Jerusalén no sólo es el lugar donde Jesucristo
fue crucificado -Dios hecho hombre para
los cristianos- sino que además es la ciudad desde la que el profeta Mahoma -fundador
del Islam- ascendió al Paraíso. Y santuario sagrado para los judíos, pues desde
sus colinas Jahvé se presentó ante Abraham y le ordenó construir el Templo de
Salomón donde se custodiaban los objetos de culto más preciados: Las Tablas de
la Ley y el Arca de la Alianza.
Jerusalén
es el centro místico para la salvación de unos y otros. Sólo falta, desde hace dos mil años, la
concordia y la paz.
Manolo Mata