Sin entrar en demagogias facilonas, es indiscutible que durante muchos años buena parte (no todos) de nuestros representantes políticos han tirado del presupuesto oficial con la misma alegría con que los promotores y constructores tiraban de la cartera llena de billetes blanqueados en los puticlubes de lujo. Ante el vergonzoso desfile de derroches recortados, uno no puede por menos que preguntarse por qué no lo han hecho antes.
No vale lo de las "flacas gordas" y tal y cual, que la hierba con que se alimentan los bichos salía antes, y sale ahora, de nuestros bolsillos, y si las familias se han sobreendeudado en este tiempo, con su nómina lo han hecho y no con la del vecino. Durante varias legislaturas nuestros políticos (no todos) se han rodeado de amiguetes, correveidiles, ex cargos, cónyuges de cargos y ex cargos, hijos de cargos y ex cargos, ex ecologistas comprados, ex rivales transfugados y, en fin, toda una corte de genuflexos pagados de nuestro bolsillo bajo la dudosa etiqueta de "personal de confianza". De tanta confianza, a veces, que ni aparecían por los Ayuntamientos, las Diputaciones, las Mancomunidades, etc, etc. Igual es que trabajaban desde sus casas, vaya usted a saber. Televisiones y empresas públicas hiperendeudadas, comilonas fitúricas, viajes "de promoción" a Dubai, Miami o Nueva York, encargos peregrinos a consultorías externas (llevadas quizá por un ex consejero o un ex delegado provincial de a saber qué). ¿Quién necesita gastarse 700.000 euros en un estudio sobre la mejor forma de interconectar la Bahía de Algeciras? ¿Es que los ingenieros y arquitectos de las administraciones no son tal en realidad, sino también ex cargos de la Junta o de los Ayuntamientos, que nadie sabía dónde meter? ¡Por favor! Los ejemplos de la sangría son tantos, que se le calientan a uno las yemas de los dedos sobre las teclas del ordenador. Que vale, que no, que no todos nuestros políticos han metido la mano con tanto descaro. Pero todos -todos- sabían perfectamente quiénes lo hacían, y en lugar de cantarles las cuarenta o de negarse a ser cómplices del saqueo, han preferido mirar hacia otro lado y creerse aquello de que "no todos somos iguales".
Ricardo Tejeiro