Nos encontramos inmersos en una crisis no sólo en
lo material aunque sea este aspecto esencial para comprender por qué
nuestro conocimiento y mundo de valores se encuentra conmocionado ante
las dimensiones casi apocalípticas que se divisan en el oscuro y cercano
horizonte temporal.
Ya el Materialismo Histórico enunciaba una máxima,
que a fuerza de no presentarse otra y comprobarse su utilidad
en cada momento de la evolución social, que debemos dar por válida:
La superestructura ideológica está condicionada (algunos marxistas
estructuralistas dicen determinada) por la infraestructura material
en cada modo de producción.
En lenguaje llano: “dime como vives
y conoceré como piensas”.
Por ello cuando se derrumba la forma
de vida que conocemos nuestro pensamiento y valores cambian también.
No con un automatismo inmediato, pero sí de manera progresiva e imparable.
Pensamos de manera distinta sobre bastantes cuestiones ahora que hace
pocos años, y ello es responsabilidad de la crisis que nos atenaza.
Pero los seres humanos seguimos produciendo respuestas condicionadas,
por el mero hecho de que lo son. Han obtenido éxito en otro momento
y el organismo repite la respuesta ante situaciones que parecen
(sólo parecen) parecidas o similares.
Una de estas respuestas que
las personas trabajadoras han venido utilizando contra la agresión
hacia sus derechos o la lucha por consolidarlos es la Huelga.
De hecho esta respuesta que en principio surge en el ámbito de la producción
(económico) ha ido evolucionando y utilizando en otros
ámbitos sociales y políticos. La Huelga es la respuesta que tradicionalmente
se ha producido para dejar de producir. Huelgas emblemáticas se han
producido en muchos lugares y momentos históricos, por citar alguna
podemos rememorar la Huelga de la Canadiense o la más cercana en lo
geográfico la de Acerinox de 1977, que como recuerda Andrés Pantoja
“El 1 de febrero del 77 comenzó en Acerinox la huelga más dura y
larga de la comarca…, en la que participé hasta el último minuto,
llegando incluso a pasar necesidad”. De esta necesidad se pueden
recoger testimonios de vecinas y vecinos de Palmones que en esos duros
meses de huelga “indefinida”, apaciguaban su hambre en la Panadería
del pueblo, a base de pan con manteca y café. La otra huelga a la que
nos referimos en la Canadiense, que se inició un 5 de febrero de 1919
en Barcelona prolongándose por 44 días y convirtiéndose en
huelga general por la solidaridad de las trabajadoras y trabajadores
de otras empresas llegando a paralizarse el 70% de la industria
catalana. Dos ejemplos de cómo se doblega la voluntad de quienes tienen
el poder a fuerza de no colaborar en la consecución de sus intereses.
El procedimiento es simple pero muy eficiente.
Cuando al propietario,
al poderoso, más le interese que se haga algo, es el momento de no
hacerlo y poner condiciones si se quiere contar la colaboración requerida.
Esta oportunidad de no trabajar es lo que caracteriza la eficacia
de la Huelga. Cuando este instrumento de presión se aplica en
circunstancias más complejas pierde la eficacia que tradicionalmente
ha tenido. Es entonces cuando en algunas personas surge la duda sobre
la rentabilidad del sacrificio que siempre se realiza cuando de ponerse
en huelga se trata. Por ello un sector de la población a pesar de compartir
la indignación por las erróneas (llamémoslas así) decisiones políticas
de los Gobiernos, que producen trágicas consecuencias para millones
de personas, no participa en la Huelga General. Otros, una minoría
sin duda, solapados en su egoísmo, no están dispuestos a sacrificar
nada, ya que piensan que los otros les “sacaran las castañas del
fuego”. Unos por meditabundos y otros por egoístas, al final no acuden
a la llamada solidaria contra tanto desastre.
Y es que unos por otros, los
meditabundos y los egoístas, con su inacción permiten que además
de que el empuje colectivo de la Huelga General se vea reducido, aportan
argumentos (sin pretenderlo) al Gobierno de turno que manipula el sentido
de esta inacción convirtiéndola en apoyos a sus nefastas políticas.
