Cata de Libros: Versos desde el Sur


La semana pasada les hablábamos del libro Versos desde el Sur de Antonio García Corbacho.
Les ofrecemos algunos de los poemas para que puedan catarlo
 El libro ya está a la venta en la librería y la gasolinera de Gaucín, en la Venta Las Acacias, la librería, la gasolinera y Viveros Salinas, de San Pablo, y en la librería Garabatos de Jimena y la librería de la Estación de Jimena.
El precio de venta al público es de doce euros.
 
Gaucín en mi infancia

Yo nací en un pueblo blanco
de la sierra malagueña
donde empieza a ser barranco
la serranía rondeña.
Tiene calles empinadas
y silencios prolongados
y familias hacinadas
por el hambre y por el paro.
Las casas están vacías
y el pueblo muere sangrante.
Todos tomaron un día
la senda del emigrante.
En mi pueblo sólo quedan
niños, mujeres y viejos.
Los niños gritan y juegan,
los viejos les dan consejos
y las mujeres esperan
y lloran al que está lejos.

















Éxodo
Cuando salí, forzado, de aquella tierra
y aprendí la rutina del duro asfalto,
pensé que ya logré sin gran sobresalto
olvidar los colores de las estrellas.
Y olvidar los destellos de la mañana
y el aroma embriagado de los romeros,
y el olor a café que llega a mi cama
y el terrón que se rompe entre el pie y el suelo.



Cuando salí, forzado, de aquella tierra,
dejé un resquicio abierto para el recuerdo
y me quedé mirando, lejos, la sierra,
para que no me pierda si un día vuelvo.

Y respiré aquel aire sorbo tras sorbo,
me saturé de olor a tomillo y menta,
y el monstruo de cemento vació con morbo
mi carga de verdad, sin yo darme cuenta.

Y donde ayer había ilusión, grandeza,
sólo queda un pedazo de desengaño
que sigue germinando año tras año
cambiando la alegría por la tristeza.








Magia 1
Cuando sopla el levante en el Estrecho
y el Peñón se corona,
la niebla se hace densa, se comprime,
se torna espuma blanca.
Marca una línea recta
que todo lo abarca,
y avanza lentamente, impasible,
dejando sepultada la comarca.
Se acerca hasta la sierra de Casares,
rebota y trepa e, impasible, avanza.

Y mi pueblo, Gaucín, que está en la cima
de una agreste montaña,
escoltado por el Hacho y el Castillo,
bajo un cielo radiante y azul
que hiere las pupilas con su brillo,
se queda indiferente, pues la bruma
se detiene a sus pies y ya no sube.
Y, entonces, me doy cuenta
de que vivo por encima de las nubes.














Magia 2
Otras veces la niebla te traiciona.
Te coge por sorpresa, desde el norte,
y empuja, y rebosa por encima del Castillo
como una catarata gaseosa.
En cuestión de momentos,
todo se difumina, se hace nada.
Y la gente que mira desde lejos
contempla, estupefacta,
la presencia de una nube en la montaña
donde hace un momento había un pueblo
que debería estar, pero no estaba.
Ha sido devorado, engullido
por esa nube blanca
y solo el resplandor débil, difuso,
de las luces que alumbran
sus calles y sus plazas,
delata que en el alma de la nube
hay un pueblo fantasma.




























Noviembre 2

Noviembre, espléndido este año,
con generosas lluvias
y cielos estrellados,
con rayos, sol y brumas,
con rojizos ocasos.

Noviembre, al alba frío
y tibio en la mañana.
Y en el atardecer, corto y sombrío,
con la brisa besándote la cara.

Noviembre, exuberante,
queriéndose tornar en primavera.
Le molesta, se encela y ya no espera
tiñéndose de verde en un instante.

Noviembre, torbellino de contrastes:
El silencio del bosque,
el sonido del río, ya crecido,
con sus aguas de tono chocolate,
buscando el mar con gesto embravecido.

Las vegas de naranjos y aguacates,
frondosas, con sus frutos apuntando
un mañana de manjares exquisitos.
El paraíso que siempre fui buscando.

Noviembre, espléndido este año.
















Mi himno

Cuando veas que tu sangre se calienta
y una gota de sudor cruza tu frente,
y una lágrima en tus ojos se impacienta,
no te quedes ahí parado eternamente.

Y si piensas que tu vida se consume
con rutina y la misión de obedecer,
la existencia que ahora llevas ya no asume
la libertad que te dieron al nacer.

Saca fuerzas de esa sangre que te quema;
refréscate con las gotas de sudor.
Haz florecer la simiente que se hiela
con la ternura del pobre labrador.

Derriba los tapujos de tu mente
y enciende el fuego inmenso de tu luz.
Camina en adelante siempre al frente.
Que todos sepan que eres andaluz.












Cuando cae la noche

Cuando cae la noche sobre la casa
y el Cielo se ilumina con mil estrellas,
cuando sale la Luna y el Sol no abrasa,
se podría decir que la vida es bella.

Cuando cantan los grillos bajo la brisa,
cuando el bosque se cubre en un negro manto
y el arroyo desciende entre piedra y llanto
y el búho te saluda con su sonrisa,

entonces sale a flote tu pensamiento.
Empiezas a ser libre por unas horas.
Pareces ser el dueño del propio viento
y hasta el Don Juan perverso de tu señora.
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Tu alma se desborda como la espuma.
Tus sueños se expansionan por la pradera
y sacude tu cuerpo la leve bruma
que baja silenciosa desde la era.

