En una conferencia en el Club Siglo XXI José Oneto aboga por la reforma de la Constitución para ‘mejorar la calidad democrática del país y de los ciudadanos’
El periodista, profundo conocedor de la Transición, cree necesaria una decidida reforma democrática en España que incluya iniciativas y cambios como los que propone el decálogo de republica.com
José Oneto, consejero editorial de republica.com, ha pronunciado este martes una conferencia en el Club Siglo XXI sobre uno de los temas que mejor conoce, la Transición, sobre la que ha escrito numerosos libros, todos ellos convertidos en best-sellers. Su conferencia se enmarca en el ciclo que el Club Siglo XXI ha organizado con motivo del 35º aniversario de la Constitución Española para hacer balance de los 35 años de democracia española con la participación de destacados periodistas, encargados de llevar a cabo un análisis de cada una de las 10 legislaturas completadas desde 1977.
Posteriormente, los ex presidentes del Gobierno Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero también subirán a la tribuna del Club para cerrar los actos. A continuación, reproducimos el texto íntegro de la conferencia que lleva el título "35 Años de Constitución: De la Transición a la democracia plena".
José OnetoQuiero, en primer lugar, dar las gracias a los responsables del Club Siglo XXI, por haberme ofrecido esta tribuna para reflexionar sobre lo que han supuesto, 35 años después, la Transición Española, cuando tan de moda está denostarla y, también, intentar aproximarme a la realidad actual española, en unos momentos, en los que hemos entrado de lleno en la mayor crisis que ha vivido el país, desde la aprobación de la Constitución española en 1978.
Una crisis que no es solo una crisis económica, de Deuda o financiera, sino una crisis profunda, de las Instituciones, de los políticos, de los partidos políticos, de la propia Constitución que hay que reformar cuanto antes, a pesar de todos los problemas que puede crear, de los valores en los que está anclada nuestra sociedad y la democracia española, de la propia unidad de la nación española, del modelo autonómico que ha dado ya de sí , todo lo que podía. Una crisis que si no se afronta pronto, y con decisión, no se sabe cómo puede terminar, con todo lo que supone eso de peligro y de aventura, dado el actual estado de indignación de la calle y de los ciudadanos. Una crisis que ha tocado, incluso, a la Jefatura del Estado. Una crisis, en fin, de la que, por sus formas de reaccionar, parece no darse cuenta ni quienes gobiernan, ni quienes legislan, ni quienes hacen oposición.
Hacemos bien en recordar en estos momentos críticos, la Transición, aunque ese periodo excepcional de la vida española no le diga nada a gran parte de la sociedad española que no la ha vivido, o que la conoce solo de referencias, y de la que hay que decir que, probablemente, sea una de las etapas más brillantes de la reciente historia española, en la que, con la generosidad de todos, fue posible en el país la Monarquía parlamentaria, la reconciliación entre los españoles, la recuperación de las libertades, y el periodo más largo de paz, prosperidad, y desarrollo que ha vivido este país en los dos últimos siglos.
Es verdad que a lo largo de estos años, decenas de libros, artículos, series de Televisión y ensayos de todo género, se han dedicado a recordar el drástico cambio que experimentó la vida de nuestros ciudadanos, cuando desapareció la dictadura que encarnaba el general Franco que, además , murió en la cama víctima del equipo médico habitual.
Los españoles han sufrido lo que podríamos llamar un bombardeo masivo de información, a veces rigurosa, a veces no tanto, y en muchas ocasiones, contradictorias, sobre aquellos tiempos que parecen ya tan lejanos y que de ninguna manera lo son tanto, aunque los ciudadanos menores de 30 ó 35 años, no tengan por desgracia esa percepción. Se han revelado secretos, se han reivindicado figuras, que hasta ahora permanecían en la penumbra histórica, y se ha producido una curiosa batalla dialéctica, en la que muchos parecían reclamar para sí, o para los suyos, la autoría, el pilotaje o el diseño general o detallado, de esa época a la que todos llamamos Transición.
