Nuestros lectores recomiendan: Me duele España... por Rafael Cabanillas


Tanto como a Unamuno, si no más, me duele España. La España inmoral que cornea siempre a los mismos. La España cornúpeta y “bragá” que se ceba clavando el asta en la entrepierna de los más débiles para salvar a los poderosos. Y no es demagogia. En un chiste de El Roto aparece un pobre desgraciado lamentándose en una esquina: “¡Me he quedado sin casa!”, mientras a su vera un enchaquetado le contesta: “Peor es lo mío, que tengo un montón de pisos sin vender”. Esa es la paradoja de las dos Españas, la de una casta de bravura intocable y la del pueblo llano que sufre las arbitrariedades de las “cornás” en el albero de sangre e indecencia: ¿Con qué velocidad y con cuántos medios se adoptan medidas para salvar el sistema financiero y cuánto cuesta legislar un solo decreto que ayude a los más vulnerables a conservar sus viviendas?
Corregir ese atraco a mano armada que en el lenguaje más perverso llaman Dación en Pago. ¡Qué canallada más grande! Que te embarguen tu casa y que encima tengas que seguir pagando al banco. Y lo único que hace el gobierno es sacar un Código de Buenas Prácticas para que VOLUNTARIAMENTE se sumen las entidades financieras. ¡Váyanse ustedes a la mierda! Que para lo que les interesa bien rápido legislan. Como si los de la Banca tuvieran algo de corazón y no sólo vísceras llenas de hiel.

Los Bancos y las Cajas de Ahorro –las mismas que condonan sus deudas a los partidos políticos- se han forrado en estos últimos años a costa del ladrillazo. Y se lo han repartido y se lo han llevado crudo. El reparto del botín tiene nombres y apellidos y, según ellos, un gran mérito al obtener tantísimos beneficios. Luego resulta que por su falta de previsión, su voracidad desmedida y su mala cabeza, los pisos no se venden y el sistema financiero se colapsa. ¿Solución? El gobierno inyecta dinero público para salvarlos, sanea las cajas y las privatiza (las regala). Sus ejecutivos se despiden con pensiones multimillonarias… y en la gloria. Pero en algunos casos, como el de Bankia, esta solución parece escasa y el Estado acaba quedándose con el Banco. Es decir, se privatizan los beneficios y se nacionalizan las pérdidas. Ahora todos los españoles deberemos pagar de nuestros impuestos y de lo detraído a Sanidad y Educación para arreglar semejante dislate. Sin pedir responsabilidades a nadie. ¡Qué desfachatez! Cuando el Sr. Goirigolzarri abandonó el BBVA, hace solo tres años, recibió una pensión anual de 3 millones de euros, con una provisión de 53 millones, unos 8.800 millones de las antiguas pesetas. ¡Buena jubilación anticipada a los 55 años!
Entonces los españoles nos echamos las manos a la cabeza. Pues mira por dónde es este señor el que regresa a presidir Bankia tras la salida y decisión de Rato. ¿Cómo no vamos a estar indignados? Digo yo que si en un momento hay que inyectar dinero al BBVA habrá que pedir a este hombre que devuelva los 53 kilos. Igual que habría que pedírselo al resto. Estamos más que indignados, estamos hartos. Hartos ya de estar hartos. Cansados de que se cambien cosas para que todo siga igual. Hastiados de que siempre paguen los mismos. Abochornados por su doble vara de medir. O café para todos o se rompe la baraja. Si nos recortan, que se acaben los desmanes que todos conocemos. Hartos de tanta inmoralidad.

De que se decrete una amnistía fiscal para los defraudadores y de que se indulte a banqueros como Alfredo Sáenz, número dos del Santander, conmutándole la pena de cárcel por una multa de 144.000 euros (Menos mal que solo gana 9 millones de euros anuales). O los más recientes indultos de Rajoy a dos condenados de CIU, que debían ingresar en prisión por desviar 7,6 millones del erario público, y se lo cambia por 3.600 euros a condición “de que no delincan en 3 años”. Ahítos de que se proponga a hermanos y maridos para Fundaciones o Consejos de Administración de empresas públicas o con mayoría de capital público en el que por unas cuantas reuniones anuales se cobran 180.000 euros. Hastiados de que los cargos públicos no sean incompatibles con otras actividades y que haya diputados y senadores que pertenecen a Consejos de Administración: ¿Qué votarán sus señorías cuando se trate de defender los intereses de ciertas empresas? Asqueados de que se cobre un sueldo por cargo público y otro por el partido, pidiendo a los ciudadanos mayor esfuerzo y sacrificio sin que se te caiga la cara de vergüenza. ¿Cómo se atreverán a estampar su firma a los recortes que mandan a maestros a la calle, a médicos al paro con sus privatizaciones, a dependientes que se quedan sin protección, sin que les tiemble el pulso?.

Estamos empachados ya de ver cómo en esta España carpetovetónica y testicular sólo pagamos impuestos los asalariados, mientras el resto se busca sus artimañas para no pagar un duro. La España que sostenemos cuatro y la España del fraude de risa de hiena. De los que siguen viviendo de puta madre, sin rebajar ni un ápice su nivel de vida, mientras el pueblo se muere impasible de rabia y de pena. ¿Para cuándo un nuevo modelo fiscal, justo, progresivo y ejemplarizante como en el norte de Europa? Indigestados de tanto fútbol, en esta Piel de Toro de circo y verbena, que nos tiene idiotizados frente al televisor.

Estomagados de ver los salarios desorbitantes de los futbolistas cuando los clubes deben más de 800 millones a la Seguridad Social y no pasa nada. Bueno, sí pasa, que se quita la Tarjeta Sanitaria a un enfermo por ser inmigrante, que Cáritas no puede asistir a tanto indigente porque no le pagan las subvenciones, que un enfermo de cáncer se tiene que pagar la ambulancia de su quimioterapia, las prótesis, los alimentos nutricionales, los pensionistas parte de sus medicamentos y, lo último, que tengamos que pagar por la Justicia. Ya lo que nos faltaba: habrá una justicia para ricos y otra para pobres. Bueno, solo una, pues a ver quién se atreve ahora a ir al juzgado. Ni podremos salir a la calle a manifestarnos ni al juzgado a denunciar tanta insidia.

Dice un oncólogo que de no poder atender en su momento al paciente ni pedir ciertas pruebas diagnósticas, eso supone pasar de un estadio del cáncer a otro y casi sentenciar la muerte del enfermo. ¡Eso está pasando! ¡Esto y lo otro! ¿No les dará miedo de que cualquier día, por puro hartazgo, se tomen al asalto los supermercados, los bancos, las delegaciones de gobierno? ¿Se nos puede pedir más paciencia ante tanta inmoralidad? Mientras se lo piensan, mi único deseo es que su mala conciencia no les deje nunca jamás dormir tranquilos.
Rafael Cabanillas. Profesor y escritor.
Recomendado por Luís Vallecillo

1 de junio de 2012
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