¿Adónde va Podemos? ... por Ignacio Trillo


Conforme pasa el tiempo y se aproxima la fecha límite, dos de mayo, para la investidura de un presidente de Gobierno, cunde cierto desánimo en el cuerpo electoral sobre las posibilidades de un acuerdo entre los partidos políticos que nos eviten nuevas elecciones.
La verdad es que, aunque haya que mantener la esperanza hasta el final, realmente nadie lo sigue poniendo fácil, con consecuencias negativas que se están produciendo que incluso van más allá del hastío que produce entre la ciudadanía. También está trascendiendo a los límites internos de las formaciones, generando crisis internas con respecto al posicionamiento que deben tomar en la recta final de la negociación.

Analizado en mi envío anterior la pugna en el PSOE que se vuelve a abrir por Susana Díaz contra Pedro Sánchez, aquí abordo el análisis sobre el debate interno que se ha abierto en Podemos:

¿ADÓNDE VA PODEMOS?: 

En las urnas del pasado 20- hay una parte del voto plural e indignado que es de fácil lectura acerca de las razones que motivaron a los electores a depositar su papeleta a favor de Podemos.

Un segmento de esta porción lo hacía porque anhela respuestas con fórmulas nuevas ante la degradación del sistema democrático y la crisis económica, de valores, y de civilización, que se padece, partiendo de la recuperación de los derechos, tanto políticos como laborales, y de las libertades, que han sido hurtados en la pasada legislatura por el PP.

El otro trozo de ese mismo caladero desea simplemente la inmediata utilidad de su voto con la urgente aprobación de un plan de emergencia social que palíe las graves dificultades por las que atraviesan numerosas familias que ya no pueden esperar ni resistir más. Como terceras motivaciones -porque haberlas, haylas más- con la pretensión de desalojar a Rajoy de la Moncloa cuanto antes.

Pues bien, en estos sectores dentro del amplio espectro electoral que dispuso Podemos el 20-D, hay quienes dudan que en este momento se sientan ya interpretados y representados por los planteamientos cansinamente monocordes y maximalistas que se vienen exponiendo desde el sector que domina su cúpula en el mutado relato que puso en marcha tras las elecciones.

Esas corrientes de votantes, además, se ven imposibilitadas de trasladar sus reflexiones, dispares a las hoy oficiales, por ausencia de canales.  El centralismo enrocado que en la actualidad practica la dirección de esta formación emergente, congelados sus mecanismos participativos y de consultas de abajo a arriba, impide una fluida comunicación con su entorno. Sí afecta a nivel interno a los círculos y consejos ciudadanos de las bases de cara a hacer llegar propuestas a la cúspide, no digamos a sus votantes no afiliados.

En este apartado también incide que Podemos haya tenido que fijar prioritariamente todo el esfuerzo desde su nacimiento en poner a tope el engranaje de un aparato de reciente creación para dar respuesta a un calendario electoral densamente poblado de citas con las urnas que le venía impuesto, sacrificando el contacto con la gente y la movilización social, señas específicas de su identidad originaria del 15-M.

Así le ha pasado de largo la necesidad de una fuerte movilización ciudadana contra la corrupción, contra el vergonzoso acuerdo de la Unión Europea con Turquía, o en la actualidad contra el Gobierno en funciones de Rajoy que está en rebeldía parlamentaria, otra forma de insultar a la voluntad popular expresadas en las urnas el pasado 20-D.

Se constata por tanto que Podemos se ha sumergido en sus adentros y puede estar dando sensaciones de envejeciendo prematuro.

No es de recibo la ocultación actual de ciertos dirigentes cuando más necesarias se hacen sus comparecencias para dar las debidas explicaciones al cuerpo electoral que tanta confianza le depositó, aportando luz a las discrepancias internas que se mantienen de cara a normalizar y hacer partícipe al conjunto de la sociedad del debate que se trata, a la vez que para aleccionar a las demás fuerzas políticas sobre las compatibilidades que existen entre transparencia, democracia, pluralidad, amabilidad, empatía, unidad y cohesión interna.

