Van a llegar las elecciones y nosotros con estos pelos de la dehesa. Los líderes se llevan mal, salvo los que se han acomodado a llevárselo todo y se habla de vacío de poder, pero el vacío está más bien en las cabezas. No sólo hay más jefes que indios, sino los que mandan abdican de su jefatura y prefieren hacer el indio. Tienen todo su tiempo dedicado a hacer declaraciones o a insinuar con quién van a pactar según mercado. Siglo XXI, cambalache, bastante problemático, pero menos febril. Lo que sea sonará y diciembre está al caer del árbol del tiempo, que para los que saben Historia es el árbol del mal y del mal en peor. Nunca se ha destinado más gente a morir en la guerra defendiendo a su respectiva patria y a la aleación lineal de colores de su bandera que en el pasado siglo. Hitler y Stalin batieron la plusmarca histórica de Gengis-Khan, que propagó las defunciones heroicas desde el Tíbet hasta Siberia y desde el Danubio hasta Corea.
¿Tendrá ahora competidores? Dicho de otra manera: ¿el ser humano tiene arreglo? Si lo que llamamos Dios, aunque sea como límite de nuestro conocimiento, nos hizo a su imagen y semejanza, debía de tener muy mal concepto de sí mismo.
Quizá la modesta contribución de cada uno de nosotros deba ser mejorar nuestra comunidad de vecinos, nuestro bloque, nuestro barrio, nuestra ciudad, pero si eso fuese fácil todo lo demás sería sencillo. A dos meses del 20D, el PP se ha sumido en una grave crisis que puede ser mortal si no de necesidad, sí de necedad. Se llevan mal los unos con los otros y todos con ninguno. Hay núcleos duros y núcleos tiernos, pero todo son ablandables según el reparto de cargos. Ciertamente los del partido gobernante están muy vistos y algunos incluso para sentencia, pero otros están por ver. Sólo han asomado la oreja, pero tampoco nos gusta demasiado. Como dice el cauto arzobispo de Valencia, monseñor Cañizares, hay que preguntarse si son todo trigo limpio. Sería una cuestión de suerte y responsabilidad del cedazo.
