¿Y si fuera ella? ... por J.José Tellez



En los ipods de la modernidad siguen sonando viejos cantables, quizá con la voz madura de Alejandro Sanz, ese andaluz de Madrid, declamando ¿Y si fuera ella? ¿Y si fuera ella, la de siempre, la madre, la abuela, la hermana o la amante, la que sostiene el hogar de los parados que se viene abajo sin más sueldo que el suyo, en la economía sumergida de quienes limpian hogares o escaleras, la que trabaja el doble por la mitad en los almacenes del abuso, la que atiende a la dependencia sin ley que la ampare?
Puede que todavía los albañiles le piropeen en la testosterona de las obras del amanecer, pero en las tribunas del poder aquellos que hacen encajes de bolillos con la idiotez o perpetúan la necedad desde los altos despachos, lo mismo le mandan un día a hacer punto de cruz o le dicen que ella no puede amar porque el matrimonio sólo sirve para perpetuar la especie.

¿Y si fuera ella la que exprime la breve paguita de quienes no tienen nada, la que se abraza como una loba a los suyos para evitar el desahucio, la que se ríe a carcajadas pero con muy mala hostia de la última ocurrencia de los intelectuales de la caverna que hacen a diario compatible el buen estilo literario con los modos peores del ser humano?

Ella es la enfermera que ahora emigra a Chile, la taxista perdida en la jungla urbana, la que tiene dos o tres niños y no es posible conciliar nada con un marido remoto que no está o no se le espera, o cuando viene sólo la mira con ojos tristes añorando viejos tiempos de patas quebradas y cocinas como calabozos. Ella es la que rebusca chatarra en la basura, la que reclama a su jefe que le paguen lo mismo que a su compañero de oficio, la que se siente acosada por el tipo que debe decidir su ascenso, la que oposita sin esperanza, la que nota el frío del desamor y lleva toda la vida celebrando cada 14 de febrero el día de los abandonados.

Ella es la que el capitalismo no quiere que trabaje para que se quede en casa para ahorrar guarderías y residencias de la tercera edad. Ella es la monja que sabe que nunca será papisa, la infanta que se muerde los labios en silencio como un florero del caso Nóos o bajo una ley sálica que le impide ser heredera de la corona de un país en donde ni siquiera ellas, con todo su golpe de sangre azul, tienen derecho a la igualdad plena.

Hoy dicen que es su día. Pero sería mejor que lo fuese siempre. ¿Y si fueran ellas las que, como viene ocurriendo por los siglos de los siglos, terminen sacándonos de este atolladero? Una canción termina en el ipod y un tipo saca una navaja. Se queda mirando fijamente a su compañera, que ya no quiere serlo. El futuro será mujer. O no será. Pero la sangre que recorre las noticias sigue sin saberlo.

8 de marzo de 2013
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