En este año que finaliza se han cumplido ciento veinte años de la inauguración del ferrocarril Algeciras-Jimena, primer tramo de la línea Bobadilla-Algeciras que se inauguraría en su totalidad unos años después. Jimena y las estaciones de esta línea rompían así su secular aislamiento, ya que tampoco existían carreteras. Cincuenta años después de la inauguración de este primer tramo, al finalizar la guerra civil, llegó a Jimena un contingente de hombres para construir la carretera Ronda-Algeciras y la de Puerto Gali, entre otras obras como una pista de aterrizaje en Barría.
Estas carreteras no se construyeron con la intención de mejorar las comunicaciones a estas poblaciones sino que formaban parte del amplio abanico de caminos militares y fortificaciones defensivas y ofensivas en torno al Estrecho ante el temor a una eventual invasión e incluso formando parte de la operación Félix, un proyecto secreto de Franco para reconquistar Gibraltar.
El caso es que con ese motivo llegaron a San Pablo, Jimena, Almoraima y otras poblaciones cercanas centenares de hombres que habían participado en la guerra civil recién terminada: unos habían luchado en el bando perdedor y venían como prisioneros formando parte de los Campamentos de Trabajo; otros eran militares que venían custodiándolos. Esta insólita presencia de hombres forasteros jóvenes era una novedad en nuestros tranquilos pueblos, que acababan de perder una buena parte de sus propios jóvenes varones, víctimas de la guerra, la represión o el exilio. Como consecuencia de esta presencia juvenil masculina foránea, surgieron relaciones con chicas jóvenes de la localidad que en ocasiones se tradujeron en noviazgos y en matrimonios. Hay docenas de ejemplos de matrimonios mixtos de jimenatas con prisioneros o con militares que tuvieron su base en Jimena o en los pueblos cercanos, aunque casi ninguno de estos matrimonios permaneció viviendo en Jimena mucho tiempo, trasladándose a la tierra de origen del novio o a nuevos destinos en el caso de los militares.
Uno de estos matrimonios fue el de María (Mariquita) Gómez con Leopoldo Urrutia, que más tarde sería una figura de las letras españolas (especialmente de la poesía) con el nombre de Leopoldo de Luis. A este gran poeta ya Jimena, aunque de forma tardía, le ha hecho algún tipo de reconocimiento dándole su nombre a la Casa de la Cultura del pueblo. Asimismo de alguna forma se ha reconocido la obra de su hijo Jorge Urrutia, catedrático de Literatura de la Universidad Carlos III y destacado escritor y poeta, que hace pocos meses presentó aquí el libro De una edad tal vez nunca vivida, donde desgrana sus recuerdos de infancia y juventud en Jimena y que pretende ser un homenaje al pueblo y especialmente a sus padres.
La familia Gómez vivía en la primera casa saliendo de la estación de ferrocarril a la derecha, donde hoy está el restaurante La Vía. A apenas cien metros de distancia, en la propia Estación, vivía la familia Jiménez Caballero, de los que solo Guillermo sigue viviendo en la Estación. Una hermana de Guillermo se casó con un militar que creo estaba destacado en Almoraima. Una hija de este matrimonio se llama Ángela Reyes Jiménez y es una gran poetisa y escritora que está en posesión de múltiples premios de poesía y de narrativa. Juntamente con su marido Juan Ruiz de Torres crearon en 1980 la Asociación Prometeo de Poesía, de la que ella sigue siendo la secretaria general y desde la que están haciendo una grandísima labor de promoción, estímulo y enseñanza de la poesía y narrativa en lengua castellana. Al amparo de esta Asociación se acogen centenares o posiblemente millares de destacados poetas y escritores de habla hispana, tanto españoles como americanos.
Ángela nació en la Estación de Jimena (“en la cama de mis abuelos”, dice con orgullo) aunque, como hija de militar, tuvo que irse muy pronto del pueblo. Pero lo lleva en el alma, presume de ser jimenata al menos de cuatro generaciones, su procedencia de Jimena está en todas sus obras y presentaciones de libros, utiliza el nombre de Jimena en sus obras para personajes y lugares y tiene gran interés en que se la conozca literariamente aquí, que se lean sus obras. Para ello ha mandado a la Biblioteca Municipal un buen lote de libros de poesía y narrativa tanto suyos como de su marido Juan Ruiz de Torres, que es sin duda una figura de las letras españolas. A mí me envió, como Cronista Oficial, dos libros suyos de narrativa: Benedicamus Domino y Morir en Troya. Los dos han sido premiados, el primero con el premio Majadahonda y el segundo con el premio Juan Pablo Forner, del Ayuntamiento de Mérida. He leído los dos. Durante y a la finalización de su lectura he tenido dos sentimientos: asombro y vergüenza. Asombro por la categoría literaria del relato y vergüenza porque, como Cronista Oficial, creo que me corresponde una parte importante de responsabilidad de que una figura literaria de su talla sea una perfecta desconocida profesional y hasta personalmente en su pueblo.
Al menos tres personas de Jimena, aficionadas a la lectura, han leído estos días tres obras suyas. He querido esperar a saber su opinión antes de publicar este artículo. La opinión es unánime: estamos ante una gran escritora. Invito a los lectores a que conozcan la gran obra poética y narrativa de esta paisana. Lucía Coronil puede orientar de los libros que están en la Biblioteca Municipal. Puedo asegurar que cualquier aficionado a la lectura agradecerá esta recomendación al propio tiempo que daremos el primer paso para mostrarle a Ángela el reconocimiento que se merece de su pueblo.