Reconozco que cada año me ganan la partida y al final terminan por construir su nido justamente encima de mi ventana.
Son las máquinas voladoras más perfectas de la naturaleza. Dicen los expertos que el macho jamás posa sus patas en el suelo, pasan la mayor parte de su vida en el aire: comen, duermen y copulan volando y anidan, únicamente, para poner los huevos, incubarlos y criar a sus polluelos que una mañana sin necesidad de aprendizaje previo abandonan el nido para no retornar jamás.
Llegan con la primavera y se van pasada la Novena.
Mis vecinitos de verano.
Manuel Mata