Por ello, conviene separar, sin que tenga que estar Podemos a la defensiva o a escondida, las críticas fundamentadas, destinadas a que no persistan las torpezas que últimamente están apareciendo entre sus líderes -que de no corregirse harán mella y afectarán a su cuerpo electoral- de las burdas y coléricas insidias procedentes de la poderosa parafernalia mediática de la intoxicación y la manipulación más extrema. O de otras vomitivas, nacidas de las cloacas gubernamentales más pestilentes. Ahí está, para no mentar al opusino ministro del Interior, la penúltima perla del “amigo de los narcos”, Núñez Feijóo, pasándose de la raya con que esta fuerza emergente consiente atentados terrorista como el monstruoso que recientemente ha sucedido en Bruselas. Por su desfachatez e indecencia todas ellas están condenadas al fracaso y a la esterilidad. Quienes minan el sistema democrático son los corruptos que brotan cada día, siempre encontrará fácil contestación por la formación morada. 

Íñigo Errejón, Sergio Pascual y Pablo Iglesias
Íñigo Errejón, Sergio Pascual y Pablo Iglesias

En esta línea, no tiene sentido que ocurra el retiro temporal de Íñigo Errejón sin darse más razonamientos, como tampoco la rueda de prensa de Luis Alegre con limitación del número de preguntas.

Menos aún, que se realice, en clara fuga hacia adelante y sin consulta, el fulminante e improvisado cese de su hasta ahora número tres, Sergio Pascual, para ser sustituido por el otro Pablo, Echenique. Encima, para que el área de organización que por su enorme trascendencia debe estar centralizado allí donde radique la dirección y que para su buena gestión exige una obligada dedicación en exclusiva, sea guiada desde Aragón y compatibilizándola con las múltiples tareas orgánicas e institucionales que ya acumula su futuro titular; hechos que no auguran un correcto funcionamiento.

Asimismo, transmitiendo, por la forma y el fondo traumáticos con que se ha realizado este relevo, la imagen de que se impone la mano dura, oliendo en demasía a las purgas que se hacían en los grupúsculos `gauchistas´ universitarios bajo el franquismo, por no hablar de otras latitudes más frías. Anexamente, que se vicie la discusión de ideas centrándose en personas, no en los aspectos políticos y organizativos de contenidos que se harían imprescindibles en esta tesitura redefinir.

Pero que nada de lo que se expone aquí sirva de equívoco. Esta aportación al debate que se realiza no menoscaba ni un ápice sino subraya y reconoce los aspectos positivos del fenómeno social que ha significado la irrupción de Podemos y la necesidad de su existencia, al menos en tanto no varíen las condiciones objetivas que se dan en nuestro país; hecho que no se ve que desaparezcan en el horizonte sino todo lo contrario. Podemos es sinónimo y producto de frescura, cambio y aceleradas transformaciones operadas en la conciencia de la ciudadanía y en el panorama cotidiano de la vida de nuestro país. Es decir, que de no haber existido a la fecha, habría que inventarlo para hacer frente y poner fin a los descomunales desmanes que nos asaltan a diario.

Pero el nuevo escenario alcanzado por su presencia hoy en día y la fuerza adquirida no deben servir para poner venda alguna en los ojos y obviar para el análisis por qué se han producido en su estrategia política recientes mutaciones que tanto han sorprendido y desorientado a propios y a extraños y que en vez de agrandarla para el futuro la estrangula. Ese es el fondo principal de la actual crisis que padece la formación que lidera Iglesias, y que llevan a que ya hoy se resienta de los magníficos apoyos electorales que recibió hace tan solo tres meses.

Y es que ese posible desgaste adquiere mayor importancia en cuanto que en estos precisos instantes la acción política ha tenido que pasar del plano teórico al práctico, para estar encaminada a dar satisfacción al interés general de la ciudadanía expresado en las urnas, centrada en resolver la investidura y hacer posible una nueva gobernanza en España.

