La ancianidad puede ser el tiempo de la libertad... por José Antonio Hernández


Durante la ancianidad, a pesar de que, como todos sabemos, se producen cambios en nuestro cuerpo y en nuestra mente, es -puede ser- el tiempo de la libertad, el período en el se aflojan los lazos convencionales que, en otras edades, las normas sociales o las modas dictadas por la publicidad nos imponían unas conductas rígidas y, a veces, arbitrarias.

“Cuando llegamos a cierta edad –me decía ayer un amigo- perdemos el respeto humano, nos ponemos el mundo por montera y podemos permitirnos el lujo de pensar, imaginar, sentir y de hacer todo aquello que, sin causar daño a nadie, nos pida el cuerpo y el espíritu”. Y es que, efectivamente, sólo aprendemos a vivir cuando ya hemos vivido: cuando hemos trabajado, cuando nos hemos equivocado, cuando hemos disfrutado y, sobre todo, cuando hemos sufrido. En la vejez es cuando podemos cosechar los resultados de la experiencia.

En contra de los tópicos más repetidos, podemos afirmar que, cuanto menos edad tenemos, menor capacidad poseemos para elegir caminos, porque sólo cuando llegamos a la cumbre, divisamos el horizonte abierto y podemos elegir las sendas adecuadas que nos conduzcan a nuestro bienestar. 

José Antonio Hernández Guerrero 






20 de junio de 2015
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