Reconocimientos de Castellar en el Día de Andalucia


La corporación municipal de Castellar de la Frontera ha celebrado hoy el Pleno Institucional del día de Andalucía en el que los vecinos Lola Baca, Menchu Sirvent y David García han sido reconocidos por distintas facetas destacadas de sus trayectorias en la comunidad chisparrera.
El acto presidido por el alcalde de Castellar Juan Casanova ha contado con la presencia de la totalidad de los miembros de la corporación. Casanova en su discurso ha destacado el papel de nuestra comunidad en la vertebración de nuestro país, y la importancia de defender la identidad andaluza, nuestras costumbres y nuestra forma de ser.




Asimismo, nueve alumnos del CEIP Tierno Galván, uno por curso, han recibido sus distinciones por sus creaciones de Andalucía. El acto ha concluido con el Himno de Andalucía, cantado por todos los presentes.







PERFILES HOMENAJEADOS

MENCIÓN DE HONOR DÍA DE ANDALUCÍA

DON DAVID GARCÍA CONTRERAS

David García Contreras nació en la Línea el 21 de diciembre de 1979. Es el pequeño de tres hermanas y de tres hermanos y desde que nació, su vida ha transcurrido en Castellar de la Frontera. Está casado con Elena León Jiménez y tienen dos hijos, Oliver, de siete años y Álvaro, de seis meses.

Su padre, José García Gómez, era natural de Algar y se crió en su casa familiar junto a una garganta de agua, conocida en su tierra como el Chorro. De ahí que todo el mundo le conociera, a él y a su antepasados, como El Chorrero, un apodo que más tarde, nuestro homenajeado adoptaría para bautizar a su parcela de agricultura ecológica: Finca Los Chorreros. Su madre, Josefa Contreras Durán, conocida por todos con cariño como Pepa la Chorrera, nació en Cádiz pero se crió en Arcos de la Frontera. El matrimonio se desplazó a Castellar cuando empieza a construirse el pantano y primeramente vivieron en la Jarandilla junto a otras familias de trabajadores. Más tarde, se trasladaron a la Almoraima, para, finalmente, llegar a la casa familiar de Castellar Nuevo, una vivienda que adquieren, como otros tantos vecinos, con una parcela de siete hectáreas y media en la zona de Jarandilla.

David, el pequeño de Los Chorreros, estudió la EGB en Castellar y enseguida comenzó a trabajar en tareas de toda clase: trabajos de albañilería, forestales, en viveros, cultivando algodón en la Almoraima, construcción y mantenimiento de campos de golf... En 2008 se saca el carnet de camión y entonces toma conciencia de que realmente lo que le gusta es el campo, por lo que hace un nuevo curso de instalador de placas fotovoltaicas con la idea de tener más tiempo para dedicarse a la parcela familiar, una opción que el camión no le daba.

Así las cosas, pasan los años y en 2011, se plantea seriamente tomar una decisión que cambiaría radicalmente la manera de gestionar la finca. Abandonar el uso de pesticidas y convertir la producción en ecológica. De esta manera, nace el proyecto de la Finca Agroecológica Los Chorreros, con una producción anual media de naranjas libres de tóxicos de 140.000 kilos

David es un hombre de principios. Y era consciente que el cambio en la manera de producir en la finca iba a ser muy duro y muy costoso. Cosechas perdidas, nuevos problemas en las plantaciones, grandes inversiones en nuevos árboles... Pero las adversidades no han hecho más que hacer crecer su empeño por apostar por otra vida posible, más natural, más respetuosa con la naturaleza, más autosostenible. En resumen, una vida mejor, aunque no por ello más fácil.

Su inquietud autodidacta le ha llevado a desarrollar cursos de todo tipo con innovaciones que aplica en sus cultivos. Biofertilizantes, cromotografía, microbiología de suelo, lombricultura, compostaje, microrrizos... Su parcela comienza a ser reconocida en el campo de la innovación y la investigación agroecológica en la provincia. De hecho, los alumnos del curso que Gustavo Alés desarrolla en el municipio ya han pasado por allí para conocer en la práctica el uso de los biofertilizantes que están aprendiendo a fabricar.

