Partidos por el Eje ... por Manuel Alcantara

El derribo de un caza ruso, en la mitad del parcelado cielo, va a oscurecer las cosas que no estaban claras. El mundo sigue siendo un pañuelo, pero es insuficiente para secar sus lágrimas. Más intrigante que no saber a dónde vamos y de dónde venimos es ignorar el sitio en que estamos. Hay quienes aseguran que estamos viviendo una segunda transición, que ojalá dure menos que la primera, pero lo cierto es que todo es confusión. En Occidente nadie sabe si somos de los nuestros porque hemos tuteado a los bárbaros, que siempre han sido muy suyos. La llamada alianza de civilizaciones ha resultado un camelo cotidiano, o sea, una mentira mayúscula. No es lo malo eso de no saber qué será de nosotros, ya que el azar es nuestra deidad, si no ignorar quiénes son los nuestros. Mientras, estamos regateando a Francia nuestra ayuda en las operaciones en el exterior, que es la enorme comarca que llamamos mundo.

En España, que es la parte minúscula que nos pilla más cerca, hay 6.500 presos musulmanes. No todos, por supuesto, son yihadistas, pero lo grave es que tampoco los que lo son estén detenidos. Hay motivos para creer que la democracia es el menos malo de los sistemas, pero también el más débil mientras los que lo profesamos sigamos siendo numéricamente inferiores a los autócratas y a los libres intérpretes del Corán. Todos los libros son sagrados y por qué iba a ser este una excepción. El primer ministro francés, Manuel Valls, ha reiterado su interés por conocer cuál es la oferta concreta de la ayuda española, pero Rajoy no dice ni pío. Nadie puede reprocharle a don Tancredo que no hable por los codos, pero sí que hable menos que las estatuas de nariz rota, que jamás hacen confidencias, ni siquiera en los jardines de la Plaza de Oriente. Parece que nuestro único problema sea el exterior, pero conviene recordar que uno de cada tres niños españoles está en riesgo de pobreza. Una vergüenza para todos los que seguimos vivos y nos quejamos de que se haya roto el eje contra el IS, que acabará partiéndonos a todos, si ni Alá ni Dios lo remedian.