Mientras el Partido Popular parece la FIFA y está batiendo todas las plusmarcas en número de detenidos por presunta corrupción, nadie ha asociado a Mariano Rajoy con Al Capone y a su secretaria general, María Dolores de Cospedal, con Lucky Luciano, quizá también sea dicho porque no haya estado demasiado afortunada en los últimos comicios locales y autonómicos. Como reflexiona acertadamente el maestro Juan Ojeda, el Partido Popular ganó el 24-M en número de zapatos, pero todos son del mismo pie y es imposible salir a caminar con ellos por las grandes alamedas del poder político territorial.
Si este país sobrevivió a los Reyes Católicos y a Fernando VII, a la Gloriosa y al insólito fichaje de Amadeo de Saboya, al atentado del callejón del Turco, a la Semana Trágica, al desastre de Alhucemas y a Casas Viejas. Si no nos cambió el carácter las ráfagas contra la Desbandá, el tiro sin gracia de las cunetas, la tuberculosis carcelaria, el rapado y el aceite de ricino, el Opus Dei, los zapatos Gorila y los Seat 600. Si transaccionamos con la transición, nos dimos golpes de pecho con la OTAN para conjurar a los golpes de Estado, si ni Naranjito ni Curro pudieron con nosotros, si llevamos cuarenta años aguantando a todos los Iglesias, si salimos ilesos de José María Ruiz Mateos y de la beautiful people, si llevamos décadas humillándonos año tras año con el silicio de Eurovisión; si ahora aguantamos dos reyes a pesar de confesarnos republicanos, si morimos cada vez que mata Belen Esteban, si leemos a Olvido Hormigos y hasta nos apiadamos de Rita Barberá, seguro que ese espejismo al que llamamos España puede seguir adelante a pesar del Tribunal Constitucional, de los claveles mustios de Izquierda Unida, de Albert Rivera y de sus secuaces, de los soviets de barrio, de los barones del PP y de los del PSOE cambiando La Internacional por cualquier cantable de Pimpinela.
Lo que dudo mucho -todo tiene un límite- es que podamos aguantar por mucho más tiempo a Esperanza Aguirre sin que reciba una adecuada atención profesional. Hay quien piensa, de hecho, que la ha abducido Juan Carlos Monedero y que es una célula durmiente del Kremlin, que puede hacer que La Moncloa pase a convertirse más temprano que tarde en una casa okupa, en una acampada permanente ante la Puerta del Sol de la demagogia y de la estupidez.