De todas formas, el Debate ha sido, si no siempre, del todo honesto, sí interesante y enriquecedor. Pero yo echo de menos una mayor atención sobre un elemento que en, aquellos días, fue la verdadera y más eficaz punta de lanza para la consecución de las libertades: la actitud y las iniciativas que la Prensa de entonces tomó para romper la barrera legal de la censura y del silencio impuesto. El papel que cierta prensa desempeña en la normalización democrática del país y en una sociedad ansiosa de reformas y de cambios, y la capacidad de pacto con el poder político para que la aventura de las libertades llegase a buen puerto. Un consenso no escrito que no ha vuelto a producirse en la historia española de los últimos años.
Hagamos memoria. Cuando Adolfo Suárez es designado presidente del Gobierno, y antes de su primera legislatura, España padecía un sistema de representación política prostituido, unos cauces de representación ciudadana que no merecían el nombre de tales, y la ausencia absoluta de instituciones que pudiesen ejercer la crítica al sistema. El culto a la personalidad del general Franco llevaba tantos años de inercia que se había convertido en religión para quienes detentaban el poder y, en costumbre, para quienes lo padecíamos.
Pero, entre todos, fue posible la elaboración de una Constitución, que es la que más tiempo ha estado en vigor, la reconciliación entre los españoles y, como digo, el mayor periodo de paz y prosperidad que ha vivido este país en siglos. Y fue posible con hombres y mujeres, procedentes algunos, del Régimen anterior, con una nueva clase política que quería olvidar la guerra civil y la dictadura, y con los propios exiliados y perseguidos de la guerra civil. Es verdad que todo el proceso estuvo condicionado por el miedo, y que el miedo, ese miedo por ejemplo al Ejército, hizo que no se profundizara en lo que debería haber sido una democracia más representativa, más avanzada, y con más controles sobre el poder.
La primera legislatura democrática de Adolfo Suárez, la más fructífera de las dos que vivió el expresidente, y cuya glosa hizo aquí brillantemente la semana pasada Victoria Pego, da paso a una segunda (1979-1982), realmente dramática, que comienza con la investidura de Adolfo Suárez el 30 de marzo de 1979, y termina el 31 de agosto de l982, con otro presidente de Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, su sucesor, que disuelve las dos Cámaras y convoca elecciones para el 28 de octubre de ese mismo año. Una legislatura que abre Adolfo Suárez y cierra Calvo Sotelo para, a finales del mes de diciembre de 1982, entregar el poder a Felipe González. Un traspaso de poder dramático, en tanto supone el principio del fin de UCD, el partido fundado por Adolfo Suárez para hacer la transición, y que no resistió al Cambio, aunque en la investidura de esa segunda legislatura, todo su discurso va dirigido, precisamente a prometerlo, a promoverlo, y a anunciarlo, esperanzado.
“Acaba de empezar un nuevo periodo político -anuncia Suárez en esta su segunda investidura-. Comienza una etapa de transformación profunda de la sociedad. Se trata de saber realizar el cambio social con sinceridad, conjugando prudencia y audacia. Y eligiendo, también, el camino de la reforma responsable y gradual que conforma la realización del cambio político. Porque, tal es ni más ni menos, la expresión última de la voluntad del próximo Gobierno de UCD. El cambio político se ha realizado en torno a un eje de sensatez, consistente en ajustar los ritmos de tiempo, sin regatear o eludir los contenidos. Nos proponemos ahora realizar el Cambio social en una búsqueda constante de la justicia, demostrando en el terreno de los hechos que la vía reformista es la más adecuada para la transformación de la sociedad.”
Sin embargo, no pudo cumplir su deseo, porque su segunda legislatura fue un infierno. Un infierno personal, familiar y político. Acosado por su propio partido, con problemas familiares provocados por el temor de que sus hijos creyesen en esa imagen deformada que los medios presentaban de él, asediado por una prensa que le apoyó como nunca, pero también, fue innecesariamente cruel con él (y aquí tengo que hacer examen de conciencia y dolor de corazón), desgastado ya por la moción de censura socialista de mayo de 1980, temiendo en todo momento la ruptura del grupo parlamentario, Adolfo Suárez dimitía ante el Rey, y ante el país, en la última semana del mes de enero de 1981, cuando ya solo sus leales, los que también tanto daño le hicieron, creían en él, porque deseaban su propia supervivencia.
