Suarez , afrentado "post mortem"... por Ignacio Trillo



Ningún ser humano merece la ofensa tras la muerte, menos si el trance ha sido resultado del maldito y lento Alzheimer que primero extingue la mente hasta concluir la vida de forma irreflexiva en subsistencia meramente biológica. A la par, precedida por la angustia de ver desaparecer en tres años, por mor de malignos cánceres, a seres tan queridos como la mujer con la que siempre permaneció afectivamente unida y la primogénita concebida.



Suaréz. de la aclamación a la soledad.
Menos aún, si con anterioridad, acosado por la presión de los todopoderosos, la envidia de la mediocridad, el dolor por el desprecio de los desagradecidos a los que generosamente dio todo lo que fueron, así como ante la voracidad de la ambición de una derecha emergente; en productiva edad, rico en experiencia y con vocación de seguir prestando servicio a la sociedad, se ve obligado -impotente, aislado y hastiado- a retirarse de su pasión vital, la política, con destino a recluirse en su residencia familiar.


Adolfo Suárez que se confesara, un año antes de ser presidente, con el entonces amigo, Landelino Lavilla.
Hablo lógicamente del primer presidente del Gobierno que tuvo la actual era democrática. Un Adolfo Suárez que se confesó ante el que también creyó que era un amigo, Landelino Lavilla, y que asimismo acabaría con los años decepcionándole tras sacarlo de la carrera de jurista para poner en sus manos los destinos de la justicia durante la Transición.
Le expresó, un año antes de que fuera llamado por el Rey para llevar las riendas de la nación: “Preferiría un año de poder”, – pensando en realizar un gran proyecto para el país de cara a lograr la reconciliación de las dos Españas,- “que otros cuantos de vida”.


2001. Súarez el día del fallecimiento de su mujer Amparo, con su hija María Amparo (Mariam) que tres años después también moriría de cáncer.
Nunca creo que el bueno de Suárez se imaginaría la macabra paradoja que en esa permuta de tiempo le depararía el porvenir: ese año de poder… ¡Cuánto y de qué forma padecida, esos otros años de vida, por unas u otras razones de distintas índoles…!
Cuatro años y medio de Suárez en el Gobierno para acometer, en la mitad de ese tiempo, la gran transformación que España necesitaba contra viento y marea, soportando frontales insultos y amenazas por los mismos de su procedencia, porque sentían en peligro la privilegiada herencia recibida en la siniestra etapa opaca de la España en blanco y negro dictatorial.


Suárez ante el Golpe del 23F.
Y en la otra mitad para soportar la soledad del poder, la desafección de los que había creído, incluso el Rey lo abandonó, y desde la parte opositora, los que en la lógica alternancia política en democracia le hostigaban, censuraban y acosaban con la impaciente pretensión de sustituirle.


Tampoco el CDS como segunda parte fue bueno para Suárez
Para rematar esa etapa, una vez dimitido, llegó el golpe del 23F.
Renunciando a todo en la UCD hasta abandonarla, volvió a empezar, pero a partir de aquí conocería las amargas hieles de un reinicio bien distinto al originario que efectuó desde el poder.
Me refiero a su fracasada travesía por el desierto a través del experimento político personal que desarrolló acompañado de sus ya escasos amigos leales: el CDS.
Solo la muerte biológica le ha traído la paz y el reconocimiento unánime, aunque haya incluido a hipócritas oportunistas, apologistas de hoy navajeros de ayer, muchos de los cuales llegaron a donde la generosidad de Suárez los elevó.


Adolfo Suárez a hombro de un ejército tan distinto al de su época.
Y hasta hemos visto, afortunadamente, la imagen del primer presidente constitucional de la actual era democrática a hombros de un ejército, que tantos dolores de cabeza le ocasionó en su gobernación, hoy profesional, otrora golpista.


La despedida popular a Suárez.
Pero lo más importante, el homenaje sentido y sincero del auténtico protagonista de esa primera y hasta ahora única Transición: el pueblo llano que tanto sufrió la Dictadura y desoyó los cantos de sirena de la provocación involucionista, que no lo ha olvidado.


Los restos de Amparo Illera, camino de unirse a los de su marido.
Pero he aquí, que ni muerto pueden dejar tranquilo a Adolfo Suárez.
Con su cuerpo aún caliente, yaciendo en el lugar elegido junto a su amor, Amparo Illana, groseras trompetas fatalmente desafinadas procedentes del ultratemplo catedralicio de La Almudena han portado discordantes ruidos a su tumba.


