RELATO CORTO
…Y me desperté una vez más con la sensación de no haber
dormido, miré la almohada para comprobar que era cierto. Con poco equilibrio llegué
a la cocina y bebí de la botella un
sorbo de zumo de fruta, con más ánimo volví a mi dormitorio y elegí aquel
vestido que tanto le gustaba y me planteé el día con entusiasmo ¡quizás hoy ¡-pensé.
Bajé deprisa de dos en dos los escalones, buscando la
anticipación de lo que podía ocurrir, la esperanza no la perdía. En la estación
de autobuses esperé y no llegaste.
Te marchaste sin avisar, aún no lo había superado, soñaba con un reencuentro que no se producía.
Te marchaste sin avisar, aún no lo había superado, soñaba con un reencuentro que no se producía.
Decidí refugiarme en la lectura como cuando era adolescente
y escribir en el diario un día imaginario, de esos de película, una película
que hoy sigue inacabada.
Al llegar a la librería pasee por los pasillos casi taciturna
y de pronto noté la llamada de un libro,
estaba en el segundo estante entre libros antiguos, pensé que no era su sitio y
lo cogí. Cuando lo tuve en mis manos una mano me ayudó a abrir una página, en
ella dos líneas que decían: “Nunca es tarde para continuar escribiendo nuestra
historia”.