Tal día como hoy, 22 de enero, de hace treinta y dos años, comenzaban sus días finales. A esta misma hora, de este mismo día, de hace treinta y dos años, Adolfo Suárez, estaba cenando en Sevilla con el presidente de México, López Portillo, en visita oficial a España. Había tenido un día de locos y agotador. Por la mañana, en la toma de posesión de Antonio Truyol, como miembro del Tribunal Constitucional, había coincidido en el Palacio de la Zarzuela, con el presidente del Congreso, Landelino Lavilla, después de días y días de tensiones y de no dirigirse la palabra, se había abrazado a él, como solo Adolfo sabía abrazar, a pesar de las diferencias y las luchas internas que se habían establecido entre ambos, y esa foto, ocuparía la portada de todos los periódicos al día siguiente. “Adolfo Suárez y Landelino Lavilla -diría “Diario 16″ en su primera pagina- enfrentados por discrepancias sobre el liderazgo y el futuro de UCD, coincidieron ayer en la a Zarzuela, y su encuentro ante las cámaras fue tan efusivo como muestra la fotografía .Enfrentados, con intenciones políticas diversas, y sin embargo amigos”.
Después del acto oficial de Palacio, había almorzado en el comedor privado del Rey con Don Juan Carlos un menú sencillo (verduras, carne a la plancha, queso y café) y fue allí, cuando informaba al Jefe del Estado de los preparativos del primer viaje oficial del Rey a Euskadi a principios de febrero, cuando dio la primera señal de cansancio político y personal, y sobre todo de abandono.
Tan de abandono que ese abandono se produciría una semana más tarde y no pudo siquiera terminar su mandato para el que fue elegido. La descomposición del partido, la ofensiva de demócratas cristianos, socialdemócratas y liberales, contra lo que calificaban personalista forma de gobernar; el intento de que Landelino Lavilla fuera el candidato para las elecciones del año 1983; la ofensiva de la Iglesia Católica por la ley del divorcio, elaborada por Francisco Fernández Ordoñez; la desconfianza del Ejército hacia un presidente que consideraban un traidor y un entreguista; su ruptura con quien fue, durante años, su hombre de confianza, el vicepresidente económico, Fernando Abril Martorell; el creciente malestar militar por el tema autonómico, que se acentúa con los graves incidentes que se producen en la Casa de Juntas de Guernica durante la primera visita oficial del Jefe del Estado al País Vasco, crean un ambiente irrespirable y van minando, día a día, la fortaleza de un presidente del Gobierno que se ve abandonado por todos. Abandonado, incluso, por el propio Rey que, poco a poco, y Suárez se da cuenta, comienza a poner distancia con su presidente de Gobierno. Es, entonces, cuando empieza a darle vueltas a su dimisión. A él no le pueden cesar como a Carlos Arias, porque es un presidente Constitucional. Pero, sobre todo, es su obsesión, a él tampoco, le pueden echar, como la criada que se ha llevado las joyas de la casa.
Lo tenía claro y este cronista se lo oyó decir en alguna ocasión: “Mi misión no es solo profundizar en la reforma, y en el cambio, sino asentar a la Monarquía, pero no la Monarquía de Don Juan Carlos, sino la Monarquía de don Felipe. Con el convencimiento añadido, de que a mí, no me pide nadie la dimisión de mi cargo de presidente constitucional de España, porque yo me marcharé en cuanto intuya el menor “guiño” del Rey”.
