Ocurrió en Albacete. Tras la lidia del tercer toro y mientras los aficionados en los tendidos se comen el bocadillo, los areneros alisan y dan consistencia al albero. Gente invisible que hace su trabajo con humildad y discreción.
Y entonces surge la sorpresa, el detalle antológico, el minuto de gloria para dos empleados anónimos hasta ese día. El maestro Morante sale del callejón, con parsimonia se dirige a ellos, pide la manguera y ayuda en la tarea. Ellos, solícitos, no descuidan su labor y ayudan aunque con otro semblante: El de sentirse, por unos instantes, importantes.
¡Las cosas de los genios¡
Manolo Mata