Doña Angela se ha cansado de socorrer a los pobres de todos los distritos europeos y de más allá. La canciller alemana, rubia y apacible, custodia un carácter muy parecido al de las ollas a presión, que aguantan todo hasta que saltan, pero cuando saltan llegan hasta el techo. Ahora la presión ha crecido tanto que debe poner límites, si no a su generosidad, sí a los favorecidos por esa virtud, que como todas tiene sus fronteras. El único que se las saltó fue Francisco de Asís y por eso acabó conquistando una gran pobreza y un sitio en el hipotético cielo, donde dicen que residen los bienaventurados. Total, que se acabó lo que se daba y que cada palo aguante su vela, que la caridad bien entendida empieza por uno mismo y la que se entiende mal no hay dios que la explique, ya que las ciencias económicas también pertenecen al género de la ciencia ficción.
¿Por qué han caído todas las Bolsas del mundo cuando el petróleo ha bajado de precio? Hay razones que la razón no comprende, pero la siguen entendiendo los especuladores y los chinos que no movieron la tienda de su vasto país y mandaron a hacer turismo a sus esclavos, ya que viajar ilustra mucho. La señora Merkel ha decidido que es preferible que el dinero acompañe a su nación, aunque se vayan los refugiados con su hambre a otra parte, probablemente a la misma de donde vinieron. Dicen en los círculos viciosos bien informados que el culpable de abrirles las puertas de salida a los refugiados es el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, que después de buscar una solución por todas partes, al fin la ha encontrado donde más cerca estaba: echar fuera a todos los que estaban dentro. ¿Dónde irán los expatriados que no tienen patria? Ya Cicerón, que era mejor orador que la señora Merkel, decía que donde quiera que se esté bien, allí está la patria. Si se van los refugiados, los populistas y los xenófobos, que siempre cuentan con un público adicto, tendrán muy poco que hacer.
Manuel Alcantara
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Doña Angela se ha cansado de socorrer a los pobres de todos los distritos europeos y de más allá. La canciller alemana, rubia y apacible, custodia un carácter muy parecido al de las ollas a presión, que aguantan todo hasta que saltan, pero cuando saltan llegan hasta el techo. Ahora la presión ha crecido tanto que debe poner límites, si no a su generosidad, sí a los favorecidos por esa virtud, que como todas tiene sus fronteras. El único que se las saltó fue Francisco de Asís y por eso acabó conquistando una gran pobreza y un sitio en el hipotético cielo, donde dicen que residen los bienaventurados. Total, que se acabó lo que se daba y que cada palo aguante su vela, que la caridad bien entendida empieza por uno mismo y la que se entiende mal no hay dios que la explique, ya que las ciencias económicas también pertenecen al género de la ciencia ficción.
