'Desaprender' la agricultura


Castellar de la Frontera prepara el proyecto de agroecología para los Pozos de Marajambú, un plan que también implica un cambio social · Aspiran a un modelo cooperativo y de canal corto de distribución.
 Castellar de la Frontera quiere demostrar que hay utopías que pueden transformarse en realidad: hacer de una finca baldía, los Pozos de Marajambú, un vergel de productos ecológicos. Una iniciativa donde conceptos como la soberanía alimentaria y el modelo de producción circular entran en escena de la mano del alcalde, Juan Casanova (IU), quien considera fundamental devolver la capacidad de decisión a los agricultores como base de un proyecto que aún está en gestación pero avanza con paso firme.


Castellar logró a finales del pasado mes de junio, gracias a la unión de sus vecinos y fuerzas políticas, que la Junta de Andalucía abandonase la subasta de la finca y volviese a un convenio que data de 2007 por el cual el Ayuntamiento obtiene la gestión los terrenos, no así la propiedad. Una oportunidad que el municipio quiere emplear para dar un giro a su economía y que requiere de cambios de calado en la forma de hacer las cosas.

"Vamos a desarrollar un proyecto donde la comida importa", explica Casanova estrechando un ejemplar de Otra manera de vivir. Cuando la comida importa, de Jane Goodall. El libro aborda las consecuencias del deterioro del medio ambiente y la alimentación por las prácticas de la agricultura industrial que, a su vez, crea un ciclo económico donde los productores quedan cautivos desde la compra de las semillas hasta la distribución de los frutos. "Tenemos que desaprender la agricultura. Y la queremos desaprender aquí, en Marajambú, porque el modelo actual está abocado a la crisis y el agotamiento", apostilla Casanova parafraseando un eslogan publicitario. Pero, ¿cómo? Para desaprender la agricultura toca desterrar las prácticas de los últimos cincuenta años y volver a una producción donde la mecanización sea un apoyo, donde los químicos sólo existan en la tabla periódica.

Para el alcalde, el actual modelo económico de producción lineal camina hacia el fracaso. Dibuja una cadena formada por los eslabones de la producción, transformación, consumo y deshechos. "Ese modelo no cierra el círculo, por lo que los deshechos acaban haciendo perder recursos que pueden ser reintegrados en el primer punto. Cerrar el ciclo", detalla para justificar que se ha embarcado en un cambio que también aspira a ser social.

Aplicado a la agricultura y ganadería, el modelo industrial genera, añade Casanova, una pérdida y empobrecimiento de suelos, contaminación, abuso de pesticidas y enfermedades. "Y cada vez es más difícil consumir local y ecológico porque el canal corto de distribución se ve como poco rentable", apunta. Frente a éste, Marajambú aspira a ser un espacio donde la figura del agricultor tome el protagonismo (empoderamiento) y para ello ya se cuenta con el apoyo del ISEC (Instituto de Sociología y Estudios Campesinos) de la Universidad de Córdoba. Una Universidad que quiere contribuir a este desaprendizaje, por paradójico que pueda resultar.

Entre las medidas previstas se incluyen la creación de un banco de semillas para recuperar variedades locales y promover el enriquecimiento natural del suelo mediante el uso de abonos orgánicos. En cuanto a la gestión, la idea del municipio pasa por implantar un modelo cooperativista y canales de apoyo mutuo para la producción y venta de productos agroganaderos de calidad, ecológicos y con un alto valor añadido. Que el tomate sepa a tomate, a fin de cuentas, frente a la producción extensiva con miras a la exportación. Así, entre las premisas del proyecto se incluye la creación de un mercado dominical, la venta por Internet, la compra anticipada (productos a cambio de una entrega a cuenta) y la introducción de los frutos en el canal horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías). También se valora la posibilidad de una producción ganadera e incluso del turismo rural con la construcción de pequeñas casas de paja, 100% ecológicas. "La finca tiene muchas posibilidades", detalla Casanova, quien agradece el cambio de postura de la Junta. "Clara Aguilera quería vender la finca. Con Luis Planas todo ha dado un giro, ha sido más receptivo", revela. De hecho, Casanova temía tener sólo diez minutos para tratar de hacer desaprender al consejero de Agricultura. Finalmente estuvieron más de una hora y media e incluso abrieron las puertas a la búsqueda de financiación europea armando un buen proyecto. "En esas estamos. Nos ilusiona", apostilla.

A Marajambú se llega tras recorrer escasos 3 kilómetros en coche desde las últimas casas del pueblo. La finca, de 229 hectáreas, presenta una topografía llana con cuidados caminos y arboleda (alcornoques y pinos). Linda con La Almoraima y los terrenos donde la familia Ortiz Patiño prevé construir un campo de golf. Tiene una red de canalización de aguas subterráneas y un depósito de abastecimiento por gravedad. Son necesarias algunas intervenciones para reparar las canalizaciones y una labor de enriquecimiento del suelo en la que no se pueden emplear productos químicos por una razón de peso que se encuentra bajo tierra: un acuífero de 27 hectómetros cúbicos. Algunos agricultores locales ya están desaprendiendo. En Castellar se han celebrado charlas sobre el uso de abonos naturales. "Quienes probaron el abono a base de excrementos de ternero quedaron encantados", detalla.

Marajambú quiere ser una gota en el océano de la producción mercantilizada. Pero la historia ha demostrado que quienes defendieron la diferencia abrieron nuevos caminos y el tiempo les dio la razón. Castellar quiere intentarlo.
Europa Sur.

2 de septiembre de 2012
comentarios gestionados con Disqus

El Rincón de...

El Rincón de Contreras El Rincón de María El Rincón de Calvente El Rincón de Isidoro El Rincón de Gabriel El Rincón de Lupe El Rincón de Doncel El Rincón de Paqui
Comentarios recientes
TJD RECOMIENDA