Basta hojear esos papeles que gozan de muerte diaria que llamamos periódicos, para darse cuenta de que el mundo, que dicen que es un teatro grande -el gran teatro del mundo- , donde el acomodador se ha hecho invisible, basta echarse a la cara el periódico, decía, para comprender que esto es incomprensible. Hay que disculpar a los que sólo leen los titulares, se toman una aspirina y tiran el periódico a la papelera. La prensa les sirve para informarse de que el cardenal Ratzinger se ha dignado a pedir perdón en nombre de la Iglesia a los chamuscados en las hogueras de la Inquisición. También para saber que una empresa de seguros detectará a los fumadores con un análisis de saliva, para aplicarles una tarifa más alta, y que una funeraria de una localidad catalana ofrece esparcir las cenizas del difunto en el espacio, a través de un satélite artificial, para que el occiso vaya al cielo, al margen de sus merecimientos. Aunque sólo se lean las letras gordas de los periódicos, cosa que a mi no me conviene en absoluto, se entera uno de que un psiquiátrico holandés contrata prostitutas como terapia para sus pacientes, ya que redice la agresividad de sus enfermos. (Quizá también la de las prostitutas, que se ponen muy nerviosas cuando no tienen trabajo, con tanta amateur como anda suelta). Mientras se pasa página se nos da a conocer que Julio Iglesias cobrará 500 millones por promocionar «lo valenciano» y que Diana de Gales, que en paz descanse, es la favorita para el Nobel de la Paz. Lean, lean. El mundo no se para.