Las naranjas de la Finca Los Chorreros respetan la huella ecológica, están libres de tóxicos y presentan un 10% más de vitaminas C, más pulpa, más sabor, más aroma y una mayor duración en buenas condiciones de almacenaje frente a las naranjas de producciones industriales. Hace un año que se pusieron a la venta en toda España y que la Finca forma parte de la Asociación de Productores Ecológicos en la Provincia de Cádiz.

El mejor futuro que imagina David es creando puestos de trabajo en el municipio desde la agricultura regenerativa y la filosofía de la soberanía alimentaria. Como tantos otros productores comprometidos, se une al esfuerzo colaborativo para construir economías basadas en productos de la región, de venta directa, sin intermediarios.

Es el camino hacia la concienciación por el consumo responsable el que marca su día a día en la parcela, trabajo duro de recompensas contadas, que no cambiaría por otro. David piensa que este reconocimiento le llega demasiado pronto porque en su cabeza crecen, libres de químicos y de miedos, grandes proyectos. Mente, fuerza y corazón de un hombre humilde que quiere con sus dos manos ayudar a que la sociedad mejore, reduciendo los injustos avatares de los productores y aumentando la calidad de vida de los consumidores.

Por todo ello, por su constancia y tenacidad, y por su iniciativa empresarial, la Corporación Municipal de Castellar tiene a bien reconocer con esta Mención de Honor del Día de Andalucía a Don David García Contreras.

MENCIÓN DE HONOR DÍA DE ANDALUCÍA

DOÑA DOLORES BACA RACERO

Dolores Baca Racero, conocida por todos y todas como Lola, nació en Cañete La Real, provincia de Málaga, el 17 de febrero de 1954. El suyo fue un hogar humilde donde un padre trabajaba de sol a sol, en el campo y en donde fuera, para alimentar con lo que se pudiera a su mujer y sus nueve hijos. Lola es la cuarta hermana de una larga lista de seis niñas y tres niños.

La vida en Cañete era dura y el salario de su padre, como el de tantos trabajadores del campo andaluz en los años cincuenta y sesenta, una miseria: 14 duros diarios. Por eso, su infancia como la del resto de sus hermanos fue fugaz como las estrellas que en verano atravesaban los olivares de su pueblo natal. En casa la alegría reinaba alrededor de un plato de puchero que se repetía de lunes a domingo sobre la mesa. Garbanzos, tocino, café de cebada y mucha imaginación era la base de la alimentación de su familia.

Lola recuerda con sus ojos de niña cómo en Navidad su madre les preparaba unos cartoncitos forrados con papeles de colores donde echaba cuatro peladillas para cada uno y unos pocos borrachones que, generosamente, una tía a la que la cosa le iba un poquito mejor, le regalaba a su madre para llenar las cestitas. Ese era el mejor regalo del mundo para ella y también el único. Porque la vida les negaba cosas materiales, pero la unión y el amor que se guardaban en los tiempos de antes, como bien explica Lola, era la mayor riqueza del mundo, mucho más que cualquiera de hoy en día.

Fue tan corta la infancia de Lola que con sólo diez años, sus hermanas mayores, ya se la llevaron a Málaga, siendo enteramente una niña, a casa de una familia bien para que criara a sus dos hijos, uno de dos y otro de cuatro años. Imagínense la cara de esa niña de diez años de Cañete La Real cuando entró en una habitación llena de juguetes, se volvió loca de contenta, Así pasaban los días, mientras cuidaba a los niños, jugaba como una niña más que era. Allí estuvo interna con 500 pesetas al mes que le mandaba a su madre al pueblo.

Ella y sus cinco hermanas sólo visitaban a sus padres una vez al año, sólo una semana, para la feria de septiembre, ni siquiera en navidades. Se iban niñas y volvían mujeres. Todavía se emociona cuando recuerda a su madre secándose las lágrimas con el pañuelo cuando las despedía en el autobús de vuelta al trabajo, hasta el año siguiente.