No solo intuyó el guiño, sino que lo pudo comprobar cuando el miércoles 28 de Enero de 1981 a las once y media de la mañana le explica al Rey que ha perdido la confianza de la opinión pública, después de los fracasos electorales en Andalucía, Cataluña y Euskadi, que ha perdido la confianza de la prensa, que ha perdido la confianza del grupo parlamentario porque, en contra de su criterio, ha elegido como portavoz a Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, frente a su candidato, Santiago Fernández Miranda, que la lucha por el poder dentro de UCD es implacable, que cuenta con el odio de un Ejército que sigue sin perdonarle la legalización del Partido Comunista, que cuenta con la oposición de la Iglesia Católica por la Ley del Divorcio, que los empresarios están convencidos de que está realizando una política económica que les perjudica y que la Gran Banca conspira contra él.
Se encuentra solo y asediado, con una imagen pública deteriorada, la imagen de un político aferrado al poder, y como última instancia, no encuentra en el Rey la mínima receptividad. Comprueba que no le insiste para que siga. Para él, eso, es algo más que un guiño. Es la comprobación de que ha perdido la confianza del Monarca. Constitucionalmente no le puede pedir la dimisión, y él prefiere presentársela, facilitándole la tarea. Ni siquiera le dice que lo piense. Solo comenta con el Jefe de la Casa, Sabino Fernández Campo, al terminar la Audiencia “Adolfo se nos va”. Frase idéntica a la que pronuncia cuando, en un almuerzo en el restaurante Horcher de Madrid, el día del Santo de Sabino, y delante de él, le comunica a la Reina el relevo del Jefe de la Casa Real “Sabino se nos va”. Es la primera noticia que Fernández Campo tiene de su relevo.
En efecto, Suárez se va, se nos va, y en su despedida, deja en el fondo, el motivo final de su marcha:”No me voy por cansancio. No me voy porque haya sufrido un revés superior a mi capacidad de encaje. No me voy por temor al futuro, Me voy porque ya las palabras parecen no ser suficiente y es preciso demostrar con hechos lo que somos y lo que queremos, y yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la Historia de España”.
Suárez se va. Luego vendría la elección de sucesor en la persona de Leopoldo Calvo Sotelo como aspirante a la Presidencia del Gobierno y Agustín Rodríguez Sahagún, como Presidente del Partido; el disparatado Congreso de UCD en Mallorca, con una huelga de controladores de por medio que lo convierte casi en una noticia de orden público, los graves incidentes en la Juntas de Guernica ante Su Majestad el Rey, el nombramiento de Alfonso Armada, como segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército, a pesar de la oposición de Suárez, las cada vez más frecuentes reuniones de militares convencidos de que había que intervenir ante lo que consideran el desmadre de las Autonomías, raíz de los incidentes en el País Vasco y cómo no, el Golpe en la tarde del 23 de febrero de 1981, que para muchos solo es, a estas alturas, escenas de una mala película que ocurrió hace, ahora, dentro de poco, treinta y dos años, pero que pudo terminar con el sistema democrático.
Una película, que estuvo a punto de convertirse en sangrienta tragedia, que duró diecisiete horas y media y que en ella, faltan todavía, treinta y dos años después, muchas otras fotos fijas, muchos otros fotogramas que expliquen ese final feliz que se produjo y que supuso la consolidación de la Monarquía en España, su prestigio como Institución y, la desaparición definitiva de esa tradición golpista del Ejército español desde el siglo XIX.
Hubo a partir de entonces una “reconducción” del proceso autonómico con la LOAPA (Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico), una voladura controlada de la UCD (Unión de Centro Democrático) uno de los partidos que más se dejó en la transición, una pérdida de influencia del Ejército hasta la desaparición por completo del llamado “poder militar” que, con su miedo tanto condicionó la transición, una presión creciente para la entrada de España en la OTAN, especialmente por parte de Estados Unidos, cuyo papel en el golpe está todavía por aclarar, y finalmente, un triunfo por mayoría absoluta, meses más tarde, del partido socialista , que permaneció en el poder durante catorce años.
Las imágenes y las otras fotos fijas que faltan, contribuyen a que muchas incógnitas sigan sin resolverse, a que muchos temas permanezcan en la obscuridad, a que algunas piezas no encajen en ese complicado puzzle que es el 23-F…y que todavía se intenten buscar esas piezas en los más recónditos lugares porque, desde el poder, se quiso en su momento, enterrar todo lo más rápidamente posible, y con los menores daños colaterales.