La burda lectura de que los que no han secundado la huelga están a
favor del Gobierno sólo pueden sostenerlas mentes atontadas o espabiladas
según los casos. Para que el Gobierno pueda predicar de apoyos populares
lo tiene muy fácil, llame a referéndum con una pregunta clara y directa:
¿Cree Vd. que el Gobierno lo está haciendo bien? SI O NO.
No se conocen personas, salvo cargos políticos del PP, que emitan un
SI. A lo más que se llega es a justificar determinadas medidas
por el “bien de España”, pero la ciudadanía con la que uno se
relaciona está convencida de que el Gobierno NO lo está haciendo bien,
porque de la crisis se sale creando empleo y ninguna medida gubernamental
va en esa dirección. Ni el empresariado más afín al partido del gobierno
asume las políticas que este desarrolla, porque están empobreciendo
a toda la población y las empresas viven fundamentalmente del consumo
que se ha evaporado en igual intensidad que ha crecido el ansia
recaudatoria del gobierno.
Y es aquí donde se debe
plantear la cuestión, porque una vez aclarado que el Gobierno NO hace
bien las cosas, hay que ponerle el cascabel al gato y se tendrá
que definir claramente que es lo que SI hay que hacer para
salir de la crisis. Es en este punto donde hay que concretar la finalidad
de una Huelga General. Porque la Huelga tiene que ser eficaz. ¿Qué
se pretende con parar al país? Algunos, las personas que viven
de la política, confían en que la Huelga sólo consiga el “desgaste”
del Gobierno, para de esta forma conseguir llegar al poder en medio
plazo, incluso si el desgaste es muy fuerte a corto. Pero esa posición
es tremendamente destructiva, ya que nada aporta para superar la crisis,
creando empleo. Por ello Huelgan las huelgas que no fijan objetivos
alcanzables ya que exigen sacrificios inútiles. Tampoco sirve para
este fin una estrategia utilizada convenientemente para subvertir órdenes
injustos creando marasmos y desordenes premeditados, ya que estas situaciones
desarman a la ciudadanía de la posibilidad de la auto-organización
y el avance de la colectivización de los sectores esenciales para garantizar
el derecho a una vida digna a todas las personas. Los ejemplos de las
Huelgas de Acerinox en 1977 y de la Canadiense en 1919, no dejan lugar
a dudas de que el método siempre pasa por aumentar la capacidad de
auto-organización de las personas protagonistas de la protesta. El
objetivo esencial, intrínseco, es el de aumentar la capacidad de movilización
colectiva frente a los problemas comunes. En esta situación crítica
se requiere mayor coordinación de esfuerzos y afrontar acciones que
resuelvan los problemas reales que viven muchas familias. Acometer colectivamente
la puesta en producción de explotaciones agropecuarias públicas, que
generen trabajo y bienes necesarios para el consumo incluida la vivienda,
coordinar el consumo en cada localidad al objeto de consolidar un modelo
local de desarrollo sostenible, garantizando la independencia energética
mediante uso de recursos naturales y tecnologías respetuosas con el
medio natural, bien podrían ser objetivos que merecieran una movilización
general. Esperar que otros (los poderosos, los inteligentes, los afuera)
vengan a resolver la carencia de puestos de trabajo es una quimera de
la que hay que desertar y pronto. No parece que estemos en situaciones
anteriores en las que la Huelga se hacía contra un patrón avaricioso
al que se le debía convencer de la necesidad de repartir entre las
personas trabajadoras algo de los muchos beneficios que le generaban.
Entre otras cosas porque la forma de explorar a la ciudanía se ha hecho
más compleja y porque cada vez tenemos menos empresas y empresarios
con los que confrontar. Si la iniciativa privada es incapaz de generar
empleo que lo genere la pública, la de todas y todos, mediante el reparto
del trabajo y la riqueza. Estos dos objetivos bien merecen una Huelga
General.
Fdo. Rafael Fenoy Rico CGT