Se hace imperioso poner fin a la situación insostenible e insultante de interinidad de un Gobierno que subsiste en funciones y que va tomando decisiones de relevancia a la vez que se niega a rendir cuentas ante el poder legislativo. Pues bien, que no se haya efectuado su liquidación hasta la fecha tiene sus costes. Para lo demás temas, ya habrá tiempo sobrado de cara a ser abordados con la tranquilidad que merecen.

Pablo Iglesias en la presentación de su propuesta de Echenique para sustituir a sergio Pascual
Pablo Iglesias en la presentación de Echenique en su propuesta para sustituir a Sergio Pascual

Y como la política seria y capacitada no tendría nada que ver con la máxima `grauchiana´ que la traduce en la capacidad de la clase gobernante de inventarse problemas y complicar las soluciones, vayamos a desgranar el fondo del asunto.

El problema primordial que adolece Podemos radica en la interpretación que ha venido haciendo del mensaje que el cuerpo electoral emitió el pasado 20-D, sin excluir alguna que otra cuestión adicional que está pesando pero que tiene más que ver con el antecedente ideológico sin superar y desfasado en el que está anclado una parte importante del equipo que lo lidera. Sin embargo, ambas causas entrelazadas, explican sobradamente el grueso del viraje experimentado y el callejón sin salida y a oscuras por el que últimamente transcurre.

Vayamos a la primera parte. En el 20-D, las urnas no trasladaron, como interesadamente dilucidan algunos,  el mensaje de la ingobernabilidad del país como consecuencia del cabreo generalizado por la situación que padece la mayoría de la ciudadanía. Ello hubiera significado un alto nivel de abstención que afortunadamente no se produjo, lo que deja bien claro la creencia del cuerpo electoral en la política como solución al actual estado de precariedad y paro laboral, desigualdad social y corrupción política.

Lo que el votante hizo con su alta presencia y entusiasmo ante las urnas fue cuestionar la vieja política del bipartidismo. Y con el gran golpe que asestó al partido gobernante, el PP, que le llevó a perder más de un tercio de su porcentaje de votos y de diputados, mandó una nítida moción de censura a su quehacer y a sus políticas. A añadir, que la galopante corrupción estructural que cada día corroe aún más a los de Rajoy también tuviera fácil traducción de manual para su erradicación: hacer pasar al PP a la oposición, a través de otra mayoría compleja pero de posible concierto, hasta tanto, si llegase a sobrevivir política o judicialmente, no se depurara.

Por tanto, el nuevo equilibrio dictaminado por las urnas obliga al alumbramiento de una cultura de pacto a nivel estatal que debe tener en cuenta: que ni la izquierda ha tenido irrefutable supremacía frente al voto de la derecha, ni tampoco la ruptura institucional se ha impuesto a la reforma. No obstante, lo que el recuento de votos si ha dejado bien claro es la necesidad de la regeneración frente al `status quo´, o atender la emergencia social frente a políticas con mayores recortes sociales. Y con esta masa hay que hornear las tortas de la gobernanza, guste o no sea del agrado.

El pacto que no ha sido: Albert Rivera, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias
El pacto que no ha sido: Albert Rivera, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias

Pues bien, cuando algunos pensaban que con los mimbres surgidos del 20-D el recorrido inicial de la negociación iba a ser fácil, con un preliminar acuerdo PSOE-Ps-Cs, casi todos los actores principales se dedicaron a perder el tiempo y poner chinas en el camino.

Me centro aquí en Podemos, motivo de este análisis, en cuanto instrumento que más interesado estaría en la contribución al desarrollo de las políticas de progreso y en que se atendiera cuanto antes la emergencia social.

Tras el 20-D, su discurso transversal, los de abajo contra los de arriba, ciudadanía versus casta, quedó como olvidado en el baúl de los recuerdos, pasando a situar el dilema primordial en una contumaz rigidez de pureza ideológica trasnochada, centrada en, izquierda-derecha, para denostar totalmente al partido Ciudadanos por ser de la derecha y del Ibex 35, según ha venido remachando en su modificado guion.  Asimismo, el eje, democracia frente a dictadura, tantas veces pregonada por el propio Iglesias, quedó también borrado, como el de la regeneración frente a la degradación de la democracia. Por el contrario, apareció un discurso frentista más propicio de ser pronunciado por Izquierda Unida, como sí el número de votos conseguido hubiese favorecido a la opción que representa el joven Alberto Garzón, y no, acudiendo al argot futbolero, a la goleada de cinco a uno que le propició Podemos.