Pasaron los años y Lola mejora sus condiciones laborales de una familia a otra, como también mejora la vida en España. Y las casualidades de la vida hicieron que la última casa en la que trabajara fuera la de uno de los ingenieros que gestionaban los viveros forestales del Pantano de Guadarranque, en construcción en aquella época. Así, la familia entera se traslada en el verano de 1970 a pasar las vacaciones a una casa de la empresa de su patrón, detrás de la Venta Jarandilla, donde ni por asomo se esperaba que encontraría al amor de su vida y su destino final.

Ese verano, con 16 años, conoce a Agustín Coronil Mancera, hijo de la Venta y vecino de Castellar Viejo y se hacen novios hasta casarse en el año 1977. El matrimonio vivió primero en la Venta con su suegra y luego se trasladó a la barriada de la Almoraima donde vivieron durante catorce años hasta que, de nuevo, la familia se traslada a casa de la abuela, esta vez en Castellar Nuevo, para cuidarla hasta sus últimos días.

Lola y Agustín tienen tres hijos: Juan, Gloria y Agustín. El genio abierto y alegre de nuestra homenajeada ha sido sometido a las más duras pruebas que te pone la vida sin que ésta consiguiera apagarlo nunca. A los cuatro años, la vida del pequeño de sus hijos, Agustín, cambia por completo y con ella la de toda su familia. Pero por supuesto, la principal, la suya, la de su madre. El pequeño Agustín se convierte en su batalla diaria, una lucha llena de sufrimiento, de idas y venidas a médicos en autobús, de ingresos hospitalarios interminables, pero sobre todo de grandes alegrías por los avances en su recuperación. Lola confiesa que sin el apoyo de su marido nunca hubiera sido igual. Trabajo, trabajo y más trabajo, pero a pesar de ello, con la mano siempre abierta para ayudar al prójimo, con un rato libre para atender al necesitado.

Lola es muy cristiana y desde la Iglesia le brindaron hace siete años la oportunidad de trabajar en Cáritas, una tarea que no cesa y a través de la cual ha visto cómo la crisis ha destruido la vida de muchas familias de esta comunidad.

Su ejemplo de ayuda incondicional y esfuerzo es reconocido por sus hijos y por sus tres nietos a los que quiere muchísimo: Daniel, de 19 años, Gloria de 11 años y Christian, de dos años. Pero ahora, el Ayuntamiento de Castellar, con este homenaje quiere que sirva también de ejemplo a todos sus vecinos y vecinas.

Por todo ello, por su trabajo y entrega desinteresada, la Corporación Municipal de Castellar tiene a bien entregar esta Mención de Honor del Día de Andalucía a Doña Dolores, Lola, Baca Racero.

MENCIÓN DE HONOR DÍA DE ANDALUCÍA

DOÑA MARÍA DEL CARMEN SIRVENT BAREA

María del Carmen Sirvent Barea, conocida por todos y todas como Menchu, nace el 12 de enero de 1952 en Madrid, hija de María Barea Fernández y Francisco Sirvent Marín. Tiene dos hermanos Isabel y Pepe y su encuentro con el magisterio fue dirigido y orquestado por sus padres, ya que ella, de pequeña tenía claro que quería ser trapecista y bailarina.

A los catorce años ingresa interna en el Colegio de Monjas del Sagrado Corazón del que sale siendo maestra de la iglesia, a los 17 años. Menchu cuenta cómo al llegar, a la hora de despertarse en las habitaciones donde dormían ocho o nueve niñas, separadas por cortinas blancas, las monjas pasaban lista con un vaso con agua bendita para que se presignasen y ella, que no tenía ni idea, al ofrecerle el vaso por primera vez, se lo bebió, provocando las risas y las bromas de sus compañeras para siempre. Guarda un montón de cálidos recuerdos de su estancia en una de las instituciones educativas referentes de la época en la capital española, tanto por su calidad como por su modernidad, de hecho la monja directora del centro fue la primera mujer que condujo en el país.