Se decidió limitar al máximo las responsabilidades penales, sentando en el banquillo de los acusados a solo treinta y tres militares y guardias civiles que habían participado directamente en la asonada… Se evitó extender esas responsabilidades a varias Capitanías Generales que a lo largo de la tarde estaban dispuestas a seguir a Tejero y Milans del Bosch. Se extendió un manto de silencio sobre la trama civil que durante meses, habían estado estimulando a los militares a poner fin a un Régimen que llevaba al país al desastre y a la ruptura de la unidad nacional. Se decidió liberar al servicio de inteligencia, el CESID, de todo tipo de responsabilidad e, incluso, absolver a uno de sus principales mandos, al comandante Cortina… Se claudicó ante muchas evidencias para que el juicio pudiese llevarse a cabo, cuando la mayoría del país pensaba que ese juicio jamás se celebraría.
Y muchos episodios quedaron sumidos en la oscuridad más absoluta, al tiempo que muchos detalles claves dejaron de investigarse.
No se sabe, porque nadie investigó todo en torno a la contraseña aparecida en el diario ultraderechista “El Alcázar” el día anterior al golpe, anunciando que todo estaba dispuesto para la sesión del lunes “antes de que suenen las 18, 30″ (la hora del golpe) ni la otra consigna publicada con el texto “no es cierto que yo quiera dar un golpe militar el lunes 23 de Febrero por la tarde…”
Se ignora por qué el capitán de la guardia civil, Sánchez Valiente, adscrito al CESID y colaborador del comandante Cortina, que huyó de España horas después del golpe, con un supuesto maletín con papeles comprometedores, solo fue juzgado, años más tarde, simplemente por “abandono del servicio”.
Se ignora el trasfondo de dos frases del Rey contenidas en el télex enviado a Milans del Bosch: “Después de este mensaje no puedo volverme atrás” y, otra realmente dramática, “Ni abdico, ni me voy, tendréis que fusilarme”.
Sigue sin conocerse el nombre del “portavoz parlamentario” que iba a servir de interlocutor entre los golpistas y los diputados; la totalidad de las conversaciones grabadas aquella noche a través de las centralita telefónica del Congreso y en otros centros neurálgicos, que rebasan las cien horas, donde puede haber datos reveladores de la actitud de muchos; el papel con la lista del Gobierno que iba a proponer Alfonso Armada al Parlamento, que en un momento determinado Tejero y que, ahora años más tarde, Armada dice que es el papel que nunca existió; la actitud de varios capitanes generales como el de Valladolid, Ángel Campano, que encerrado en su pabellón oficial, tardó horas en hablar con el Rey porque se negaba a hacerlo, el de Barcelona, Pascual Galmez, que llegó a decirle a Armada “Alfonso tu leña al mono, tu zúmbales ahí bien ¿Qué se han creído esos diputados” o , el de Zaragoza, Elicegui Prieto, que se había atrevido a decirle a su Estado Mayor, en un auténtico mitin político, que España se encontraba como en el 36 y que era posible que pronto iba a ser necesario una intervención militar similar a la cruzada para reconducir la nave del Estado, o de otros varios , jefes de regiones militares, que estaban al tanto de todo,o de casi todo.
Casi todos ellos han muerto, no han querido hablar nunca de aquella intentona, y algunos incluso, han quedado para la historia como demócratas y defensores de la legalidad constitucional.
Por otra parte, muchos de los personajes claves de aquel día como Milans del Bosch, el general Aramburu Topete, director de la Guardia Civil, o el mismo Sabino Fernández Campo, secretario general de la Casa Real, (el primero que se dio cuenta del doble juego de Armada y que aconsejó al Rey que no se presentase en la Zarzuela lo que le permitió anunciar a los indecisos que “ni estaba en Palacio ni se le esperaba”), también han desparecido y se han llevado algún que otro secreto a la tumba. Especialmente Sabino Fernández Campo que, en pequeñas fichas, anotaba detalles, anécdotas e informaciones claves y curiosas.