En la misma tesitura de confusión, como en la nueva alocución pregonada por esta formación emergente para abrirse paso su pretendida mayoría de izquierda no cuadraba la cifra de diputados alcanzada por ese bloque doctrinario, se omitió para justificarse la figura de la representación parlamentaria y se recurrió a sumar los votos en bruto, sin ser pulidos por el sistema D’Hondt para convertirlos en elegidos. No interesaba porque no alcanzaba para dar rigor cuantitativo al alegato. Al igual, también se disimulaba, en el requerimiento de apoyos a sumar que se hacía a esa supuesta mayoría de izquierda, reconocimiento implícito de que algo faltaba, que se estaba emplazando a la contribución complementaria de otras fuerzas nacionalistas, entiéndase PNV y DiL, pero que son de naturaleza de derecha, que es a lo que precisamente se intentaba rehuir; en el caso de la formación independentista catalana, para mayor incoherencia, ni incluso se trata de que sea una fuerza política regeneracionista, inmerso como está en una trama estructural tan corrupta como la del PP.

Asimismo, en este proceso de “izquierdización” de Podemos, se dejaba de lado, como límite de adonde se puede llegar en la negociación interna sin hacer saltar a la Troika, la primera asignatura a contemplar por la nueva mayoría que se constituyera, que no solo tendría que ser ajustada en su suma de diputados sino también debería ser más amplia, tanto en el número como en su plural composición, para poderse sentar con comodidad y fuerza en Bruselas de cara a impedir nuevos ajustes y recortes presupuestarios que ya requiere la Unión Europea.                                                                  

En este mar de contradicciones, atrás quedaba, igualmente evaporado de la memoria de la cúpula de Podemos, el apoyo que diera, hace tan solo un año, al acuerdo en Grecia de Syriza con la derecha radical nacionalista de ANEL, de cara a posibilitar la formación del Gobierno heleno. Aquí en España, por el contrario, el esfuerzo se volcaba en un desaforado ataque de descalificación frontal a Ciudadanos, manifestando la imposibilidad de convenir con ellos por su condición de derecha, situándolo en el mismo bloque y posicionamiento que el PP, y sin hacer cuentas que la primera fuga de votos que iba a experimentar la formación morada procedería precisamente de sus votantes transversales, que no de izquierda, con paradójico destino a esa opción anaranjada.

Esta cerrazón de Podemos a converger en propuestas regeneracionistas con Ciudadanos y contra los recortes de la UE, denota de igual manera una gran incomprensión de la esencia de la táctica política, en cuanto la anula, reduciéndolo todo a un `tótum revolútum´ consistente en una estrategia transformadora que se convierte al unísono en medio y fin para su logro y en estéril o utópica para el presente, posponiendo su realización de cara a hacerla realidad en un futuro que ya sería más que incierto.

La manifestación de Podemos de que no puede llegar a acuerdos con determinadas fuerzas políticas porque sería tanto como renunciar a sus principios, lleva al paroxismo de negar el pacto, porque ¿qué pasaría si los demás también hacen el mismo discurso sobre sus propios fundamentos como premisa inamovible e inalterable? Pues que sería un diálogo de sordos imposible de llegar a acuerdo. Pactar es ceder por todos.

Pedro Sanchez Antonio Costa
Pedro Sánchez con Antonio Costa, primer ministro socialista de Portugal gracias a sus acuerdos por separado con el PCP y el Bloco podemista.. Lisboa, 08.01.2016

¿Qué hubiera significado en Portugal sí el comunista PCP hubiera puesto al socialista PSP como condición `sine qua non´ para el pacto su idea de salir de la UE que lleva en su programa electoral, o, al igual el podemista Bloco con el abandono que postula de la Eurozona, o el socialista a negarse a introducir medidas de calado social no bien vistas por Bruselas? Pues que seguiría gobernando la derecha lusa.