Menos mal, jornalero, que tras el día,
siempre llega la noche como una amante
en quien puedes vaciar toda tu alegría
y odiar a tu patrón sin que esté delante.



El infierno
A veces me preguntan, cuando hablamos
de mi anterior etapa:
¿Por qué tardaste tanto en batirte en retirada?
Porque salí a jugar con todas la estrellas
sin reservarme nada.
Porque quería mejorar un mundo
que por las venas se me desangraba.
Y con la inocencia de mis treinta años,
con la ayuda de amigos, compañeros
y un corazón que se me desbordaba,
me embarqué en la batalla.
Y lo intenté, joder, con toda el alma.
Y viviendo en el centro de ese infierno
hubo momentos de ilusión, de esperanza.
Veía luz al final del camino
y nadie ni nada me paraba.
Tras once años de lucha encarnizada,
comprobé que el entorno no cambiaba,
que se apagaba la luz del túnel,
que me estrellaba.
Me queda una experiencia que estremece,
el recuerdo de gente que amo y que me ama,
la conciencia tranquila de haberlo dado todo
y eso con dinero no se paga.
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Me queda mi verdad y mi presente,
riqueza exagerada,
y una mirada directa y transparente
que no rehúye nada.
Me queda lo que soy,
mil veces más de lo que tengo,
y puedo derrocharlo y compartirlo,
enseñarlo, transmitirlo,
porque eso no se gasta.
Da igual lo que utilice cada día
porque siempre habrá más para mañana.










Poema del horror

La niña, de siete años,
llega al colegio mirando al suelo.
La cara enrojecida, la fiebre alta,
rehúye tu contacto y transmite miedo.

Pobrecita la niña, de siete años.
Cual perro maltratado,
se encoge y se bate en retirada
ante cualquier intento del maestro
para averiguar lo que ha pasado.

Pobrecita la niña, de siete años.
Su madre dice no saber lo que le pasa,
su padre está en la cárcel por asesinato
pero los fines de semana viene a casa.

Cuarenta y ocho horas son eternas
para la pobre niña de siete años
que ve cómo su padre la utiliza,
semana tras semana, ¡cuánto daño!
como un enorme y frío cenicero
para apagar cigarros.

Pobrecita la niña, de siete años.
Es tanto su dolor, su pesadilla,
su terror, su miedo, su fracaso,
que ni siquiera siente la alegría
de llegar al siguiente cumpleaños.
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Pobrecita la niña, de siete años.
Su padre, por su buen comportamiento
se acoge al beneficio penitenciario
y viene a visitarla cada sábado
para dejar su cuerpo hecho un rosario.









Pobrecita la niña, de siete años.











Yo quería que la vida

Yo quería que la vida fuese sólo contemplar
la serena transparencia de tu pelo izado al viento;
expresar cuando me plazca mis salvajes sentimientos;
inventarme cada noche un arco iris natural.

No quería que las nubes me nublaran el verano
ni que el aire golpeara el frágil tronco de mi ser,
ni que la bruma me prive de ver un amanecer,
ni que el calor me robase la frescura de tus manos.

Sin embargo no he podido librarme de lo que soy
y he recibido los golpes de la muerte y de la brisa,
conocí las sensaciones del llanto y de la sonrisa.
Poco a poco he descubierto quién soy yo y adónde voy.

Comprobé que la existencia se labra día tras día,
que si un golpe me derriba he de seguir mi camino,
que si un vino tiene agua no se trata de un buen vino,
que cuando bajo los brazos da comienzo la agonía.

Ahora sé que lo que quiero me lo tengo que ganar
luchando en todos los frentes y perdiendo mil batallas,
avanzando lentamente pero siempre con agallas.
Para ser feliz hay tiempo y hay tiempo para llorar.


























Encina de Tres Pies

Encina de Tres Pies allá, en la cumbre,
dominando paisajes y senderos.
Fuiste Estrella Polar en su momento,
paso obligado de los jornaleros
que acudían, quincena tras quincena,
a lavar sus miserias en el pueblo.

Llegaban asfixiados a tu cima
y tú les ofrecías tu regazo.
De día, parapeto bajo el Sol;
de noche, manta verde
para quince minutos de descanso.

Espléndida atalaya
que apenas sin moverte vigilabas
el valle del Guadiaro, la campiña, la playa,
las sierras colindantes, los caminos
y el sonido del agua que brota a tu derecha,
a veinte metros, manantial eterno que te acompaña.

¡Cuánto aliento chocó contra tus troncos!
¡Cuántas penas se lloraron en voz alta!
¡Cuántos sueños nacieron y murieron
bajo tus ramas!

Y siendo siempre un cruce de caminos,
fuiste también terrible encrucijada.
El faro que alumbraba a bandoleros,
a cazadores furtivos y a los guardias.

El paso inexorable de los tiempos
te dejó sola, abatida y apenada
y, hace apenas tres años, un incendio
solo te permitió vivir con una pata,
huérfana de tus dos hermanas.

Y yo, que te conozco desde siempre,
procuro visitarte cada día.
Intento contagiarte mi alegría
con tal de que te quedes sonriente.

Encina de Tres Pies, sigues altiva.
Y es que tanta belleza
debe darte fuerzas
para querer seguir estando viva.

El día que me muera,
quiero que desde allí se esparzan mis cenizas,
y caigan sobre el campo que cultivo.
Y mi afán de fundirme con la tierra
será verdad, real, definitivo.
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11 de diciembre de 2012
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