Que el cambio climático, negado hasta la saciedad
por “científicos a sueldo” y gobiernos poderosos, es una realidad, nadie lo
duda en esta humanidad de más de 7000 millones de personas. Que las múltiples
cumbres mundiales realizadas en los últimos 10 años, para pararlo, no han
servido para nada es una hecho cierto. Que quienes siguen ganando
multimillonarias cantidades de dinero a fuerza de contaminar con CO2 no van a
parar de motu propio es una evidencia palmaria.
Y cuando un empresario afirma precisamente lo
evidente y manifiesta que este Sur de Andalucía será una de las victimas
primera del “holocausto” que se cierne sobre el planeta, es criticado e incluso
tachado de “enemigo” de la patria andaluza.
Esto ha sucedido cuando Miguel Torres en una conferencia pronunciada
en Londres, a mediados de abril, manifestó: “yo no invertiría en el sur de
España”. Argumentando que debido a los efectos del calentamiento global el Sur
de España dejaría de ser tierra apta para viñedos. De suerte que ya ha
invertido en “la región de
Benabarre en el Pirineo de Cataluña, que es frío para la vinificación en este
momento pero no en el futuro. Las cosas van a cambiar. Las temperaturas en
Alaska han aumentado en 3 ° en los últimos cuatro años, por ejemplo".
Miguel
Torres representa al grupo empresarial TORRES, que se domicilia en Vilafranca del Penedès. Barcelona –
España, como aparece en su publicidad. Al objeto de tener algunas referencias
de su magnitud, además de viñedos en distintas zonas de la geografía española también los tiene California y Perú y entre
sus vinos están: Atrium, Celeste, Coronas, Sangre de Toro, Pazo das Bruxas,
Reserva Real, etc.
A más de una persona le duele que este empresario haya apuntado negativamente hacia este sur, tan necesitado de proyectos generadores de trabajo y riqueza, pero nadie debe llamarse a engaño, ya que el Sr Torres, más que un enemigo, es un aliado, al denunciar con hechos que tiene clara la ruina que se avecina a esta tierra si no se para el desastre ecológico que ya padece por el calentamiento global del planeta. Más que quejarse de que este empresario advierta el desastre venidero y actúe en consecuencia, hora sería de ponerse colectivamente a empujar a los gobiernos para que pongan veto de verdad a la insaciable avaricia de quienes se enriquecen con las emisiones de CO2 y que invocan constantemente le libertad de los mercados.
Artículo de Rafael Fenoy Rico