Otros, están prácticamente enclaustrados, como el coronel Antonio Tejero, que vive entre la Costa del Sol y Madrid, que se dedica a la pintura y al cultivo del aguacate y que sigue preguntándose que todavía nadie le ha explicados lo que realmente paso el 23 F. Y dentro de su lógica lleva razón.
O el general Armada, 93 años, prácticamente ciego, que sigue insistiendo en que fue él, el que salvó la situación y que lo que quería era simplemente terminar con el secuestro del Parlamento, reivindicando su inocencia e insistiendo en que para él, primero es la Religión, después España y en tercer lugar la Monarquía. “Yo fui al Congreso -insiste a todo el que habla con él- a buscar una solución que permitiese salir de aquel embrollo, (embrollo estimulado por él) para que no hubiese sangre y que se liberase a los diputados. No he tenido ni tengo ambiciones políticas. Solo he querido salvar a España y al régimen monárquico que lo encarna”.
En efecto, él quiso salvar a España, de una democracia que, según él era la causante del terrorismo de ETA, de la ruptura de la unidad nacional con las Autonomías, del relativismo moral del divorcio y de leyes que iban contra la doctrina católica, del caos que habían provocado los partidos políticos y los sindicatos, y sobre todo de su gran enemigo Adolfo Suárez. Y de paso, salvar al Rey, aun en contra del propio Rey.
Por eso existen lagunas, enigmas, contradicciones y, sobre todo muchos misterios por resolver.
Treinta y dos años después de un golpe ideado por Armada, el que siempre dice que quiso salvar a España y a la Corona, y apoyado por un sector de los servicios de inteligencia y ejecutado por Tejero y por Milans, las verdaderas claves solo las tienen Armada y el comandante Cortina, que ocultan parte de la información a Tejero y Milans. Otras, se mueven en el mundo de las interpretaciones personales y de testimonios de parte interesados.
Por eso, la historia del 23-F, hay que reconocerlo, es una historia oral, ya que el golpe se hizo sin papeles, sin planeamientos serios, rigurosos y unificados, con datos que no conocen dos de los principales implicados (Tejero-Milans), y los únicos documentos relacionados con el golpe que existen, son posteriores a la toma del Congreso: el bando de Milans del Bosh por el que se declara el toque de queda y la supresión de las garantías constitucionales, el telegrama del Rey a los capitanes generales, donde Don Juan Carlos confirma que ha ordenado a las autoridades civiles y a la Junta de Jefes de Estado Mayor, que tomen todas las medidas necesarias para mantener el orden constitucional, dentro de la legalidad vigente, el comunicado que Tejero y Pardo Zancada intentan publicar en “El Alcázar” y difundir por la emisora “La Voz de Madrid” justificando la toma del Congreso; el “Pacto del capó” firmado antes de la liberación de los diputados por el cual se libera de cualquier responsabilidad penal a los implicados que tengan una graduación por debajo de teniente, entendiendo que están actuando por “obediencia debida”, y el comunicado de la retirada del bando de Milans en el que se declara el toque de queda en Valencia , en la madrugada del día 24.
Es una historia oral, reconstruida sobre todo, por periodistas y algunos historiadores, por testimonios orales, con versiones antagónicas y contradicciones, con intoxicaciones y datos con los que se ha intentado ocultar la verdad, con declaraciones de los implicados, juzgados y condenados, que no se han podido comprobar en todos sus extremos, ya que incluso, siguen existiendo restricciones para poder investigar, desde el punto de vista estrictamente judicial, determinados aspectos de aquella intentona.
Nadie puede sospechar que lo que son las Actas Judiciales, los testimonios, las declaraciones, -aunque gran parte de ellas se reproducen en libros como el que publiqué en Planeta en el año 1982 (“La verdad del Caso Tejero. El proceso del siglo”)-, lo que es el grueso del sumario, está en poder del Tribunal Supremo, que no permite su consulta hasta que hayan transcurrido veinticinco años después de la muerte de todos los procesados, o cincuenta años a contar desde la fecha del fallido golpe de estado, es decir, en el año 2031.
