Este simpático animal, que allá por las décadas de 1.940 y parte de 1.950 quedó casi extinguido por el alto precio de su piel (1.000 pesetas, cuando el sueldo diario normal era de entre 2´50 y 5 pesetas) y que ahora, que según parece vuelve a verse algún que otro ejemplar en los mismos lugares donde fueron casi exterminados sus congéneres se están encontrando con un enorme contratiempo, las alambradas de malla que les delimitan sus territorios de caza y crianza, impidiendo que animales de distintas familias se puedan aparear dando mas vigor a la especie.
¿Cuándo esos “expertos” de medio ambiente y naturaleza van al menos a aconsejar a nuestros legisladores? que legislen leyes que hagan que cualquier animal salvaje pueda desarrollarse libremente en su entorno y no tengan que vivir dentro de alambradas como si estuvieran enjaulados
(en jaulas grandes, pero encerrados).
Julio 2.013
Diego “Parra”
