Así lo han vivido los 47 jóvenes andaluces de 1º de Bachillerato que han organizado su viaje de fin de curso en esta fecha para ser testigos de este acontecimiento histórico. Daniel, Francisco, Cristóbal y Alberto aseguran a Europa Press que ha sido «muy emocionante» el momento previo a que saliera la fumata negra, aunque alguno de ellos se muestra un poco decepcionado. Otros, sin embargo, dicen que ya se lo esperaban.
Miles de fieles en San Pedro pese a la lluvia y a que se daba por hecho que no habría acuerdo
Decenas de miles de ojos se concentraban ayer tarde en la pequeña chimena sobre el tejado de la Capilla Sixtina. Escondida en una esquina de la plaza de San Pedro, a la derecha de la fachada de la basílica, es prácticamente imposible dar con ella si a uno no le indican dónde está. Mucho más difícil puede llegar a ser distinguir a la primera si el humo que emana de ella es blanco, negro o ni una cosa ni otra. Afortunadamente, la iluminación sobre la chimenea y una cámara fija situada a corta distancia, conectada con las pantallas gigantes de la plaza, y con las televisiones de todo el mundo, facilitan la tarea.
Era previsible que la primera «fumata» fuera negra, es decir, que los cardenales no llegasen a un acuerdo. Sin embargo, eso no impidió que desde media tarde la plaza de San Pedro se llenara de gente con la esperanza de que saltara la sorpresa.
Cuando a las 19,40, algo antes de lo previsto, emergieron desde la estufa de la Capilla Sixtina las primeras voluntas, se escuchó primero un aullido colectivo. Por unas décimas de segundo, hubo quien albergó todavía cierta duda sobre si el tono oscuro inicial era realmente negro o no, pero enseguida se disipó cualquier vacilación: un espeso humo del color del carbón salía a borbotones de aquel pequeño cilindro metálico sobre el tejado. «¡Oooohhhh!», se oyó entonces en un clamor unánime.
«Es un privilegio»
«Mañana volveremos», decía resignada Sofía, una colombiana afincada en Roma que había acudido a la plaza con una amiga nicaragüense y que consideraba un «privilegio» poder vivir en persona aquel momento trascendental. «No puede ser que vengan periodistas de todo el mundo y nosotras no lo aprovechemos», comentaba.
Una lluvia intermitente, que en algún momento llegó incluso a convertirse en granizo, estuvo amenazando durante la tarde con aguar el instante de la primera «fumata» y la plaza de San Pedro se llenó de paraguas. Pero en el momento clave el cielo fue bastante clemente con los pacientes fieles que aguardaban el resultado de la primera votación de los cardenales.
Desde primera hora de la mañana, se palpaba en el ambiente la excitación propia del gran momento histórico que atraviesa la Iglesia. Miles de personas acudieron a dar su aliento a los cardenales en la misa por la elección del Papa y durante el día se fueron sumando otras que se acercaron para esperar la primera «fumata», hasta cubrir la plaza entera.
Entre la multitud se veían ondear banderas de distintos países: Argentina, Polonia, República Checa... Y por supuesto de España. Un grupo de jóvenes en viaje de estudios animaba con sus cánticos la espera mientras agitaba la roja y gualda.
También se podía ver en la plaza a un joven que se paseaba con orgullo envuelto en una bandera de Maryland, que en el siglo XVII se fundó como una colonia refugio para los católicos.
El mexicano Ernesto Herrera, por su parte, ha viajado a Roma con su esposa y su hija de ocho años. Ayer plantó ante la basílica una enorme bandera de México a la espera de que se asome al balcón un nuevo Pontífice. «Estaremos aquí hasta que salga elegido», aseguraba Ernesto, de 42 años, y procedente de Querétaro, donde tiene un negocio de venta e instalación de aire acondicionado y calefacción. De momento, Ernesto y familia prevén permanecer diez días en Roma, tiempo que creen suficiente para que los cardenales se pongan de acuerdo en un candidato. No tiene favorito ni cree que haya ningún mexicano que tenga posibilidades de ser Papa, sólo confía en que «tenga energías para poder dirigir bien la Iglesia». Los chubascos no les van a amilanar. Salvo por la noche, cuando se irán a dormir bajo techo, permanecerán allí llueva o haga sol. «En México aguantamos mucho», adviertía rebosante de buen humor.
Nadie era ajeno al emocionante tiempo que vive la Iglesia. Estar allí en el comiezo del Conclave es «algo impagable, una experiencia única» para la argentina Alejandra Cortés. Estaba en Roma de casualidad, procedente de Madrid: «Ni en mis mejores sueños pensaba estar aquí en este momento», confesaba con arrobo. Así lo han vivido los 47 jóvenes andaluces de 1º de Bachillerato que han organizado su viaje de fin de curso en esta fecha para ser testigos de este acontecimiento histórico. Daniel, Francisco, Cristóbal y Alberto aseguran a Europa Press que ha sido «muy emocionante» el momento previo a que saliera la fumata negra, aunque alguno de ellos se muestra un poco decepcionado. Otros, sin embargo, dicen que ya se lo esperaban.