Tocate y Fuga de Pepa Flores ... por Juan José Tellez


No esperó a los días de vino y rosas de las supuestas libertades para iniciar lentamente su mutis del escenario. 
Cuando el tiempo se llenaba de gorilas y el nuestro se resistía a extinguirse, la alegre niña de las trenzas pre-Pipi Calzaslargas no se hizo novia de España ni de la muerte, sino amante de un mundo sin puertas cerradas. En la turbamulta del cambio, podría haber presumido de zafras cubanas con Antonio Gades, del compromiso hecho voz en Galería de Perpetuas o de belleza desnuda con palabras de Aute. Le hubiera sido fácil mantenerse en la pomada de la progresía con su pedigrí de santa laica que fue capaz de renunciar al Satanás del fascismo. Sin embargo, prefirió el convento desacralizado de un domicilio particular desde el que demostró que cualquiera puede ser capaz de renunciar a los cinco minutos de fama que Andy Warhol calculaba, a lo largo de cada vida, para el común de los mortales.


¿Y si todos hubiéramos seguido sus pasos, negándonos a aceptar que la vida fuera una tómbola, tóm-tom-tombola, de luz y de color, un carrusel de transiciones sin prisas pero sin pausas, de sueños aplazados entre letras de cambio y cambios de chaqueta? Nos habríamos bajado a tiempo de la carreta de Cabriola y quizá no nos estaríamos preguntando a estas alturas qué cuota alícuota de responsabilidad tendríamos sobre toda aquella caspa, aquella inocencia culpable con la que los cautivos de la dictadura aceptaron el mínimo rayo de luz que el franquismo dejaba entrar a través de la sonrisa invencible de aquella niña malagueña que ya ha cumplido 67 años.

Todos sabemos donde vive esa mujer que antes fue una niña secuestrada por los sueños de celuloide. Su casa queda fuera de los focos de la trivialidad, en las antípodas de los platós de la democracia que importan desde el pasado la carroñera sonrisa de las hienas y las vanidades sin hogueras; definitivamente lejos de los tontos del haba útiles como compañeros de viaje de un sistema que nos prefiere frívolos a molestos.

Su identidad no sólo consiste en un carné. Su militancia va más allá de un sindicato o de un viejo partido extraparlamentario. Marisol fue un accidente y Pepa Flores, una conquista. En estos días, un fantasma recorre La Térmica, Málaga, el mundo otra vez. A muchos nos gustaría llamarle camarada pero mucho me temo que no estemos a su altura.

Juan José Tellez







Fotos: tiojimeno

2 de mayo de 2015
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