No sé lo que pasará en España en el 2031. Se lo que está pasando ahora Y lo que está pasando es que estamos viviendo una de las mayores crisis que ha vivido este país en siglos. Una crisis en la que, la ciudadanía, puede estallar en cualquier momento harta de la corrupción y de la inutilidad de algunos políticos, del poder y de la oposición, por combatirla y ponerle freno.
España está en crisis, en una crisis económica. Social, moral e institucional, y los españoles no podemos permanecer impasibles ante tan grave situación y a la espera de soluciones mágicas o de acontecimientos imprevisibles. Los ciudadanos, cada vez más alejados de sus gobernantes y representantes, deben reaccionar con iniciativas que exijan la reforma del sistema político para mejorar la vida democrática, lograr la recuperación de la economía y reforzar la cohesión nacional y el prestigio de España en la escena internacional.
La grave crisis institucional y económica de España nos ha llevado a seis millones de parados -un drama social y familiar con alta repercusión en los jóvenes- a una juventud sin trabajo y sin esperanzas, a intentos de escisión de la unidad nacional como los que comienzan mañana en el Parlamento de Cataluña con la aprobación de lo que será el inicio del Referéndum de independencia, y al deterioro de la vida pública donde la escasa competencia y calidad de muchos gobernantes (y los escándalos de corrupción) han provocado un creciente alejamiento de los ciudadanos con respecto a los partidos políticos y la clase dirigente.
En esta situación, que impide vislumbrar un horizonte de recuperación y esperanza, han influido la crisis financiera y el obsoleto modelo productivo español -centrado en los sectores inmobiliario y de servicios- pero, sobre todo, el mal gobierno de la nación, la debilidad de la oposición y la falta de acuerdos entre los primeros partidos del país que no están a la altura de los graves problemas planteados. Carencias flagrantes bajo las que subyace la necesidad de la reforma del modelo político español para culminar el paso de la “Transición” a la “Democracia” plena, una vez que el vigente sistema político español de corte partidocrático, que sirvió bien para facilitar el paso de la dictadura a un régimen de libertades democráticas, carece de elementales reglas del juego democrático como son:
1. La separación de los poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) que en España no existe como tal, lo que impide el control democrático de los gobernantes, permite su incompetencia y facilita su impunidad frente a la corrupción y el abuso de poder.
2. Un sistema electoral justo y representativo, porque el vigente en España que incluye graves fallos que impiden: por una parte, la justa representación de todos los españoles en el Parlamento, en beneficio de los dos grandes partidos y de minorías regionales y nacionalistas; y por otra, la capacidad de los ciudadanos de elegir directamente a sus representantes -y no a través de listas cerradas de los partidos- lo que conduce a que nuestro país sea el único de nuestro entorno europeo donde los ciudadanos no eligen directamente a ningún gobernante o representante, empezando por el Jefe Estado y siguiendo por el presidente del Gobierno, los presidentes autonómicos, los alcaldes y los parlamentarios.
Para superar estos importantes problemas y carencias, a las que se añaden otras sobre la calidad de gobernantes, los parlamentarios y las instituciones, creo que es necesaria una decidida reforma democrática en España que incluya iniciativas y cambios como los que ha presentado a la opinión pública el periódico digital www.republica.com. Por eso les traslado este manifiesto de diez puntos que deberían debatir todos los que están interesados en la Reforma para evitar lo que ya se está calificando fuera de España como “Un escenario de Final del Imperio”.
1.- El presidente del Gobierno de España debe de ser elegido por el sufragio universal de todos los españoles por solo dos mandatos, y no a través del Parlamento que controlan los aparatos de los partidos.
2.-Urge la reforma de “ley electoral” para favorecer las listas abiertas, con circunscripciones y ajustes proporcionales para “los restos” de los votos nacionales.
