Llevamos un tiempo leyendo artículos sobre los tejemanejes de los políticos sobre las empresas públicas que nacieron con un servicio de vocación a los ciudadanos. No se entiende esas posturas de los políticos cuando en un momento dado son defensores a ultranza y al año siguiente son detractores, al menos que solo sean instrumentos a sus servicios.
Siempre he sido defensor de las empresas públicas, porque he considerado a estas empresas como modelo. Por un lado respetan los derechos de los trabajadores y por otro, las plusvalías que generan repercuten directamente en beneficio de los ciudadanos.
Cuando observo a estas empresas como Arcgisa, el Consorcio y otras, donde la clase política han prostituido esos principios de servicio a la sociedad, dando al traste los dos argumentos mencionados (según los sindicatos no respetan los derechos de los trabajadores y la plusvalía no repercute a los ciudadanos sino a sus bolsillos) y además, la llenan de malandrines para convertirlas “en el descanso del guerrero bien pagado”, mientras que esperan a tiempos mejores. Ante estas manipulaciones se me caen mis argumentos como defensor de las empresas públicas.
Pero más doloroso es para mí, ver a los ciudadanos su pasividad ante estas situaciones, si no estás de acuerdo con ellas. No aspiro ninguna revolución, pero como mínimo que hagan una pequeña reflexión, cuando vayan a votar “de las existencias de estas puertas giratorias”, Los votos son el ariete para derivar esas puertas y así poder cambiar esas situaciones. “La única revolución legal es la del voto”. Pero es más eficaz que las otras.