LA FIRMA: Recortes... por Eduardo Jordá.


Es comprensible que la gente esté mosqueada con el drástico plan de recortes del Gobierno, porque uno tiene la impresión de que los sacrificios siempre se los llevan los mismos, es decir, los que siempre han tenido que hacer sacrificios. Mi impresión es que la gente que va a sufrirlo lo hubiera aceptado con un mal inevitable, pero antes se tendría que haber empezado por imponer un recorte también drástico a los sueldos de los altos cargos de la Administración, y de los parlamentarios, y de los banqueros que se han beneficiado de ayudas públicas.

Y aunque esto no fuera posible, se les debería haber exigido un gesto elocuente de ahorro o de austeridad. En un momento de gravísima crisis económica no se puede cargar todo el peso de los recortes sólo sobre funcionarios y pensionistas y empleados públicos. ¿Qué pasa con los parlamentarios nacionales y autonómicos? ¿Y con los cargos de libre designación, tan abundantes en todas nuestras administraciones? ¿Y con los banqueros que se conceden unas jubilaciones gigantescas, como si fueran a vivir 539 años después de retirarse? ¿Y con los actores y las productoras que trabajan para las televisiones públicas? Un buen líder político debería haber anunciado que todos ellos también iban a sufrir los recortes. Por simple decencia. Y por ejemplo moral.

Pero de momento no hemos oído nada de eso. Y eso es lo que nadie entiende. Desde que llegó al poder, el presidente Zapatero había proscrito la palabra "sacrificio" de su vocabulario. Y también había desterrado toda mención al esfuerzo o a la responsabilidad individual, o al trabajo bien hecho, o a la productividad, o a la excelencia profesional. En su mundo de color de rosa, estas palabras no tenían sentido. Y, en cambio, llevaba años y años repitiendo las palabras que nos lo prometían todo sin exigirnos nada: subvención, gratuidad, ayuda, concesión, subsidio, prestación… En cierta forma una gran parte de la ciudadanía sólo conoce esta clase de vocabulario. Y, de un modo u otro, todos nos hemos acostumbrado a vivir con una especie de respiración asistida en forma de ayudas y estipendios. Mucha gente incluso había llegado a creer que todo se lo iban a dar hecho, o medio hecho, o un poco hecho, como los filetes de entrecot.

Esta grave ocultación de la realidad no era sólo patrimonio del Gobierno. De hecho, todos los partidos competían en ofrecer bajadas de impuestos junto con mayores beneficios sociales. Una persona sensata habría empezado a pensar que eso no era posible, o sólo en un corto periodo de bonanza económica. Pero no queríamos ser sensatos, porque ya nos habíamos acostumbrado a vivir en un agradable sueño narcótico. Pues bien, ya ha sonado el despertador. Bienvenidos a la realidad.


16 de mayo de 2010
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