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| Foto: archivo TJD |
Somos algunos los que a lo largo de muchos años nos hemos preguntado por la razón de que los grifos de Jimena nos abasteciesen , teniendo tan cerca agua de alta calidad, de un liquido que no digo yo que no pasara los controles legalmente establecidos para el suministro público, químicos y sanitarios, pero un liquido, al fin, que al derramarse sería capaz de reventar una baldosa. Piedra hecha agua, con guarnición de tierra.
Los márgenes establecidos en esos controles de calidad es evidente que los fijan, tan panchos, cualificados bebedores de agua de Vichy, porque no hay cacillo que resista dos hervores de aquel líquido sin revestirse de un crujiente manto blanco que nos prepara para el psicosomático mal del cólico nefrítico.
De los electrodomésticos, mejor no hablar. Arcgisa podría haber abierto una segunda línea de negocio con su mantenimiento y reparación.
Pasados años de polémicos embalses y aeropuertos, parece que retornó el sentido común y se acometió una obra de suministro desde el embalse de Castellar que, contra todo pronóstico, parece empezó a funcionar hace pocas semanas.
Digo parece, porque de repente, los grifos manaban ¡agua!. Agua potable, limpia, clara, lisa y llanamente agua. Un gozo para garbanzos y riñones. Un lujo para el sufriente ciudadano, ajeno a las altas servidumbres de la política, de la política de tarifas públicas quiero decir. Un lujo porque el suministro de un agua no “potable” nos obliga a pagar dos veces el agua que nos bebemos.
Bueno, pues ¿nuestro gozo en un pozo?. Han vuelto, tan callando como se fueron, los tiempos del padecimiento. Otra vez bebemos agua pesada. De unos días acá, ha vuelto el fantasma de la piedra.
Alguien sabe qué pasa. ¿No hay dinero para la luz que gaste la estación de bombeo?. ¿No hay agua en el pantano?. ¿Se ha roto algo y se trata de un paso atrás pasajero?
No será que el país vuelve a funcionar, espero.
Un saludo
Pepe Lara