Al terminar la carrera, convalida con el magisterio del estado, y pasa siete años entregada a su trabajo en el colegio de Chamartín, con todo tipo de actividades extraordinarias aparte de las obligadas: el domund, clases de baile…

Menchu conoce a Antonio Martín una vez que la familia de su marido regresa de Marruecos y sus madres, primas lejanas, se reencuentran en la capital, pero la vida les unió en Benadalid, el pueblo malagueño natal de ambas madres. Allí durante los veranos, forman pandilla con otros tantos madrileños, una unión que luego en invierno continuaba en la capital. Menchu recuerda a Antonio como un joven muy callado y respetuoso, de hecho la idea del noviazgo en un principio le avergonzaba por el hecho de que la cosa saliera mal y supusiera un problema para las familias que se llevaban muy bien. Y problemas, en la pareja, pues pocos, como cuenta nuestra homenajeada “durante 44 años no hubo un sólo día que nos acostáramos enfadados el uno con el otro porque con Antonio era imposible enfadarse porque él nunca se enfadaba con nadie.

Antonio y Menchu se casan y se viene de seguido a Jimena de la Frontera donde toma posesión de su plaza de veterinario. Allí nacen sus dos hijos María y Antonio y en 1982, se trasladan a Castellar e inicia sus clases en el antiguo colegio Divino Salvador, una tarea que ya no cesaría hasta el día de su jubilación.

En 1982 el colegio estaba formado por cuatro pabellones. Parte de los actuales módulos de infantil eran porches para que los niños jugaran cuando lloviera, pero, una vez que aumentaron los niños en el pueblo, tuvieron que habilitar clases del mejor modo que pudo el ayuntamiento porque era un tema que no le competía, y cada vez que llovía tenían que abrir los paraguas. Para intentar arreglar el estropicio pusieron una estufa de leña, algo impensable hoy en día, y Menchu recuerda cómo su clase se convirtió en la más acogedora del centro.

De aquella primera época recuerda cómo a la vez que crecía el equipo dentro del centro crecía la amistad en la calle y la unión en la vida entre compañeros. Uno de los momentos más dulces de su vida los recrea en el callejón de las antiguas casas de los maestros donde los portones de las casa de Rosi, Eduardo, Jacinto, Don Juan y ella, siempre estaban abiertos y la vida se compartía de manera cotidiana mientras todos sus hijos crecían juntos.Quiere tener un recuerdo especial para Juana la de Plataque crió a sus hijos y Maruja Torresque les acompañó siempre.

Dentro del centro impulsó actividades recordadas todavía como el Belén Viviente Flamenco que reunió en el patio del colegio con todo tipo de materiales, animales y colaboraciones de todas las familias del pueblo y se cantó todo en flamenco. Los primeros playbacks para los niños de octavo. También cabe recordar cómo nace el carnaval de Castellar en las clases del colegio con los primeros pasacalles ideados por los maestros y que se asentó finalmente en la calle con esa primera chirigota “los yoquisqué”, formada entre otros por su marido Antonio, Jeromín,Isidro Espinosa, Adolfo Lara, Paco Vaca, Ramón Metales…

Del mismo modo, fue la fundadora de la Asociación de Mujeres Azahar junto a su primera directiva presidida por Juana Perea con iniciativas como las clases de ballet con Pilar la francesa o las clases de patinaje.

Menchu defiende que jamás se cansó de su trabajo, “me jubilé con las mismas fuerzas que el primer día”, asegura. A pesar de las duras pruebas que le ha puesto su vida por delante como el fallecimiento de su hijo Antoñito y posteriormente de su marido Antonio, abandera una lección con el efecto del mejor tantra sanador: “vivir el momento”. Así, acompañada hoy por su madre, María Barea Fernández, que ayer cumplió 99 años, su suegra, Jerónima Vázquez Fernández, con 92 años, esta maestra que nunca perdió su acento madrileño se queda en Castellar para siempre.

Por todo ello, por su trayectoria profesional y humana, y por su entrega,la Corporación Municipal de Castellar tiene a bien entregar esta Mención de Honor del Día de Andalucía a María del Carmen, Menchu Sirvent Marín.

5 de marzo de 2016
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