El “guerracivilista” Rouco Varela anunciando ruinas.
Un protagonista, Rouco Varela, que se niega a su retiro como sí la pecaminosa soberbia le llevara a rebatir la finitud de la vida, para quien el pasado no ha pasado, onírico de la nostalgia chillona de la Transición increpada por la sinrazón ultramontana: “¡Suárez y Tarancón al paredón!”.
Sin desfallecer ha vuelto a levantar su carrasposa voz tétrica apercibiendo de enemigos y demonios, esta vez paradójicamente en ceremonia religiosa precisamente dedicada al hombre de la concordia, Adolfo Suárez, de cara a fustigarnos con pesadillas históricas, -justo, además, en vísperas del uno de abril, conmemorativa de que las tropas victoriosas del franquismo alcanzaban sus últimos objetivos golpistas-, como el peligro que puede rondar en España: Una nueva guerra civil.


Una misa de Estado más propia del medievo que de un Estado aconfesional.
Ha sido en el prevaricador funeral de Estado celebrado en el Estado español aconfesional, otra vez contraviniendo la voluntad de Suárez, ferviente católico que se negaba a entrar al trapo cada vez que le preguntaban para que valorara su fe católica. por considerar argumentado que pertenecía al ámbito privado y él en ese momento representaba el Gobierno de creyentes en la religión que fuera y de los no creyentes.


El dictador Teodoro Obiang, único Jefe de Estado en el funeral, otra contradicción.
Y por si fuera poco la felonía hacia la memoria de Adolfo Suárez, la indecorosa diplomacia del ministro Margallo, encargado de vender la Marca España en el exterior, llevando a que Teodoro Obiang, el de la no reconciliación entre guineanos e insaciable corrupción frente a la honestidad de que hizo gala Suárez, fuera el único jefe de Estado presente en esta impresentable ceremonia.


Obiang en su salsa desafiante y más bananaera
El mismo Obiang sanguinario que en 1992 cuando Adolfo Suárez después de dimitir un año antes de la presidencia del CDS, fue designado por Felipe González, previo acuerdo entre Guinea y España, para asesorar a la antigua colonia española en una transición a la democracia; el mismo que anuló unilateralmente el compromiso y no solo le comunicó a Suárez que le prohibía pisar su tierra africana, sino que si se atrevía a aterrizar, su avión sería derribado.


Teodoro Obiang, en el Instituto Cervantes de Bruselas.
Para desvergüenza de esa non grata presencia de Obiang, en la retransmisión por TVE del largo funeral tan sólo apareció en un plano fugaz, y mucho se han cuidado de que no hayan salido fotos con el Rey o el Gobierno. Impudicia que se incrementa cuando pocas horas después se desplaza a Bruselas, no se sabe muy bien por quien invitado o demasiado bien se esconde en la distancia (de UNED) por el bochorno, para pronunciar allí una conferencia en el Instituto Cervantes. Es el dictador que potencia la lengua francesa, en el único país del continente africano hasta ahora de habla cervantina, y que tiene dictado como un hecho estrafalario más de los que suele redundar a tres lenguas como oficiales, las dos citadas junto a la portuguesa.



Adolfo Suárez Illana, pretendiente al duquesado con demanda contra su sobrina.
Y para rematar en ese no dejar de descansar a Adolfo Suárez González, el comportamiento de su hijo, también llamado Adolfo Suárez pero Illana, que duró en la política castellanomanchega presentándose como presidenciable por el PP para regir esa Comunidad lo que un dulce a la puerta de un colegio de un barrio de parados.
Ya en aquel entonces, sucedía el año 2003, Adolfo hijo recurrió a su padre en la última aparición pública que se le conoce y cuando ya mostraba evidentes signos de la enfermedad del Alzheimer, para que le apoyase en esa campaña electoral, y de camino sacarle una foto junto a Aznar, culpable finalmente decisivo del abandono de la política del artífice junto al pueblo español de la Transición.


Alejandra Romero Suárez, duquesa, preparada abogada a pesar de su juventud, junto a su hermano, en el entierro de su abuelo Adolfo Suárez.
Adolfo hijo, también ha tenido desavenencias con la familia de su sobrina, Alejandra Romero Suárez, descendiente de su hermana mayor, Mariam, que falleció a la temprana edad de 41 años de cáncer. Sondeó a la casa Real para que fuera él quien portase el duquesado de Suárez que el monarca otorgó en 1981 a su padre por la labor gubernamental y de reconciliación realizada entre españoles.
Inmerecidos despropósitos todos ellos contra Adolfo Suárez y su legado. Por favor, déjenlo que repose digna y tranquilamente en paz.


Ignacio Trillo

7 de abril de 2014
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