El Cadiz venció en el municipal de La Línea


BALOMPEDICA 1-2 CADIZ C.F.
goles: 1-0 (30') Copi remata en postura acrobática un centro de Chema Mato. 1-1 (45') Airam Cabrera aprovecha un rechace de Mateo tras una falta botada Juan Villar. 1-2 (48') Juan Villar marca a puerta vacía una asistencia de Migue García.

incidencias: Encuentro de la trigésimo segunda jornada de Liga en el grupo IV de la Segunda división B, disputado en el Municipal de La Línea ante unos 6.500 espectadores, de los que más de 1.500 apoyaban al conjunto visitante. Durante la mañana las dos aficiones protagonizaron una entrañable jornada de convivencia en los bajos de Preferencia. Antes del comienzo el presidente balono, Alfredo Gallardo, impuso el escudo de oro de la entidad al abonado más antiguo, el casi centenario Manuel Márquez, que hizo el saque de honor.
El fútbol, casi siempre, ofrece la ventaja de que quien no se consuela es porque no quiere. La Balompédica se quedó con la taquilla más suculenta de la temporada y el Cádiz enterró a la sombra del Peñón su mala racha como visitante y salió del estadio Municipal encaramado a la cuarta plaza, con los dos pies dentro de la tierra prometida. El duelo de la concordia provincial, ejemplar en todos los aspectos, aleja a la Balona casi de manera definitiva de la pelea por jugar la fase de ascenso, pero está escrito que las penas con pan son menos y a los de La Línea les queda el alivio de la recaudación y de estar en posición de ventaja para obtener el pasaporte para la próxima edición de la Copa. Por encima del merecido triunfo cadista, el partido de ayer deja el poso de que este bendito deporte, cuando es bien entendido, se convierte, por encima de todo, en una magnífica fiesta.

Vaya por delante que a esta Balona no se le puede hacer un solo reproche y menos el día que se ha descabalgado de una pelea que seguramente le viene grande. El mérito es haber llegado tan lejos. El Cádiz, como ya sucedió en Carranza, ganó en La Línea sin necesidad de alharacas. Lo hizo, sencillamente, porque es mejor equipo. Porque cuenta con esos jugadores que no están al alcance de la economía de la Balompédica, esos que desequilibran una batalla en los pequeños detalles. Ganó porque es capaz de arrastrar hasta el santuario balono a más de mil quinientas almas, una cifra a la que no aspira el conjunto albinegro en esta temporada... ni cuando juega como local.

A pesar de todo, el espejismo duró cuarenta y cuatro preciosos minutos, que quedarán para la historia como una de las pocas veces en la que la Balompédica fue capaz de tutear al todopoderoso submarino amarillo. En el primer tiempo, vibrante, vivo, divertido, el equipo de casa fue mejor. Más ambicioso, más ofensivo, movía el balón con más criterio que un Cádiz que parecía como condicionado mentalmente por sus estadísticas desfavorables como visitante.

De hecho Juampe ganó la línea de fondo en el minuto diez y centró sin encontrar rematador. A renglón seguido Carlos Guerra cabeceó dentro del área y Sergio Aragoneses acreditó las infinitas virtudes que ya dejó patentes hace ahora un par de años cuando defendió esas mismas porterías, pero entonces para los intereses del CD Tenerife.

En esas estaban, unos envalentonados y otros con dudas, cuando los albinegros trazaron una acción de tiralíneas. Óscar Martín se la entregó a Chema Mato, éste mandó con efecto al segundo palo y allí Copi, en una posición dificilísima, demostró su condición de trilero del área e hizo un gol de listo. De quien, que no debería pasar desapercibido, lleva tres en tres jornadas firmando un tanto en cada partido. Y eso que verle jugar como referente sigue haciendo daño en los ojos.

El Cádiz no reaccionó. Pero la Balona se empeñó en devolver al partido a un equipo que se sentía noqueado.

En el 44', cuando Calderón empezaba a preguntarse cómo iba a reanimar a sus chicos en la caseta, los balonos le entregaron una bolsa de vida extra. Juampe perdió su enésimo balón, Olmo se entretuvo cuando debía haber mandado a la grada y Carlos Guerra cometió falta excesiva. Villar lanzó y la barrera dejó que el esférico pasase por debajo. Mateo, en vez de despejar, amortiguó el golpe. Y Airam Cabrera fue más rápido, se adelantó a todos, especialmente a Ismael Chico, y restableció las tablas.

Fue un golpe en toda la línea de flotación de la autoestima de la Balona. El Cádiz se fue a vestuarios con esa euforia que proporcionan los goles, después de haber empatado en un primer tiempo en el que había lanzado una vez a puerta. Los de casa, preguntándose qué más podían hacer.

La respuesta no tardó en llegar: posiblemente nada. En la primera jugada de la segunda mitad Olmo -que no tenía el hombre su día- mandó atrás en el borde del área al sentirse presionado. Migue García, que hubiese estado en fuera de juego si el balón hubiese procedido de un compañero, se supo habilitado y mandó para que Juan Villar hiciese el 1-2. Dos golpes, dos goles. Los equipos grandes lo son porque no necesitan mucho para marcar. Y el Cádiz lo es y cuenta además con dos tipos, Villar y Airam, que le tienen tomada la medida la Balompédica.

A partir de ahí sólo existió el conjunto de Carranza. Bueno. Y su afición. Los amarillos dieron una envidiable lección dentro y fuera del terreno de juego.

En el campo, los hombres de Calderón se sustentaban en el partidazo de sus dos mediocentros [Josete y Garrido] marraban hasta cuatro ocasiones claras (pero claras, claras) de marcar, mientras la Balona se desmadejaba con los cambios. El equipo de La Línea, que había jugado con un insultante desparpajo en la primera mitad, se sintió cohibido, sin ideas. Los cambios, incluido el atrevido recurso de formar una defensa de tres, desmadejaron por completo a la centenaria escuadra albinegra. Porque ésa era la sensación: que una vez descosida, no había manera de recomponerla.

Sólo al final pudo cambiar la suerte del partido. Más por arreones que por fútbol y porque al Cádiz se le aparecieron todos los fantasmas al ver cómo no era capaz de apuntillar y empezó a pensar aquello de que el que perdona... Las dos veces fue Juampe el protagonista. En la primera replicó Aragoneses. En la segunda sacó Tena en la misma línea de meta.

El pitido final transformó el vestusto Municipal en el reconstruido Carranza. "Sí se puede, sí se puede", cantaba la grada amarilla mientras sus jugadores les lanzaban las camisetas y los hinchas balonos, en silencio, observaban con una actitud no exenta de enorme reconocimiento.

Queda el consuelo de que un rival que pertenece a la nobleza no ya del grupo, sino del fútbol nacional, celebre como un gran éxito que ha doblegado a la Balona. Eso demuestra lo mucho que ha hecho el conjunto de casa por tercera temporada consecutiva. Hasta dónde se ha ganado el respeto de sus contrincantes, que, al menos en el caso de ayer, no enemigos. Unos méritos que no deben caer en saco roto. Una derrota ante el Cádiz y más ante este Cádiz no es, ni mucho menos, una deshonra. Ahora queda el objetivo de la Copa, que no es tan baladí como pudiese pensarse. Y puestos a ser positivos, igual al Cádiz sí que le sirven esos tres puntos para algo.



31 de marzo de 2014
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