3.- Los órganos gestores del Poder Judicial deberán ser elegidos por los cuerpos jurídicos del Estado y no por el Gobierno y Parlamento. El Tribunal Constitucional debe desaparecer para integrarse en una Sala especial del Tribunal Supremo.
4.- El Parlamento debe garantizar el derecho de palabra a todos los parlamentarios, y el Senado debe tener competencias legislativas.
5.- Los Alcaldes deben ser elegidos por sufragio directo de todos sus ciudadanos, y las Diputaciones deberían desaparecer.
6.-Los partidos políticos, los sindicatos y las organizaciones que son financiadas por el Estado deben ser auditadas y sus créditos, impuestos y financiación publicitados.
7.- Los ministros, secretarios de Estado, embajadores de alto nivel, presidentes autonómicos y responsables de los órganos reguladores del Estado deben pasar, en el Parlamento, un examen o consulta previa que certifique su idoneidad para el cargo al que aspiran.
8.- La Universidad debe recuperar los exámenes y oposiciones para garantizar la excelencia de sus catedráticos, “sufrir” una profunda reforma tecnológica para su expansión global y ofrecer contactos y canales de acceso al primer trabajo de los jóvenes licenciados, para los que se ha de facilitar un modelo de contrato de “primer trabajo”.
9.- Se ha de crear una Alta Escuela de la Administración del Estado.
10.- La lengua castellana debe ser obligatoria e ineludible en la vida pública y especialmente Enseñanza, Administración, y la Justicia. El Estado debe promocionar en el mundo global, a través de Internet, la cultura y el idioma español.
Entre las consecuencias más notorias de esta reforma de la que hablo estarían:
1.-La separación definitiva de los poderes del Estado, una vez que al ser elegido el presidente del Gobierno (Ejecutivo) por sufragio universal directo, y en comicios diferentes el Parlamento (Legislativo), la legitimidad de origen y las funciones de ambos Poderes del Estado serán bien distintos y delimitados. Y a su vez, al margen del tercer poder (el Judicial), cuyos órganos gestores serán elegidos solamente por los cuerpos jurídicos del Estado.
2.-La elección del presidente del Gobierno por sufragio universal con mandato limitado a dos elecciones cohesiona la Nación -lo pueden votar todos los españoles- y garantiza la presencia en los comicios presidenciales de candidatos de indiscutible prestigio y experiencia, eliminando el riesgo de la mediocridad que permite el “coladero” del aparato de los partidos en el sistema actual.
3.-El Poder Judicial queda al margen de las intrigas y las influencias políticas y mejorará su independencia y la calidad de sus órganos reguladores, lo que garantizará la calidad y excelencia de los altos magistrados del Estado, eliminando la insufrible competencia entre el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional.
4.-Los ciudadanos elegirán directamente a sus representantes en el Parlamento y estos responderán personal y directamente ante sus electores. Y el Parlamento podrá ejercer su función de control del Ejecutivo, y no como ocurre ahora donde el Ejecutivo quien somete y controla al Legislativo y al Judicial.
5.-La elección directa de gobernantes y parlamentarios sumada al que ha de ser preceptivo examen de los que aspiran ser ministros y altos cargos de la Administración, mejorará la calidad y la eficacia de los gobernantes y representantes. Lo que sin duda favorecerá la creación de la Alta Escuela de la Administración del Estado y la recuperación del prestigio de la Universidad.
Una reforma que va más allá de la Ley electoral y que, treinta y cinco años después de la aprobación de la Constitución de 1978, necesitaría, por lo menos de un amplio debate nacional, seguido de propuestas concretas que mejoren la calidad democrática del país y de los ciudadanos y que ponga freno a una corrupción que está a punto de terminar con el sistema democrático que nos hemos dado los españoles…
No podemos permitir lo que está pasando porque España no se lo merece Y porque esta, es una gran Nación a la que le sobra talento, ilusión, ganas de vivir, historia y recursos suficientes como para seguir ocupando un lugar privilegiado en Europa y en el mundo. Ahora todo depende de nosotros y no solo de los políticos.
Muchas gracias y Buenas noches.