien que compra y lo mucho mejor que vende, es una pena que su talento se pierda en un puesto de gala en el Congreso. Con lo mal que está el ladrillo, ha llegado la hora de que Bono sea ministro de Vivienda.
Publicado hoy en el Diario El Público.
La Firma: La Fortuna de los Bono ... por Ignacio Escolar.
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