En defensa de Celia Villalobos
En el debate del estado de la nación, Celia Villalobos, ejerciendo de presidenta del Congreso, fue sorprendida jugando con un dispositivo electrónico. Esta actuación en un Parlamento serio y democrático hubiese sido imperdonable y sin duda merecedora de una fuerte sanción, como exigirle la entrega de su acta de diputada, ya que constituye en sí misma una falta de respeto hacia la democracia difícilmente comprensible. No obstante, debemos juzgar esta acción desde una perspectiva puramente objetiva.
Teóricamente el Congreso es una cámara de democracia representativa y depositaria de la soberanía popular.
Difícilmente se puede considerar representativa cuando a sus señorías no los elige el pueblo, sino el líder de cada partido (en ocasiones con criterios bastante dudosos) y los electores nos limitamos a depositar en la urna una lista previamente confeccionada sin que podamos poner o quitar a nadie, con lo cual a quien en realidad representan es a sus respectivas formaciones políticas y no a los ciudadanos. Y en cuanto a la soberanía popular, resulta que cuando a los dos grandes partidos (PP y PSOE) les conviene pueden reformar la Constitución (artículo 135) o aprobar la implantación de la prisión permanente revisable (cadena perpetua) sin consultar al titular indiscutible de la soberanía popular, es decir el pueblo. Así pues, es perfectamente entendible la actitud de dicha señora, pues presidir un acto sin ninguna trascendencia útil para la democracia y encima tener que prestar atención al tosco discurso del presidente Rajoy es para aburrir al santo Job. Aunque y precisamente por eso, por la inutilidad de su labor, debería al menos renunciar a sus sustanciosos emolumentos.
José Segura (Rubí)
Recomendado por Enrique Alonso
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