¿Qué significan dos horas más de trabajo lectivo para el profesorado?... por Rafael Fenoy.


"Ahora que mi burro estaba acostumbrado a no comer, va y se me muere".
El profesorado en las comunidades como Madrid, Castilla la Mancha, Galicia o Navarra, se encuentra manifestándose de forma contraria a las regulaciones que los gobiernos de esos territorios han aprobado en materia de educativa y que les afecta directamente porque se modifican las condiciones de sus puestos de trabajo, para entendimiento de todas las personas. En otros territorios también se ajustan los tiempos pero con más discreción. Hasta aquí algunas personas ajenas a la profesión docente pueden entender que se le pide al profesorado un mayor esfuerzo y que no es para tanto el que dediquen dos horas semanales más al trabajo con el alumnado. La propia Esperanza Aguirre, presidenta en la comunidad madrileña, manifestó, posiblemente a la ligera, que no era para tanta protesta el aumento de sólo dos horas de trabajo lectivo (dar clases) que la disminución de casi 3000 profesores suponía.


Llegados a este punto es necesario concretar algunas cosas que permitan a la ciudadanía comprender los efectos tan negativos en la enseñanza que esta medida de aumento de “sólo dos horas” provoca en el trabajo diario del profesorado y sobre todo en la merma de atención educativa que supone para el alumnado. Asunto este que, aunque parezca que no, indigna más a los docentes de lo que parece, ya que si todo profesional desea hacer bien su trabajo, el que se trae entre manos el magisterio (con mayúsculas) no es de los menos importantes socialmente considerado.

Cuando a un profesor o profesora se le adjudica un trabajo lectivo (dar clases) se le relaciona directamente con grupos de alumnas y alumnos, de forma que el aumento de horario lectivo lleva consigo el aumento del número de grupos de alumnos y alumnas a atender. En Secundaria el efecto es inevitable ya que el profesorado imparte clases de su especialidad y ello supone que si normalmente ya tiene que interactuar educativamente hablando con 4 grupos de alumnos, y que cada grupo supera las 30 personas, es fácil comprender que debe dedicar atención a no menos de 120 alumnas y alumnos. Si se incrementa el horario lectivo es muy posible que muchos docentes tengan que asumir la enseñanza de un grupo más y ello dispara la cifra de personas a organizar pedagógicamente hablando a 150.

Alguien dirá que cien o más personas pueden recibir clases magistrales sin una especial dificultad. Es evidente que quien eso piense no conoce algunos aspectos esenciales de la organización de la enseñanza en las instituciones educativas. Pero a eso hay que añadir que la propia norma establece criterios de organización escolar que hacen imposible agrupamientos permanentes de esas dimensiones y además, aunque no menos importante, que los legisladores, siguiendo las indicaciones del desarrollo de las ciencias de la educación, han apostado, al menos teóricamente como se está comprobando, por la personalización de los procesos de enseñanza aprendizaje, de forma que se garantice el éxito escolar a cada alumna o alumno en el sistema educativo. El objetivo de evitar el fracaso escolar a toda costa, hacer atractiva la educación para evitar el abandono escolar, son retos manifestados en todos los foros y ocasiones por los políticos responsables de la educación en cada territorio del Estado.

Ahora viene la pregunta ¿Cómo se puede hacer compatible la insistencia en garantizar el éxito escolar de cada alumna o alumno, con la masificación de las aulas y el aumento del número de éstas y éstos por cada profesor o profesora?

Aumentar el número de grupos que atiende el profesorado supone repartir entre más la misma carga horaria general que se dispone. El símil de la manta es muy gráfico, ya que por más que tiremos de un extremo no se garantiza que tape el opuesto. Alguien se queda “destapado” y ya se sabe que el resfriado está segurado. Hay decisiones que las aguantan los papeles, pero sólo ellos conocen de las mismas. En el mundo educativo real hace tiempo que se viene comprobando que para mejorar resultados escolares es preciso reducir ratios para hacer posible la personalización de los procesos de enseñanza aprendizaje. Bueno está que en tiempos difíciles, difícilmente puedan crecer los recursos, lo que no es aceptable es que se reduzcan, porque en ese caso la crisis educativa también está servida. Alguien puede recordar aquello que le decía un labrador a su vecino: - Ahora que mi burro estaba acostumbrado a no comer, va y se me muere. Recortar dineros en educación es atentar contra derechos y no es demagogia, ya que quienes toman la senda de los recortes sociales trasladan a la ciudadanía el mensaje de que son incapaces de “hacer posible lo necesario”, y habrá pocas cosas necesarias, pero para un pueblo la educación, una buena educación, es vital.
Fdo. Rafael Fenoy Rico Secretario de Comunicación CGT Enseñanza

6 de octubre de 2011
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