El poder de los que opinan sobre el poder... José Antonio Hernández Guerrero


Aunque el deseo de poder consiste en esa irreprimible fuerza que nos impulsa a todos los seres para seguir existiendo y creciendo, cuando, en la actualidad, hablamos de “la voluntad del poder”, nos solemos referir a esa ansia irrefrenable que sienten algunos de organizar la vida de los demás de acuerdo con sus ideas y deseos. En esta ocasión no sólo señalo a los políticos sino también a los llamados “líderes de opinión” y a los que, por estar en posesión de la mayoría de los recursos económicos, están convencidos de que son ellos los que han de determinar el curso de los acontecimientos.



Me refiero a los que Alain Touraine designa como a “la omnipotencia de los amos del dinero y de la información”, esos señores que, a veces, luchan hasta la extenuación convencidos de que poseen el derecho inalienable de influir en las ideas, en las sensaciones, en los sentimientos, en las imaginaciones y en la voluntad del resto de la comunidad. En mi opinión, también ocurre que, en ocasiones –incluso los que se dicen agnósticos- se sienten impulsados por un deber “sagrado” que les obliga “moralmente” a entregar su tiempo, a gastar sus energías y a complicar sus vidas con la “noble” pretensión de “salvar” a sus conciudadanos. No pretendo afirmar que, en nuestras sociedades, existan todavía quienes creen que esas “vocaciones” proceden de alguna fuente suprahumana, pero no estaría de más que recordáramos que, si los políticos son meros “representantes” de los ciudadanos, los periodistas y los acaudalados economistas son simples “intermediarios”.

Ya sabemos que los políticos, para obtener la confianza de los ciudadanos, han de generar unas opiniones favorables sobre sus ideas políticas, sobre sus capacidades intelectuales, sobre sus competencias profesionales, sobre su sensibilidad social y, en especial, sobre su coherencia ética, a partir de sus comportamientos, pero no deberíamos perder de vista que nuestras opiniones están mediatizada, en cierta media, por las informaciones y por los juicios que emiten los periodistas y las empresas de creación, de diseminación y de intercambio de mensajes. Es ahí donde reside el formidable poder de estimular unos deseos que determinen el sentido de los votos. Por eso nosotros, los lectores, hemos de exigir a los medios de comunicación, no sólo un alto nivel de competencia profesional sino también una independencia visible y una valentía contrastada para transmitir informaciones veraces y para elaborar juicios libres y rigurosos.
José Antonio Hernández Guerrero

18 de marzo de 2012
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