Je non suis Charlie Hebdo ... Por Juan Jose Tellez


Hoy nuestro nombre no es el de la revista francesa masacrada por el yihadismo hace un año sino el de los niños que siguen muriendo a manojitos en el Mediterráneo y que el director de dicha publicación y la cada vez más extrema derecha europea consideran peligrosos anteproyectos de salteadores en la Nochevieja de Colonia.
 También la República de Weimar y la Europa del III Reich bromeaban con la genética de los niños judíos. Somos muchos quienes volveremos a respaldar a cualquier publicación o a cualquier persona, perseguida, amordazada o muerta por expresar sus ideas por muy vomitivas que estas sean. Pero la ternura de los pueblos --que era como Eduardo Galeano definía a la solidaridad-- tienen hoy otro nombre.

Un año después de que medio mundo luciera la chapa o el hastag Je suis Charlie por el asesinato de doce trabajadores del semanario francés Charlie Hebdo a manos del fanatismo yihadista, el director de dicha publicación, Laurent Sourisseau, más conocido por Riss, usa en vano el nombre de Aylan, uno de los niños ahogados en el mediterráneo y cuyo cuerpo sin vida en una playa turca dio la vuelta al mundo y a la política de refugio de la Unión Europea. El fanatismo fabrica fanáticos: a los supervivientes de dicho semanario debe parecerles que hay muertos de diferente categoría y que pueden elucubrar con la posibilidad de que, de haber salvado su vida, andando el tiempo ese menor que encontró la muerte en su imposible camino a Europa, podría haberse convertido en alguno de los salvajes que agredieron mujeres en la Nochevieja de Colonia.


«¿Qué hubiera sido del pequeño Aylan si hubiera crecido? Acosador de mujeres en Alemania», puede leerse en dicha revista, con la misma saña con que se caricaturizaba a los judíos en la Alemania del Reich. Claro que ni siquiera por un dibujo tan vomitivo como ese merece una fatua de muerte a mano armada. Pero nadie que haya muerto en la inocencia merece que le inventen un futuro criminal que, en ningún caso, no tendrá nunca.


Si la muerte a traición golpeara de nuevo esa u otra redacción, volveríamos a ser Charlie Hebdo, pero en estos días somos definitivamente Aylan. Y nuestras chapas y hastags, deberían llevar los nombres de Manuel Blanco, Julio Latorre y José Enrique González, los tres bomberos voluntarios de Sevilla que fueron detenidos en Grecia durante varios días por intentar evitar que otros niños muertos volvieran a aparecer en las portadas de la historia universal de la infamia.

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18 de enero de 2016
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