Tengo la impresión de que, en los terrenos del pensamiento, de la cultura y del periodismo, también se está extendiendo el surfing, ese deporte marítimo que practican muchos jóvenes y que consiste en deslizarse sobre el mar sorteando las crestas de las olas. Ignoro si, en esta moda de superficialidad –o pensamiento débil-, influyen las estrategias publicitarias o las condiciones tan confortables de vida que, a pesar de la crisis, disfrutamos en nuestra sociedad “líquida”, pero el hecho comprobado es que aumentan considerablemente los escritores y los lectores que no se atreven a navegar, a nadar ni, mucho menos, a bucear en los libros ni en la vida.
Deberíamos hacer ejercicios que desarrollen la elasticidad de los músculos y que eviten que se debilite la osamenta que nos proporciona estabilidad. Me refiero a esas convicciones profundas que hunden sus raíces en los principios sólidos de nuestra tradición occidental, y a esos conocimientos que alimentan una concepción digna de la vida humana, inspirada en los principios clásicos y en los valores cristianos de nuestra cultura.
Por: José Antonio Hernández Guerrero