También ignora Podemos en su actual intransigencia, las grandes contradicciones que se dan en la representación de los sectores políticos de la derecha española por el peculiar proceso histórico que ha seguido nuestro país, como anomalía política frente a las naciones europeas occidentales, al: no haber participado en la Segunda Guerra Mundial ni haber sido liberado del fascio por `los aliados´, y haber salido más tardíamente de una Dictadura. De esta forma, tampoco entiende su dirección el surgimiento de una nueva generación de españoles bajo la democracia que favorece como salto histórico la aparición de una derecha democrática y liberal más homologable a la continental frente a lo que significa el anquilosado y alcanforizado PP.

A la par, Podemos demuestra una gran incomprensión sobre el papel que le corresponde y le exige jugar su electorado para contribuir a aislar primero para luego enterrar a un PP, anacrónico, autoritario, en blanco y negro, y orgánica mente corrupto, que tanto retarda como contamina la marcha de las instituciones, y cuya salida de Rajoy de la Moncloa representaría un paso histórico en el camino hacia un futuro de color.

En esta desorientación de Podemos, por la incomprensión del escenario surgido el 20-D, no debe sorprender, igualmente desde el inicial recorrido postelectoral, su estrafalaria propuesta para que fuera un independiente quien encabezara el Gobierno, o la raya roja exigida para el reconocimiento del derecho a decidir de Cataluña, sin situar en el primer plano como fuerza estatal la solución a la emergencia social; hecho felizmente corregido con el posterior anuncio a tal fin de una iniciativa legislativa y que ya fue presentada en el Congreso de Diputados.

De ahí, y siguiendo sin consultar a su masa censada, Podemos pasó, `ipso facto´, a plantear su participación en un Gobierno coaligado presidido por Pedro Sánchez. Dio por supuesto, unilateralmente, que sería de composición exclusivamente de izquierda, acaparó las carteras ministeriales más políticas presentando su oferta atiborrada de arrogancia y de sobreactuación, metiendo el dedo en el ojo de quien debía de encabezarlo sin informarle previamente y sin tener en cuenta, además, la seria debilidad que en ese preciso momento atravesaba en el seno de su partido, el PSOE, donde estaba siendo acorralado por baronías territoriales y veteranías de puertas y portazos giratorios; aparentando el liderazgo morado en un nuevo juego de tronos estaba más interesado por derribarlo para el logro del `sorpasso´ que afán de cooperar para investirlo.

A ello siguió la negativa de Podemos a sentarse en la mesa de negociación con el PSOE hasta tanto no fuera elegido en exclusividad como interlocutor frente a Cs, y exigió marchar juntos pero condicionado a la formación de un Gobierno exclusivamente de izquierda, consiguiendo que los de Albert Rivera ganaran tiempo para pactar y los socialistas quedaran finalmente encantados porque les urgía presentar algo tangible ante su Comité Federal y porque la militancia socialista iba a ser objeto de una pantomima de consulta obligada para reforzar el papel de su líder.

A destacar en este fallido proceso de negociación entre la izquierda, el positivo rol desempeñado para avanzar un acuerdo tanto por Compromis como por un Alberto Garzón de IU que ya lo está rentabilizando para su Bloque Popular en las encuestas electorales.

Así, llevándose, Ps y el PSOE, como el gato y el perro y pasando los de Iglesias a postular la fórmula valenciana de pacto, comunidad autónoma donde a diferencia del marco estatal la izquierda obtuvo más diputados que la suma PP y Cs, y donde además Podemos se abstuvo y no participa en el Gobierno del socialista Ximo Puig, llegamos al día de hoy sin más encuentros porque las agendas de sus líderes están más para disfrutar de las vacaciones de Semana Santa que para negociar seria y concienzudamente, y así quedan emplazados para una semana más.

