Trillo en El País


Dice Miguel Trillo (Jimena de la Frontera, Cádiz, 1953) que sus retratos de jóvenes se entienden como metáforas visuales. La ropa marca un territorio. Los protagonistas de sus imágenes, gente coqueta que elige con primor cada elemento de su atuendo, usan el vestuario como un instrumento de provocación. Si un muchacho de Hanói se ajusta hoy un cinturón en cuya hebilla de acero se lee I love New York, su padre comunista no dará crédito ante lo que ven sus ojos: probablemente crea que le ha salido un hijo proamericano; un pasmo equivalente al que reflejaban las caras de los obreros que cavaban una zanja en Casablanca al ver pasar ante ellos a una pareja de punkis: “Que Alá se apiade de ellos”, les escuchó decir de refilón el fotógrafo a uno de los albañiles, mientras perseguía a la pareja en cuestión para retratarlos.
Y es que ir de punki en Marruecos, un país donde la religión se encuentra tan interiorizada, va más allá de la pura irritación, especialmente si eres mujer. "¡Hace falta valor!", que decía Radio Futura en su célebre Escuela de calor. El rock, el rap y el cómic se dan la mano una vez más en la nueva muestra de Miguel Trillo, pero esta vez todo el trabajo llega de fuera de nuestras fronteras. Nuevas generaciones de tecnos y skatershan tomado el relevo.
El fotógrafo de las tribus urbanas ha hecho esta vez el recorrido a la inversa. De la Costa Este a la Costa Oeste. Afluencias. Los nuevos ríos urbanos de Miguel Trillo se inauguran en el espacio Tabacalera de Madrid el 19 de septiembre. Su nuevo proyecto le ha llevado cinco años de trabajo y de viajes por tres continentes distintos. A través de más de un centenar de imágenes de jóvenes actuales, en seis capitales de tres países dispares, el fotógrafo reflexiona sobre lo acontecido en las culturas urbanas en la primera mitad de esta segunda década del siglo XXI. Miradas y actitudes de jóvenes vietnamitas, marroquíes y estadounidenses. Una lectura visual en paralelo de las aceras de Los Ángeles, Nueva York, Casablanca, Rabat, Hanói y Ho Chi Minh City (antes, Saigón).
Miguel Trillo cerró la pasada década con Identidades, una retrospectiva de los últimos cuarenta años que recibió el Premio Kaulak 2010 de Fotografía a la mejor exposición de aquel año en Madrid y que resumía una carrera centrada en la estética juvenil. Ahora regresa con su kilométrica serie Costa Este Costa Oeste. Trillo sostiene que, entre la caída del telón de acero de la Europa del Este al final de los ochenta y el estallido de las primaveras árabes a principios de 2010, la cultura juvenil se ha internacionalizado aún más si cabe. "El Lejano Oeste cada vez es más cercano y está bañado por las playas de California, no lo habitan cowboys, sino surferos. El Extremo Oriente ya no nos es tan extraño y el sol sale por unas avenidas de Tokio transitadas por otakus. Asia mira a las estrellas de Japón. África mira el resplandor cercano de Europa. Y el mundo sueña con el imaginario de Estados Unidos", cuenta el fotógrafo. Después de fotografiar a los latinos en Nueva York y a los marroquíes en Casablanca, confirma que su sueño sobre un mundo sin fronteras y culturas hermanas funciona en cierta medida.
Ir de punki en Marruecos, un país donde la religión se encuentra
tan interiorizada, va
más allá de la pura irritación, especialmente si eres mujer
Como documentalista, a Trillo le gusta que sus imágenes sirvan como discurso de la forma de vida de ciertas minorías. Lleva años perfeccionando su estilo. Su generación vivió tres momentos clave: Mayo del 68, el Londres de los setenta con la irrupción del punk y el Madrid de los ochenta en el que inició su carrera como fotógrafo. Todavía cree sentir esa misma alegría contagiosa y sin cortapisas que vivió en la capital en un lugar del mundo tan dispar como Vietnam. "Ha habido momentos en este largo viaje en que me sentía como si estuviese otra vez en el concierto de homenaje a Canito [uno de los hitos en lo que ya se conoce como la movida madrileña]", bromea.
Sus nuevos modelos son contemporáneos de él, pero abordarlos no ha supuesto un problema aunque la distancia generacional pueda provocar que se muestren más reacios. Trillo actúa sin premeditación, guiado por su instinto y sin desdeñar el factor suerte. No contempla el no como respuesta. Los distingue entre cientos de personas. Se trata de tipos con actitud, jóvenes que saben y se sienten especiales. Los busca en sitios concretos, territorios acotados donde se divierten los fines de semana. "La gente por la calle suele ir demasiado deprisa como para detenerse a posar". Trabaja sin trípode ni luces de apoyo, y ninguna de las miles de fotografías que ha realizado a lo largo de su carrera se ha montado para la ocasión. En su caso, el escenario resulta casi tan importante como el modelo, por eso busca el marco con antelación. Muchas veces la respuesta afirmativa depende de la aceptación del grupo y tiene que fotografiarlos rodeados de amigos. A los chicos les sorprende que el fotógrafo busque un retrato tranquilo, sin baile ni gestos y sin otra referencia que su imagen, como si se tratara de una pintura clásica.

11 de septiembre de 2014
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