Todos los años hago
el “Camino de Santiago”.
Y no una sola sino varias veces.
Claro
que esta afirmación requiere alguna matización. No lo hago completo.
Me explico: todos los años solemos ir más de una vez al pueblo de
mi señora Queti Mauriz que es de Cacabelos, como bien saben todos los
que la conocen porque ella es una excelente pregonera de su pueblo y
de su tierra berciana. El Camino de Santiago atraviesa el pueblo de
punta a punta como saben muchos lectores que lo han hecho y me lo han
comentado.
Reconozco que la distancia
que yo recorro no es como para presumir de peregrino ni siquiera de
modesto senderista como lo son los admirados componentes de la Asociación
Caminete de Luna (muchos, como el amigo Juan Vega, no tan modestos sino
avezados caminantes y hasta maratorianos). Pero mi pretensión no es
presumir de caminante sino referir algunas de las muchas reflexiones
que me ha sugerido mi reciente recorrido por mi modesto tramo del Camino.
Como algunos en su día
me comentaron, el alcalde de Cacabelos es aquel alcalde del PP que al
poco tiempo de las últimas elecciones municipales salió lloroso en
televisión anunciando que, ante la situación ruinosa del Ayuntamiento,
había decidido jugar un número de Lotería en nombre del pueblo como
única milagrosa solución a la catastrófica situación de las arcas
municipales. No hubo suerte. No tocó. En vista de lo cual ahora ha
tenido otra idea no menos imaginativa: nombrar a la patrona del pueblo,
la Virgen de la Quinta Angustia Angustia, alcaldesa Honoraria y Perpetua.
Algo que aquí nos suena porque son los mismos títulos que otorgó
Algeciras a la Virgen de la Palma en tiempos del alcalde Antonio Patricio
González. Pero este alcalde del PP parece que lo va a tener difícil
porque IU, bajo cuyo consentimiento preside el Ayuntamiento (igual que
en Jimena) no está por la labor y el PSOE ha dicho que, ya metido en
nombramientos celestiales, que nombre una Corporación Municipal con
todos los santos cuyas imágenes se veneran en las iglesias y capillas
de la localidad.
Claro que en cuestión
de dirigir la mirada al cielo hay experiencia en la localidad. Precisamente
el día 17 de abril, en las mismas fechas que se difundía la propuesta
del alcalde y la oposición de los otros partidos, se celebraba el primer
centenario del avistamiento en el pueblo de un eclipse de sol que solamente
era visible en muy pocas localidades de España. Cacabelos fue la localidad
preferida por un escogido grupo de científicos españoles y extranjeros
que allí se desplazaron con los más sofisticados equipos de observación
de la época. Entre estos científicos estaba el vicealmirante Tomás
de Azcárate, director del Real Observatorio de la Marina de lo que
en ese año todavía se llamaba Real Villa de la Isla de León y que
a partir del año siguiente, 1913, se llamaría San Fernando. Este observatorio
fue creado para formar astrónomos y científicos para la Marina, en
un siglo, el XVIII, en que Cádiz tenía el monopolio del comercio colonial
con América. Era un organismo paralelo y coetáneo al también pionero
y prestigioso Real Colegio de Medicina y Cirugía gaditano, creado para
formar médicos para las naves del comercio colonial. En 1912 el observatorio
llevaba ya quince años en el emplazamiento actual cuyo edificio se
inauguró en 1897. Ya en aquella época era (y sigue siendo) uno de
los más prestigiosos observatorios astronómicos de España.
El punto exacto elegido
por estos científicos para sus observaciones fue el Campo de San Bartolo,
justo el sitio en donde inicio mi habitual tramo del Camino. Algo mágico
debe tener este lugar, en donde hay un descansadero en el que dejan
los peregrinos grabados múltiples mensajes en recuerdo de su peregrinaje.
Pero, lamentablemente, no existe ninguna referencia al singular acto
científico de 1912.
Este avistamiento fue
rescatado del olvido por Carlos de Francisco, un profesor de Cacabelos
que con su blog “Castroventosa” viene haciendo la misma magnífica
labor de información y divulgación que hace en Jimena nuestro admirado
Ricardo Gómez con “Tiojimeno”. Se da la circunstancia de que Carlos
es hijo de un farmacéutico, Eusebio de Francisco, que me había precedido
a mí en la regencia de la farmacia de Toral de los Vados, cercana a
Cacabelos y que fue la causa de que tanto él como yo acabásemos casándonos
con sendas bercianas. Con la diferencia de que él permaneció en El
Bierzo (otro hijo suyo es actualmente farmacéutico en Cacabelos) y
yo me vine a estas cálidas (climatológica y afectivamente) tierras
campogibraltareñas.