"La gente anónima es la que va escribiendo la historia"


A Miguel Trillo no le interesan los famosos, ni los políticos; en sus retratos busca rostros y cuerpos perdidos por la calle que hablen por sí mismos y que le cuenten a los demás cómo es ese mundo.
Echar un vistazo a la obra de Miguel Trillo (Jimena de la Frontera, 1953) es la mejor forma de descubrir cómo han ido cambiado estéticamente los jóvenes españoles. El fotógrafo, que ha impartido estos días el taller Retratos y escenarios urbanos dentro del festival Pa-Ta-Ta, asegura que se adapta sin "ningún tipo de nostalgia" a los cambios tecnológicos y que, a día de hoy, "el paraíso" para alguien como él está en Asia, "donde la gente sale a la calle sabiendo que se va a encontrar con un fotógrafo a la vuelta de cada esquina".



-¿El fotógrafo tiene que ser callejero por naturaleza?

-Es que, a veces, lo mejor es fotografiar los espacios en los que se mueven los retratados. Se da una circunstancia muy curiosa: es como si la ciudad estuviese tatuada con una serie de marcas que van dejando quienes pasan por allí y que la convierten en un escenario perfecto. Es el teatro de la vida y cada persona que fotografío representa en la tribu urbana el papel que se ha buscado.

-¿De dónde viene su fascinación por el retrato?

-A mí la fotografía me ha gustado siempre, pero creo que lo del retrato fue desde el nacimiento de la democracia, por el hecho de poder estar en la calle, que era algo tabú. En los años 70, en la calle o en la Facultad no podías sacar las cámaras porque la gente se creía que eras policía y que ibas a fichar a la gente. Con la llegada de la libertad, la cámara se convirtió en un objeto de placer. Éramos una generación sedienta de contemporaneidad y yo convertí mi fotografía, sobre todo las referentes al mundo del rock y del pop, en una manera de decir: ya somos contemporáneos. Al convertir todo ese mundo en mi obra me convertí sin darme cuenta en un estilo. Ahora sigo con el tema de las tribus urbanas y estoy rizando el rizo y voy a países asiáticos para ver dónde nacen las corrientes que luego nos llegan. He vivido el paso de mi juventud, en un momento de prohibición de retratar, a la actualidad, donde todo está del revés y hay exceso de abundancia.

-Antes los bandos estaban muy definidos, además de tener muy asimilado el sentimiento de pertenencia a un grupo: o eras rocker o eras mod. ¿Ahora siguen estando tan claros los límites?

-Sí, nadie pertenece a una tribu por casualidad, a no ser la gente que está puntualmente en un movimiento porque se pone de moda. Los rockers de ayer son ahora unos cincuentones que van con su moto y su tupé, quienes tienen la suerte de seguir con pelo... Forma parte de una filosofía de vida. Hay personas que lo viven con mucha intensidad y ésas son las personas que yo fotografío, o al menos eso quiero creer.

-¿Cuál ha sido el cambio estético generacional más significativo?

-Ahora mismo, cuando yo estoy haciendo las fotos, los amigos están robándome la foto y haciendo con su móvil la foto que yo he creado. Ése es el gran cambio, que ahora todo el mundo tiene cámara, lo que no significa que todos seamos fotógrafos... La gente parpadea, va haciendo fotos sin reflexionar, pero la fotografía no es parpadear, sino aunar conciencia y reflexión de crear una obra. Mi fotografía es un discurso, como un puzle en el que voy cogiendo trozos de vida.

-¿Y quién es susceptible de protagonizar sus fotografías? ¿Quién le llama la atención dentro de una multitud?

-Me quedo mirando mucho y lo que me gusta ver es la chulería con la que se mueve alguien. A pesar de que la fotografía es algo quieto y plano, antes de convertir a alguien en una foto me voy fijando en cómo se van moviendo, en el kilometraje de espejo que lleva por detrás. También se agradece que sean personas jóvenes, en el sentido de que se crea más belleza en la foto, aunque no tienen por qué ser chicos guapos. También doy mucha importancia al lugar en el que hago la foto, a la pared que hay detrás. A veces sigo a la persona y no le entro hasta que me gusta la pared que veo detrás. Tampoco me gusta que aparezca mucha gente alrededor, porque enturbia la imagen, y la mía es una fotografía clara.

-¿Y por qué siempre mejor los desconocidos?

-Nunca se me ocurre hacer fotos del entorno familiar o de mis amistades. Yo voy a las canteras y, ahora que hay tanto famoseo, creo que es la única forma de escribir la historia, con la gente anónima.

-Aunque convertir a una persona de la calle en modelo también debe conllevar unos riesgos...

-Intento corregir algunas cosas, como que no me hagan el signo de la victoria o que pongan los cuernos al de al lado. Con quienes tengo más cuidado es con los raperos, que tienen un vocabulario gestual inmenso. Lo único que les pido es que no imiten a nadie, que sean ellos mismos.

-¿No se le resisten?

-Mi fuerte es la forma de entrarle a la gente, veo que la persona está convencida y que me va a decir que sí antes de proponérselo. A veces, muy pocas, alguien pone la excusa de que no sabe qué puede pasar con su imagen por internet, pero por lo general la gente que retrato está super contenta.

-¿Qué es lo que le hace sentirse más satisfecho con el resultado final de una fotografía?

-Me gusta que haya diálogo entre el personaje y la parte de atrás, que todo sea como un bocadillo... En fotografía, la confluencia perfecta es que el personaje y la parte de detrás dialoguen.

-¿En qué notó más en su día a día el paso a las cámaras digitales?

-Sobre todo en que ahora enseñas tu trabajo a quien has retratado. Con la fotografía digital disparas más; cuando tenías que hacer avanzar el carrete te tenías que quitar la cámara del ojo y pasarlo manualmente, y en ese momento se me iba el fotografiado. Tenía que estar mucho más fino... Ahora ni te tienes que quitar la cámara del ojo para hacer varias fotos, así que haces muchas más, lo que te lleva a un segundo trabajo de locos que es la selección. Me he dado cuenta de que hago tres o cuatro: la primera no vale porque la gente está muy tensa y la última siempre es la buena.

-Muchas aplicaciones de los móviles más modernos están dirigidas a dar un toque retro a las imágenes, ¿vuelve a estar de moda esa estética?

-Mucho, aunque soy muy poco sensible a eso. Conozco a amigos que tienen bloqueada la opción de color en sus cámaras digitales. Yo me voy apuntando a todo lo nuevo. Me pasé al color, a la cámara digital... aunque no manipulo la realidad con Photoshop, nunca. En lo único que me considero antiguo es en que sigo viendo mi obra en las paredes, no tengo web, ni Facebook ni nada de eso. Como soy tan callejero, no me gusta estar horas delante del ordenador, pero cada año sí que busco dónde exponer.

-¿Hay algún retrato que pueda resumir cómo es España hoy?

-Yo nunca hice las fotos que contaban la Historia, las fotos de las manifestaciones de estudiantes en los 70 que se acaban convirtiendo en iconos... Siempre he evitado esas fotos. Prefiero construir mosaicos de mucha gente. El mundo es así.
Blanca Durán . Granada Hoy.

30 de mayo de 2012
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