Antes, habían llegado las frustradas votaciones de  investidura en el Congreso, donde Podemos volvió a distanciarse y a generar en otro juego, éste de cal viva, más desconfianzas en el PSOE con innecesarios e inoportunos reproches y recordatorios sobre siniestros del pasado, acompañado de esperpéntica puesta en escena con ribete rosa a lo Levy más propia de cutre plató televisivo de sobremesa que de la seriedad y el rigor que exige el hemiciclo donde radica la soberanía nacional.

Los 69 dipitados de Podemos posando en las escalinatas del Congreso de los Diputados al inicio de la nueva legislatura
Los 69 diputados de Podemos posando en las escalinatas del Congreso de los Diputados al inicio de la nueva legislatura entre señales de victoria y puños en alto, la pluralidad como fortaleza de la formación morada que no debería romper

Y ahora paso a exponer la segunda parte del problema que tienen algunos de los principales líderes de Podemos para entender su posicionamiento. Está interrelacionado con su primitiva procedencia política-ideológica de antaño, como si se revelaran a estas alturas de la corriente leninista del PCE, dogmática y metodológicamente no superada.

En este sentido, lo que manifestara en reiteradas ocasiones, Pablo Manuel Iglesias Turrión, sobre su condición personal de izquierda pero el carácter transversal de Podemos donde tenía cabida la ciudadanía afectada por la crisis independientemente de su encasillamiento ideológico, ha pasado a mejor vida. Podemos, en la rotación dada, más bien traslada la impresión de que ha sido resituado en parámetros puros de una izquierda terca y estrecha, impropia de la riqueza plural que representan los cinco millones y pico de votos obtenidos.

Su asalto a los cielos le ha llevado a traducir el resultado logrado en las urnas como el propicio para ir más allá de lo predicado y olvidar sus planteamientos de democracia radical; o sea, la que ataca, con el consenso y la mayoría participativa de la ciudadanía, la raíz de la causa que provoca el colapso y la putrefacción corrupta que sufre el sistema político; temas muy urgentes de abordar en estos precisos momentos, antes de que penetre aún más en el imaginario colectivo la impotencia de combatirlo y la impunidad de sus autorías. O su extensión estatal y societaria.

En esta misma dirección ideologizada, ha hecho aflorar unos determinados tics autoritarios y agotados del pasado, muy relacionado con obcecados intereses superestructurales a conquistar y que fueron ya enterrados por la izquierda occidental, como su concepto de la hegemonía, que más que ligada a las lecturas efectuadas por Gramsci, Togliatti o Berlinguer, aparentaría más asociada al término dominación que ejercitara la IIIª Internacional. Y así es imposible avanzar, si no paras de mirar hacia atrás.

El talante y la jerga empleados para la fulminante depuración del secretario de organización, Sergio Pascual, independientemente de la gestión que hubiera llevado a cabo, no son de una formación política de nuevo cuño. Menos aún, el lapsus introducido en el documento que le fue entregado al PSOE para la negociación de la investidura, luego corregido, donde aparecía la exigencia a los miembros del futuro poder judicial del juramento de fidelidad a los principios que inspiraran el pretendido Gobierno de izquierda, cuestionando no solo la separación de poderes, cuando más falta hace agrandarla, sino olvidando que su meta de modelo político sea equipararse con las democracias europeas más avanzadas en derechos y libertades y no a otras bananeras; y me detengo aquí, no sin poner la guinda con la rememoración de las funciones de tutela del sistema que se autoasignaba en el mismo documento y a lo largo y ancho de seis páginas quien estaría abocado a cubrir la vicepresidencia en el hipotético Gobierno de coalición de izquierda que presidiera Pedro Sánchez.

