José Antonio Hernández Guerrero, que viene publicando en Tiojimeno sus magníficos artículos de reflexión sobre diversos temas ha escrito, entre otros muchos libros, uno titulado ¿Curan las palabras?. Lo hizo por encargo de una industria farmacéutica y va dirigido especialmente a las profesiones sanitarias. Habla ahí del poder sedante y curativo de la palabra oportuna sobre el ánimo del paciente, dicha en el tono y con el talante amable que requiere una persona que acude a una consulta médica o a un mostrador de la farmacia en un momento de enfermedad, generalmente con el ánimo un tanto decaído.
Este libro, que hemos leído y releído en muchas ocasiones, lo está leyendo actualmente una persona de Jimena que está entusiasmada con su contenido; dice que lo tenían que leer todos los médicos porque, en el agobio de las saturadas consultas de la Seguridad Social no todos prodigan palabras afectuosas o amables a sus pacientes. Pero pese a ello hay médicos que no se limitan a cubrir la receta o hacer un somero reconocimiento sino que tienen además una palabra cordial con el paciente. Uno de esos médicos es Javier Rodriguez Conejo. No conocemos una sola persona que no hable muy bien de su nivel profesional y de su carácter afable, del talante afectuoso con que siempre ha tratado a sus pacientes. Ha utilizado con el paciente sus conocimientos profesionales y la palabra siempre oportuna, que también contribuye a curar psíquica y hasta físicamente. Hemos tenido la suerte en Jimena de llevar disfrutando de sus servicios durante más de una década, ya que es uno de los pocos médicos que ha rechazado oportunidades de traslado a otra población mejor, porque se siente a gusto aquí.
Este fin de semana ha tenido lugar un hecho lamentable, que tantas palabras está consumiendo en este magnífico soporte de la palabra, en este medio de comunicación a tiempo real que es Tiojimeno. En pocas horas se han publicado un montón de artículos con diferentes puntos de vista sobre diversos aspectos que han concurrido en el fallecimiento del joven José María Caracuel. Todos coinciden en palabras de sentimiento y de aliento a la familia del fallecido, sentimiento al que nos unimos muy sinceramente. Si siempre es dolorosa la muerte de una persona, lo es más si ésta es joven y, además, se produce de manera inesperada. Los sentimientos de dolor son inevitables y los de solidaridad son tanto más de agradecer. También las palabras de consuelo pretenden paliar al menos el dolor de los familiares y amigos.
Vaya desde aquí nuestro más sentido pésame y nuestra total solidaridad con los hermanos y demás parientes de José María. En nuestra familia sabemos bien lo que es perder de forma fulminante un ser querido, más joven incluso que José María. Un hermano de Queti murió con 25 años a falta de tres meses de licenciarse en Medicina. Con la agravante de que murió en la Facultad de Medicina y Hospital Clínico de Salamanca, con todos los catedráticos atendiéndole. A pesar de todo no fueron capaces de hacerle un diagnóstico y un tratamiento correctos y falleció en tres días. Sé que no sirve de consuelo pero queremos dejar constancia de que desgraciadamente a veces ocurren estos penosos desenlaces en las circunstancias más inesperadas y con s los mejores medios sanitarios disponibles..
En la manifestación del lunes por este fallecimiento estaban justificadas las expresiones de dolor y de solidaridad. Pero no las de insulto y difamación, tanto más dolorosas si van dirigidas contra un profesional cuya solvencia, dedicación y valores humanos son unánimemente reconocidos en el pueblo. Ha tenido la desgracia de que se le muriese un paciente joven. Su sentido de la responsabilidad lo demostró una vez más permaneciendo en el servicio de guardia en esas poco gratas circunstancias, pese a habérsele ofrecido su relevo por otro médico. Creía que su deber era permanecer en el servicio y así lo hizo pese al ambiente hostil que se creó en la mañana del lunes.
De este suceso hay ya una familia dolorida por la pérdida irreparable de una persona joven. También hay un médico con una trayectoria profesional y humana irreprochable y bien demostrada entre nosotros y que está pasando por momentos muy difíciles. Esperemos que no haya un tercer perjudicado: el pueblo de Jimena, que se está beneficiando de un médico y una persona con cualidades poco comunes y que además siempre se ha sentido a gusto entre nosotros. Sería muy lamentable que, por este triste acontecimiento, perdiésemos una persona de tanta valía. Creo que es una responsabilidad de todos hacer lo posible por evitarlo.
Yo no sé si es casual, pero el hecho ocurrió durante el servicio de urgencia. Hay unanimidad, incluido el alcalde, en que falta personal médico para atender adecuadamente las urgencias en el Centro de Salud y las visitas domiciliarias. Parece que la concentración organizada para el viernes irá encaminada a reivindicar, una vez más, esta necesaria ampliación de personal médico de urgencias. Esperemos que este terrible percance sirva al menos para conseguir este ansiado objetivo.