Concluyendo, son deseables en estos delicados momentos para Podemos correcciones de calado, como, ante el achicharramiento de algunos, el paso adelante de una segunda línea de dirigentes de gran solvencia, que haberlos los hay, para que un sector del electorado, que no se resigna a convivir con el hedor reinante, no tenga que quedar nuevamente o coyunturalmente huérfano de instrumento político a la hora de votar, sin escudo para su defensa, o sin herramienta para canalizar energías y propuestas.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en conversaciones para la investidura
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en las conversaciones para la investidura

En este contexto, a Podemos en el momento presente le queda la opción de  favorecer con su abstención la investidura de Pedro Sánchez o ir a elecciones anticipadas. Puede ya olvidarse de imponer su Gobierno de coalición de izquierda por resultar a estas alturas del guión no factible, perdido el tiempo y la confianza entre líderes y con el escaso margen de movimientos con que cuenta Pedro Sánchez, al que le pisa, los talones y los callos, la lideresa de la Gran Coalición sin tapujos, y con un partido carente de proyecto e identidad y con base política cada vez más clientelar.

Con esa abstención, Podemos, a partir de la formación del nuevo Gobierno que presidiera Pedro Sánchez con expertos o políticos de distintos signos en calidad de independientes, sin excluir la presencia de ministros afines a la formación emergente, realizaría el seguimiento de las promesas programáticas regeneradoras de cambio y de reformas que se pongan o no en marcha, donde podrían quedar incluidas otras que aportase en una ultísima ronda de conversaciones con el PSOE, a la par que tendría también el papel de oposición desde la izquierda a los desacuerdos o para ir más allá en las transformaciones que plantee. En tanto y simultáneamente para consolidarse, Podemos tendría que retomar el pulso perdido de la calle, y dedicar más esfuerzos a hacer partido, hoy convertido en un caótico ejército de Pancho Villa.

Lo bueno de esta legislatura, y debería valorarlo aún más Podemos, es que en última instancia la mayoría política queda en manos del Congreso de Diputados para gran parte de los temas. En una próxima, caben las dudas.

Pero si llegada la fecha del dos de mayo hay que ir a inmediatas elecciones, independientemente del fracaso colectivo que significaría y las responsabilidades políticas que se deducirían, Podemos tendría que hacer frente en primer lugar a posibles conflictos con sus socios territoriales, gran desafío y compleja cuestión que se le ha abierto tras el 20-D y que le puede invalidar en el futuro para ser alternativa estatal. Debería entonces, a la hora de confeccionar listas, optar sí ir conjuntamente como hasta ahora con sus confluencias, o por separado.

Del mismo modo, asistiría a otros chirridos, en el hipotético caso que se planteara articular un pacto de candidaturas con IU, como consecuencia de que sus discursos ya se parecen tanto, también como intento de neutralizar o compensar posibles mermas electorales, y que luego tendría que evaluar, una vez que transcurrieran los presuntos comicios, si le habría sumado o restado papeletas.

E iríamos a una nueva cita con las urnas donde únicamente está interesado el PP. Además, los de Rajoy verían prolongada su estancia en funciones en el Gobierno, ampliando el calamitoso estado de las cosas. Asimismo, tendría lugar una agria campaña electoral que soportamos desde hace más de un año, donde, a falta de credibilidad de los programas y compromisos electorales, unos se echarían las culpas a otros del fracaso de acuerdos y del gasto público inútilmente generado, y con el resultado de un alto nivel de abstención que es de prever en el sector más cabreado del cuerpo electoral, perjudicando a la izquierda, pudiendo surgir un nuevo bipartidismo pero bajo el solitario sello de la derecha, PP-Cs. En fin, que debería hacer pensar hoy a algún que otro lunático anticapitalista de verborrea suelta.

Salvar al soldado Sánchez
Salvar al soldado Sánchez

En conclusión, que en vez de que Pablo Iglesias traslade a Pedro Sánchez el `hollywoodiano´ estigma en VHS: “Salvar al soldado Ryan”, sería aconsejable, a lo más temprano, que se lo aplicase a si mismo pero ya en versión remasterizada y bajo el nuevo título: “Salvar a 69 diputados”, para consolidarse, hacer reposar el vertiginoso y valioso camino recorrido, y sosegarse sin poner en peligro el gran recurso de representación institucional del que ahora goza, hasta tanto haga balance a ras de suelo, revise lo que sea necesario, y tenga claro el siguiente paso de confluencia a propiciar; con anterioridad siempre a ir directamente a inseguros comicios donde tuviera que atarse los machos.

28 de marzo de 2016
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